lunes, 20 de marzo de 2017

El señor perseverancia

Cd. Victoria.- Decir que ANDRES MANUEL es un costal de mañas no lo distingue demasiado si recordamos que el calificativo aplica a un vasto sector de la clase política.
Aunque en su caso se trata de una marca profunda, la principal. Rasgo muy mexicano, ante la endeble educación formal (una licenciatura que tardó 10 años en llegar) donde las habilidades compensatorias menudean.
Su fortaleza descansa en la perseverancia. Y mire usted que acaso haya un importante sector de votantes (mediana edad en adelante) dispuestos a darle el sufragio solamente por ello, como justo premio al hombre porfiado.
En parte porque la tenacidad en política exige habituarse al territorio minado, sobrevivir a trampas y traiciones, jamás darse por vencido, levantarse siempre.
Su historial de batallas perdidas arranca con las dos derrotas consecutivas que sufrió en las elecciones gubernamentales de Tabasco (1988 y 1994) en manos de los priístas SALVADOR NEME y ROBERTO MADRAZO.
Cualquier otro hombre se habría dado por vencido, pero apenas dos años después (1996) conquista la dirigencia nacional del PRD para hacerse cargo de una contienda crucial, la intermedia federal de 1997.
Proceso donde AMLO rinde buenas cuentas, al incrementar para su partido el número de curules y (sobre todo) por el triunfo contundente del ingeniero CUAUHTEMOC CÁRDENAS en la histórica elección para Jefe de Gobierno en la capital mexicana.

MEJOR SUERTE
Sin menoscabo de duda, aunque no se haya presentado como candidato, la campaña del 97 fue un gran triunfo de AMLO. El primero por cierto.
Su segunda victoria llega en 2000, como sucesor de CÁRDENAS en el entonces llamado Distritito Federal, por los días en que VICENTE FOX llegaba a Los Pinos.
Con dos derrotas y dos victorias en su haber, AMLO contenderá en 2006 por el más alto cargo político nacional. La Presidencia de la República, frente a su antiguo rival ROBERTO MADRAZO y el panista FELIPE CALDERÓN.
El veredicto oficial diría que CALDERÓN ganó por fracciones de punto y el tribunal electoral hubo de confirmarlo, pese a la tumultuaria protesta desatada por el obradorismo en la capital del país.
Seis años después, en 2012, el esfuerzo se repite, con grandes marchas y recorridos, impacto sobresaliente y (al final) otra ruidosa derrota de AMLO, ahora frente al candidato del PRI ENRIQUE PEÑA NIETO.
Aunque esta vez la desventaja del tabasqueño ya no fue por décimas sino por cuatro puntos y ello le restó fuerza a sus inevitables protestas, asumiendo PEÑA, sin problemas, en diciembre del mismo año.
Nacido el 13 de noviembre de 1953, AMLO tenía 53 años en 2006, 59 en 2012 y tendrá 65 en 2018. Haciendo acopio del refranero popular, esta vez acompaña sus tareas proselitistas con el eslogan “la tercera es la vencida”.
Al respecto, la elasticidad del lenguaje apunta en dos direcciones. Que en dicha tercera puja salga vencedor o bien que (de no lograrlo) se tenga que dar por vencido.

INESTABLE
Aunque nada es seguro con este hombre que ha cultivado la testarudez como una devoción personal, férrea, indoblegable.
Tema aparte sería el preguntar por qué un sector importante de la izquierda electoral y los sectores progresistas de México se muestran reacios a otorgar su amor completo a las reiteradas batallas de AMLO.
Aquí está acaso la clave de sus dos últimas derrotas. Ese carácter pasional, la chispa rápida que (se piensa) pudiera poner al país en aprietos una vez convertido en titular del Ejecutivo, Primer Magistrado de la nación y Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas.
Inspiran más miedo sus arrebatos pasionales que un modelo de gobierno cuyo perfil nos remonta al estado benefactor de LÁZARO CÁRDENAS o (más moderado aún) al de ADOLFO LÓPEZ MATEOS.
Se duda del hombre, más que del programa.