lunes, 6 de marzo de 2017

Surrealismo urbano

Cd. Victoria.- Llamativa, al menos, la hiperactividad del alcalde cuerudo OSCAR ALMARAZ y su presencia permanente en los cuatro puntos cardinales del municipio.
Importa conocer su punto de vista, aunque también escuchar otras voces porque la cabecera de Victoria se observa rebasada por las problemáticas mismas del crecimiento urbano, sin encontrar respuesta adecuada.
Y esto va desde el apretujado primer cuadro donde a nadie parece importar el destino de esa arquitectura antigua cuya primera clasificación hecha por el INAH data del manotuato, sin que ello haya evitado su demolición o su deterioro.
Crecen las avenidas rápidas pero sin obras complementarias que aseguren su viabilidad a futuro. Pese a su reciente modernización, la avenida Tamaulipas (el viejo Ocho, entre Berriozabal y Naciones Unidas) estaría condenada a su saturación en el mediano plazo si no se emprenden líneas contiguas que desfoguen el creciente tráfico de la zona dorada.
Ni la paralela al poniente de la calle Nueve ni el eje al oriente que corre entre Tenochtitlán, Teocaltiche y Bugambilias parecen incluidos en algún plan vial que trace vías alternativas hacia Naciones Unidas. Un tapón, entre otros: el carácter cerrado del fraccionamiento Campestre.
Volviendo al centro, otras capitales han desarrollado fideicomisos para la adquisición y reutilización de propiedades en su primer cuadro, lo cuál permite abrir espacios, devolver verdor y reinyectar vida al viejo centro histórico. No ocurre en Victoria.
Por igual interminables, los absurdos que se cometen por caprichos de munícipes despistados. Cito el ejemplo de un edil que venía de una familia donde todos los hermanos varones fueron de alta estatura y complexión espigada. En la escuela les decían “los tubos”.
¿Qué hizo este alcalde el día que se le ocurrió levantar un Monumento a la Familia?... Véalo usted, en el 16 Berriozabal: ¡Tubos!

LA LOCURA
Ofensas así, contra el más elemental sentido común, se acumulan sin encontrar, en respuesta, algún voto de castigo o (al menos) voces propositivas en foros gremiales de arquitectos, ingenieros, historiadores.
Por la capital del Estado, de sur a norte, del centro a la periferia, la avenida Sulaimán es un monumento al surrealismo urbano.
Mire usted, la gestión de los cruces citadinos es un ejemplo elemental aunque muy ilustrativo del papel mediador que ejerce la autoridad. Señales, letreros, símbolos, por igual administran las oportunidades de paso.
Avenidas con mayor flujo vehicular tienen preferencia sobre calles y estas, a su vez, sobre callejones. Para eso se inventaron esos octágonos rojos con letras blancas llamados “altos” y también los semáforos, cuando dos avenidas mayores compiten en importancia.
Por todo ello, cualquier decisión de semaforizar un cruce de caminos exige (como mínimo) que las rutas involucradas observen un flujo vehicular equivalente.
Lo chistoso es que entre los dos libramientos, el Fidel Velázquez y el Naciones Unidas (el viejo y el nuevo) fueron instalados sistemas de semáforos en seis cruces (sobreviven cinco) sin que regidor o partido alguno hayan señalado el absurdo.
Concurrencias de calles y callejuelas que ni lejanamente compiten con Sulaimán en presencia vehicular. Citados de sur a norte: Juan Bautista, 20 de Noviembre, Leyes de Reforma, Jovita Aguilera y Artículo 16.
El único punto que (a mi ver y entender) justifica la semaforización es la esquina con Hombres Ilustres (Carlos Avilés).
En esto y en tantas cosas, se antoja larga la lista de pendientes. Quizás tendríamos que convocar a los habitantes de cada colonia para redondear el anecdotario de sinsabores perpetrados desde el 17 Hidalgo.
Desde luego, más allá de la crítica y la autocrítica, merecerían espacio (sobre todo) las propuestas.