Cd. Victoria.- La oferta de transparencia y rendición de cuentas
llegó en 2000 con el gobierno de VICENTE FOX, aunque (a decir verdad) fue
noticia vistosa pero rara vez rebasó el nivel anecdótico.
Supimos de las
toallas que compró doña MARTHA SAHAGÚN (cantidad, color, modelo, precio) pero
seguimos en ascuas respecto a las adquisiciones del sector salud, las importaciones
del ejército, los grandes tiburones de la vivienda y los contratos de autopistas
panorámicas que se desgajan a la tormenta siguiente.
La explicación es
que no basta la buena voluntad del gobernante. Debe haber una convocatoria
social para que herramientas como el acceso a la información sean funcionales.
El siguiente
paso es ir de la declaración a la promoción (formación, educación, siembra) de
una sociedad interesada, atenta y participativa en todas y cada una de las acciones
gubernamentales que involucren gasto público.
Los negocios que
la ley contempla entre el Estado y los particulares, ahí donde oscuras decisiones
de escritorio pueden impactar decididamente al erario, así como a la calidad de
las obras y servicios públicos.
Adquisiciones,
compras, proveedurías, créditos, becas, apoyos, licitaciones, permisos,
concesiones, obras.
INTERES PÚBLICO
El cambio es de sistema
y no de individuos. Solamente una sociedad de preguntones puede terminar con la
subcultura de la riqueza rápida y su recurrente cauda de multimillonarios
sexenales.
En este sentido,
el país estaría urgido de una ciudadanía metiche, gente inquisitiva, escéptica,
curiosa, cuyos temas de sobremesa, café y cantina sean precisamente estos (en
qué y cómo se gasta el dinero de todos) y no los tropiezos de la selección
mexicana o los memes de GALILEA MONTIJO.
No es obra que
se agote en una generación. Es para varias y exige algo más que buenos
propósitos en la cúpula. Plan maestro, reeducación ciudadana, esfuerzo, perseverancia.
Entendiendo,
pues, la información como un derecho (clamor, incluso), habría que pensar en
materias y talleres de transparencia a lo largo y ancho del sistema educativo,
a todos los niveles, básico, medio y superior.
Puesto que el
enriquecimiento súbito ha sido una práctica social arraigada a lo largo de incontables
generaciones, por igual la transparencia debe ser pensada en términos colectivos,
a corto y mediano plazos.
La pura
honestidad no basta si queremos que en verdad trascienda más allá del gobierno
en curso. Entender que se trata de un cambio de actitudes exige una labor de
enseñanza y adiestramiento.
ERA DIGITAL
Por supuesto, la
noticia citada al principio, el gasto en toallas que ejercía una primera dama,
habría sido imposible sin herramientas como la computación personal, la informatización
de los sistemas administrativos y el acceso digital a los acervos oficiales mediante
la red Internet.
Nada de esto
existía hace 35 años. No es siquiera imaginable una investigación como la
mencionada en tiempos anteriores, cuando el registro de gastos y compras
quedaba sepultado en montañas de papel.
Expedientes polvorientos,
confusos, enterrados (además) a piedra y lodo, a los que difícilmente se podría
acceder apersonándose en ventanilla o hurgando en bodegas deliberadamente
anárquicas.
Acaso por ello
se escuche atractiva la propuesta lanzada por el gobierno que preside FRANCISCO
GARCÍA CABEZA DE VACA, de llevar hasta sus últimas consecuencias la reforma
gubernamental en aras de eficientar el gasto.
Aunque justo sea
insistir que sin la participación social, los resultados serían parciales y
(acaso) pasajeros.
La gravedad y
dimensiones del problema ameritan un cambio profundo en la mentalidad
colectiva. Sin una cultura de la exigencia, a la vuelta de unos años estaríamos
volviendo a lo mismo.