Cd. Victoria, Tam.- Por interesante que parezca la noticia, la iniciativa para desaforar a
DONALD TRUMP está muy lejos de ser historia consumada.
La mayoría demócrata podrá votar a favor en la cámara
de representantes, pero los republicanos tienen superioridad numérica en la
cámara de senadores.
Nadie lo duda, es un golpe severo a la soberbia de
TRUMP. Pero sus adversarios necesitarán engordar bastante más dicho expediente
con argumentos cuya gravedad resulte inobjetable a todos, aún para los
senadores más fieles del partido gobernante.
No es fácil, tampoco imposible. En las próximas
semanas veremos que más traen los acusadores en su morral. Mientras tanto,
constituye una victoria pírrica la de NANCY PELOSI.
Hasta ahora, el único avance seguro es el descrédito.
El desprestigio para el hombre del tupé rubio, tras haberse convertido en el
cuarto presidente norteamericano en ser sometido a dicho procedimiento.
Y mire usted que la memoria histórica apunta a dos
casos por cada partido.
Al demócrata ANDREW JOHNSON acordó removerlo la cámara
baja acusándolo de abuso de poder, pero lo salvó la cámara alta (1868).
Al republicano RICHARD NIXON se le culpó de espionaje
y obstrucción de la justicia, pero no hubo necesidad de concluir el proceso.
Renunció antes (1974).
Mientras que al demócrata BILL CLINTON la cámara baja
lo condenó por perjurio y obstrucción de la justicia, pero lo perdonó la cámara
alta (1999).
Los tres casos han tenido un afecto electoral. El voto
de castigo desplazó del poder a los partidos de JOHNSON, NIXON y CLINTON en la
siguiente contienda presidencial. Veremos que ocurre con DONALD.
UN FUERA DE SERIE
Si los calificativos fueran balas (o simples factores
de decisión), TRUMP jamás habría llegado a la Presidencia. Nadie como él para
coleccionar etiquetas políticamente incorrectas, de esas que causan urticaria a
los gurús del márketing electoral.
Misógino, racista, xenófobo, elitista, homofóbico,
clasista, mentiroso contumaz, adúltero compulsivo, acosador serial.
Ello, amén de su extravagante idolatría por la riqueza
y, en particular, el metal amarillo. Tan dorado es su copete como la fachada
del edificio TRUMP, chapeadas las paredes y puertas del penthouse.
Todo relumbra como el oro, desde mantelería hasta
platos, cubiertos, cortinaje y manteles, lavabos y escusados.
De aquí el origen de los estrafalarios rumores que
perlaron su ascenso político en 2015. Elementos perturbadores que desde
entonces lo prefiguraban como carne de mala prensa.
Socios defraudados, trabajadores mal pagados,
reiterada fama de evasor fiscal, reporteras a las que manoseó, prostitutas que
le prestaron servicio, a quienes compró su silencio.
De entonces viene el asunto de la lluvia dorada,
sujeto todavía a comprobación. Presuntos videos del personaje encerrado con
varias mujeres en un hotel de Moscú, las cuales le habrían complacido en cierta
perversidad de moda entre la plutocracia global. Orinarse encima del cliente.
Material fílmico que tendrían guardados bajo siete
llaves entidades como la CIA y los servicios de inteligencia rusa.
O el mismísimo BARACK OBAMA, a quien se atribuye cierta
manía secular de coleccionar intimidades vergonzantes de sus adversarios.
No existen pruebas, cabe pensar en fake-news
engendrados de manera artera en el universo fantástico de las redes sociales.
Leyendas urbanas que, sin embargo, son también literatura popular.
Ojo al detalle, una vez decidido el impeachment, el
paréntesis previo a las votaciones en ambas cámaras, la ocasión resulta ideal
para que los detractores de DONALD avienten su resto en las próximas semanas.
Toda la carne al asador.
Y acaso no escurra lluvia dorada de dichos expedientes,
aunque sí podría abrirse una humeante cloaca de villanías perpetradas dentro y
fuera del poder, por este mercanchifle tramposo que sueña con seguir tripulando
a la primera potencia nuclear del orbe. Veremos.