viernes, 3 de marzo de 2017

Cultura de la exigencia

Cd. Victoria.- La oferta de transparencia y rendición de cuentas llegó en 2000 con el gobierno de VICENTE FOX, aunque (a decir verdad) fue noticia vistosa pero rara vez rebasó el nivel anecdótico.
Supimos de las toallas que compró doña MARTHA SAHAGÚN (cantidad, color, modelo, precio) pero seguimos en ascuas respecto a las adquisiciones del sector salud, las importaciones del ejército, los grandes tiburones de la vivienda y los contratos de autopistas panorámicas que se desgajan a la tormenta siguiente.
La explicación es que no basta la buena voluntad del gobernante. Debe haber una convocatoria social para que herramientas como el acceso a la información sean funcionales.
El siguiente paso es ir de la declaración a la promoción (formación, educación, siembra) de una sociedad interesada, atenta y participativa en todas y cada una de las acciones gubernamentales que involucren gasto público.
Los negocios que la ley contempla entre el Estado y los particulares, ahí donde oscuras decisiones de escritorio pueden impactar decididamente al erario, así como a la calidad de las obras y servicios públicos.
Adquisiciones, compras, proveedurías, créditos, becas, apoyos, licitaciones, permisos, concesiones, obras.

INTERES PÚBLICO
El cambio es de sistema y no de individuos. Solamente una sociedad de preguntones puede terminar con la subcultura de la riqueza rápida y su recurrente cauda de multimillonarios sexenales.
En este sentido, el país estaría urgido de una ciudadanía metiche, gente inquisitiva, escéptica, curiosa, cuyos temas de sobremesa, café y cantina sean precisamente estos (en qué y cómo se gasta el dinero de todos) y no los tropiezos de la selección mexicana o los memes de GALILEA MONTIJO.
No es obra que se agote en una generación. Es para varias y exige algo más que buenos propósitos en la cúpula. Plan maestro, reeducación ciudadana, esfuerzo, perseverancia.
Entendiendo, pues, la información como un derecho (clamor, incluso), habría que pensar en materias y talleres de transparencia a lo largo y ancho del sistema educativo, a todos los niveles, básico, medio y superior.
Puesto que el enriquecimiento súbito ha sido una práctica social arraigada a lo largo de incontables generaciones, por igual la transparencia debe ser pensada en términos colectivos, a corto y mediano plazos.
La pura honestidad no basta si queremos que en verdad trascienda más allá del gobierno en curso. Entender que se trata de un cambio de actitudes exige una labor de enseñanza y adiestramiento.

ERA DIGITAL
Por supuesto, la noticia citada al principio, el gasto en toallas que ejercía una primera dama, habría sido imposible sin herramientas como la computación personal, la informatización de los sistemas administrativos y el acceso digital a los acervos oficiales mediante la red Internet.
Nada de esto existía hace 35 años. No es siquiera imaginable una investigación como la mencionada en tiempos anteriores, cuando el registro de gastos y compras quedaba sepultado en montañas de papel.
Expedientes polvorientos, confusos, enterrados (además) a piedra y lodo, a los que difícilmente se podría acceder apersonándose en ventanilla o hurgando en bodegas deliberadamente anárquicas.
Acaso por ello se escuche atractiva la propuesta lanzada por el gobierno que preside FRANCISCO GARCÍA CABEZA DE VACA, de llevar hasta sus últimas consecuencias la reforma gubernamental en aras de eficientar el gasto.
Aunque justo sea insistir que sin la participación social, los resultados serían parciales y (acaso) pasajeros.
La gravedad y dimensiones del problema ameritan un cambio profundo en la mentalidad colectiva. Sin una cultura de la exigencia, a la vuelta de unos años estaríamos volviendo a lo mismo.