Cd. Victoria.- En aquel ya lejano siglo 20, solía decir CARLOS
MONSIVAIS que en México primero fundan los partidos de masas y luego buscan a las
masas para que se afilien.
Con el
Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) está pasando algo muy curioso. Lo
que se anunció como un proyecto de izquierda más congruente que el descompuesto
PRD, hoy parece estar superando en muy corto tiempo las mezquindades y vicios
del Sol Azteca.
Nacido en 2011
como asociación civil y reformulado en 2014 como partido, la organización
interna de MORENA muy pronto acusó dos lastres lamentables:
(1) CAUDILLISMO.
No es un proyecto que gire en torno a principios compartidos sino que se
constituye, más bien, en torno a una figura carismática.
AMLO, el señor perseverancia,
hombre de arrastre comprobado, imán electoral indiscutible mientras dure su
vida útil.
Nacido en 1953, si
la salud se lo permite, en 2018 estará cumpliendo 65 años, para 2024 tendría 71
y en 2030 cumpliría 77.
Que un perfil
partidista nazca fincado en un individuo le aporta, ciertamente, una gran capacidad
operativa en el corto plazo.
Ello, al contar
con un solo fiel de la balanza (candidato y dirigente en una misma persona)
capaz de dictar línea por encima de las contradicciones internas.
El problema
viene después, cuando el tiempo vital se agote y el partido vaya quedando en
orfandad gradual, como ya empieza a ocurrir con el MC ante el declive de DANTE
DELGADO; con el PANAL sin ELBA; el PT y el PVEM ante el visible desgaste de sus
padres fundadores.
¿Tendría MORENA estructura
interna, hábitos democráticos, reglas del juego claras en la competencia por
candidaturas y cargos directivos, para sobrevivir a LÓPEZ OBRADOR?, ¿O será tan
domesticable como las siglas previas: PPS, PARM, PST, FCRN, PT, MC y PRD?
De aquí su
segunda debilidad:
(2) CORTOPLACISMO.
A ojos vistos, MORENA nace con el 2018 como su segundo nombre y bajo el eslogan
de “la tercera es la vencida”.
Nada garantiza
que ANDRÉS MANUEL tenga “pila” para una cuarta oportunidad en 2024, tras la
operación de coronarias que le fue practicada en diciembre de 2013, luego de un
infarto al miocardio.
Conciente acaso
de que es su última oportunidad, AMLO se sacude sus postreros escrúpulos,
abriendo puertas a la más diversa ralea política que pueda aportar algún número
a su lucha.
Reclutamiento de
cuadros que no parece implicar compromiso alguno de orden ideológico ni
doctrinal.
No hace
distingos, el que quiera puede trepar, más si cuenta con recursos para
acarrearle votos a MORENA en cada región y comarca. Todo en aras del 2018.
Tan laxo es el
control de calidad en la incorporación de figuras, que cualquier día podrían
abrir la puerta a ELBA ESTHER GORDILLO, CARLOS ROMERO DESCHAMPS, HUMBERTO
MOREIRA o FIDEL HERRERA.
Nadie pregunta
que va a pasar después, cuando el viento barra los últimos confetis de la contienda
presidencial.
¿Que tipo de
organismo nacería de combinar elementos tan contrapuestos, sin plan ni
estrategia, yuxtaponiendo egos y vanidades con la mirada fija en un sueño
personal?
Por principio un
problema de identidad que hoy mismo resulta palpable. ¿Es de izquierda MORENA
con FERNANDO AZCÁRRAGA y su pandilla entre sus filas?
La contradicción
es mayor si además recordamos que la lucha contra la corrupción es bandera
central de AMLO en sus recorridos por la República.
Cuando (1)
identifica a críticos y adversarios como parte de la fantasmal “mafia del
poder”, aunque luego (2) promete perdón a los miembros de dicha mafia que apoyen
su proyecto presidencial.
Si lo aceptan
como su señor y salvador, tiene agua bendita suficiente para esparcir con
manguera por todo el país, purificando en masa a los arrepentidos. Les salen
alitas, se les caen los cuernos. Absolución, carpetazo, oferta de impunidad.