Cd. Victoria.- Decir que ANDRES MANUEL es un costal de mañas no lo
distingue demasiado si recordamos que el calificativo aplica a un vasto sector
de la clase política.
Aunque en su
caso se trata de una marca profunda, la principal. Rasgo muy mexicano, ante la
endeble educación formal (una licenciatura que tardó 10 años en llegar) donde las
habilidades compensatorias menudean.
Su fortaleza
descansa en la perseverancia. Y mire usted que acaso haya un importante sector
de votantes (mediana edad en adelante) dispuestos a darle el sufragio solamente
por ello, como justo premio al hombre porfiado.
En parte porque
la tenacidad en política exige habituarse al territorio minado, sobrevivir a trampas
y traiciones, jamás darse por vencido, levantarse siempre.
Su historial de
batallas perdidas arranca con las dos derrotas consecutivas que sufrió en las
elecciones gubernamentales de Tabasco (1988 y 1994) en manos de los priístas
SALVADOR NEME y ROBERTO MADRAZO.
Cualquier otro
hombre se habría dado por vencido, pero apenas dos años después (1996) conquista
la dirigencia nacional del PRD para hacerse cargo de una contienda crucial, la
intermedia federal de 1997.
Proceso donde
AMLO rinde buenas cuentas, al incrementar para su partido el número de curules y
(sobre todo) por el triunfo contundente del ingeniero CUAUHTEMOC CÁRDENAS en la
histórica elección para Jefe de Gobierno en la capital mexicana.
MEJOR SUERTE
Sin menoscabo de
duda, aunque no se haya presentado como candidato, la campaña del 97 fue un
gran triunfo de AMLO. El primero por cierto.
Su segunda
victoria llega en 2000, como sucesor de CÁRDENAS en el entonces llamado
Distritito Federal, por los días en que VICENTE FOX llegaba a Los Pinos.
Con dos derrotas
y dos victorias en su haber, AMLO contenderá en 2006 por el más alto cargo
político nacional. La Presidencia de la República, frente a su antiguo rival
ROBERTO MADRAZO y el panista FELIPE CALDERÓN.
El veredicto
oficial diría que CALDERÓN ganó por fracciones de punto y el tribunal electoral
hubo de confirmarlo, pese a la tumultuaria protesta desatada por el obradorismo
en la capital del país.
Seis años
después, en 2012, el esfuerzo se repite, con grandes marchas y recorridos,
impacto sobresaliente y (al final) otra ruidosa derrota de AMLO, ahora frente
al candidato del PRI ENRIQUE PEÑA NIETO.
Aunque esta vez
la desventaja del tabasqueño ya no fue por décimas sino por cuatro puntos y ello
le restó fuerza a sus inevitables protestas, asumiendo PEÑA, sin problemas, en
diciembre del mismo año.
Nacido el 13 de
noviembre de 1953, AMLO tenía 53 años en 2006, 59 en 2012 y tendrá 65 en 2018.
Haciendo acopio del refranero popular, esta vez acompaña sus tareas
proselitistas con el eslogan “la tercera es la vencida”.
Al respecto, la
elasticidad del lenguaje apunta en dos direcciones. Que en dicha tercera puja salga
vencedor o bien que (de no lograrlo) se tenga que dar por vencido.
INESTABLE
Aunque nada es
seguro con este hombre que ha cultivado la testarudez como una devoción
personal, férrea, indoblegable.
Tema aparte
sería el preguntar por qué un sector importante de la izquierda electoral y los
sectores progresistas de México se muestran reacios a otorgar su amor completo
a las reiteradas batallas de AMLO.
Aquí está acaso
la clave de sus dos últimas derrotas. Ese carácter pasional, la chispa rápida
que (se piensa) pudiera poner al país en aprietos una vez convertido en titular
del Ejecutivo, Primer Magistrado de la nación y Comandante en Jefe de las
Fuerzas Armadas.
Inspiran más miedo
sus arrebatos pasionales que un modelo de gobierno cuyo perfil nos remonta al
estado benefactor de LÁZARO CÁRDENAS o (más moderado aún) al de ADOLFO LÓPEZ
MATEOS.
Se duda del
hombre, más que del programa.