Cd. Victoria.- Una historia verosímil (aún no sabemos si veraz) cuenta
que la alternancia política del 2000 se fraguó en los primeros meses de 1995.
En diciembre del
94 el peso había sufrido un descalabro mayúsculo. El ciclo perverso descrito
años atrás por JOSE LÓPEZ PORTILLO (inflación, fuga de capitales, devaluación,
más inflación) retornó de golpe al final del salinismo.
Para rescatar de
la debacle al recién llegado ERNESTO ZEDILLO, el gobierno de WILLIAM CLINTON ofreció
que dispondría hasta de 50 mil millones de dólares como respaldo al peso.
Por supuesto,
jamás fue necesario concretar la oferta. En economía como en cualquier
estrategia de guerra, basta con demostrar que se tiene el recurso y la decisión
de usarlo para frenar amenazas graves.
En este caso, enfriar
a los especuladores y sus perversas “corridas” contra el peso, que sangraban al
país de divisas, devaluando la moneda más de lo necesario.
CONTROL DE DAÑOS
Para estabilizar
la nave ZEDILLO y su equipo tuvieron que plantar cara ante toda suerte de
agentes económicos. Tragar reclamos, digerir regaños y acatar directrices ante cúpulas
patronales de adentro y afuera, el Banco Mundial, el FMI y el gobierno americano.
Al paso de las
semanas la tormenta amainó y CLINTON ratificó los compromisos del TLC contraídos
por GEORGE BUSH.
Ello, mientras la
persecución contra RAUL y CARLOS SALINAS se encargaba de entretener a una
opinión pública sedienta de sangre.
Es entonces
(¿primavera del 95?) cuando el más alto mando financiero nacional y global le
pasa factura a ERNESTO ZEDILLO. Tras valorar su esfuerzo para solventar la
crisis, le dan el mensaje.
-“Muy bien, pero
es la última vez que los salvamos. El PRI se tiene que ir y abrir paso a la
alternancia en 2000.”
Estaba claro que
ya eran demasiados los finales de sexenio crueles donde la banca internacional debía
entrar al quite para rescatar la economía mexicana de sus excesos y crudas recurrentes.
Desde la
devaluación del 100% que marcó la salida de LUIS ECHEVERRÍA hasta las tempestades
vividas bajo LOPEZ PORTILLO y DE LA MADRID, ni siquiera SALINAS, el gran
privatizador, logró escapar de esa maldición.
La medicina
tendría que ser política y así se lo dijeron a ZEDILLO, quien desde entonces habría
de idear la transición más decorosa.
El septuagenario
presidencialismo tricolor empezaría a desmantelar sus inmensas facultades
extralegales.
Esto explica la
distancia del Presidente hacia su partido y el triunfo de CUAUHTEMOC CÁRDENAS
en la elección capitalina de 1997.
Y también el
cambio instrumentado en la selección de candidatos a gobernadores. En pocas
palabras, ZEDILLO se amputó el dedo y lo repartió en cachitos a los
gobernadores.
PERDER O GANAR
En cuanto a la
sucesión presidencial fue sintomático que el candidato no emergiera de su grupo
compacto sino que recayera en un veterano del lamadridismo, PANCHO LABASTIDA.
Nueve años mayor
que el presidente, difícilmente podríamos ver a LABASTIDA como un delfín de
ZEDILLO. La suerte estaba echada, el PRI iba de salida y el mundo empresarial
(temeroso de la izquierda cardenista) apuntaba hacia el gobernador de
Guanajuato, VICENTE FOX.
Desde luego, FOX
ganó por mérito propio. La misión de ZEDILLO fue sacar las manos para que la
inconformidad acumulada por años hiciera el resto.
Por ello, desde que
renuncia a promover un delfín, abdica también a impulsar un candidato ganador. Se
escucha duro, pero LABASTIDA fue solo un sparring.
Importa el dato
porque la elección ya próxima del 2018 deberá plantearse esta disyuntiva al
interior del PRI.
El perfil del
candidato será muy distinto (1) si PEÑA NIETO quiere impulsar un proyecto ganador
o bien (2) un nuevo mártir de la alternancia, como LABASTIDA.
Cabe preguntar, ¿Qué
planes tiene el presidente?