Cd.
Victoria.- Pierden tiempo, sin duda, partidos,
organizaciones, medios, redes y hasta las instancias oficiales en el (por
demás) ocioso deslinde de responsabilidades respecto a los disturbios y saqueos
que incendian hoy al país.
El hartazgo es prácticamente el mismo. Y
aplica igual si pensamos en (1) expresiones espontáneas de rebelión social que
si (2) le hacemos un huequito a las tesis conspirativas que ubican como gestor
al gobierno federal, o bien (3) a su demonio favorito LÓPEZ OBRADOR o, incluso,
(4) si actúan con financiamiento de la delincuencia organizada.
Y pierden tiempo porque hay un hecho
objetivo por encima de todas las explicaciones, tesis o marcos teóricos.
El hambre. La caída drástica en el poder
adquisitivo de los trabajadores, gestada desde los primeros años ochentas y que
parece haber tocado nuevamente fondo con el gasolinazo.
Justo es decir que ni los gobiernos de la
alternancia (FOX, CALDERÓN) ni el actual de PEÑA NIETO hicieron algo por
corregir el daño de las cuatro administraciones anteriores.
Élites, al fin, la tesis que comparten
ambos partidos descansa en estilos variables de administración, gobernanza
eficaz, distintas maneras de entender la gestión pública y (como elemento común)
la mano dura.
Pero todo desde una óptica que excluye,
de entrada, cualquier diagnóstico serio sobre la desesperación que se vive en
la base de la pirámide social.
HIPÓTESIS
VARIAS
No hay, siquiera, un reconocimiento responsable
al origen netamente económico de la explosión delictiva.
Entender, por ejemplo, que los saqueadores
(como los sicarios) son prófugos del salario legal. O, como dijera TED KENNEDY,
los trabajadores le perdieron respeto a la ley cuando la ley se convirtió en su
principal enemigo.
Al respecto, poco interés tiene el saber en
cuáles casos la violencia es genuina y en dónde resulta prohijada por las
fuerzas oscuras del Estado, los sótanos del gobierno, para dividir la
inconformidad popular.
O en cuáles más se siente la mano de AMLO,
los grupos anarquistas, la vieja y nueva guerrilla y demás argumentos
espectrales.
Al final de cuentas es lo mismo. Sin
pasto seco la llamarada no sería posible. Son razones de supervivencia
colectiva las que llevan mano en cualquier explicación que pretenda ser
congruente.
Se cumplirán este lunes nueve días
consecutivos de inconformidad manifiesta (unos más, otros menos) en todos los
estados de la República.
Resulta difícil de creer que sean de
México esas imágenes de supermercados saqueados o tiendas de conveniencia
devastadas por la furia y la rapacidad sin freno.
Cualquiera diría que corresponden a
sucesos lejanos, en África, acaso de Sudamérica en los tiempos del “caracazo” o
el “bogotazo”, cuando masas humanas desesperadas rebasaron con creces a los
agentes del orden.
Solo que en México tales estados de
anomia (ausencia generalizada de respeto por la ley) están ocurriendo no solo
en la ciudad capital (Caracas, Bogotá, México) sino en todo el territorio
nacional, urbano y también rural.
El más reciente reporte de SEGOB habla de
mil 500 detenidos por los actos vandálicos cometidos particularmente en
comercios. Medio millar de tiendas, cifra conservadora. Acaso más.
EMERGENCIAS
Este lunes entra en vigor el nuevo número
telefónico 911, implementado en todo el país de manera gradual entre septiembre
y octubre, en sustitución del 066.
Más que un reemplazo de dígitos, el
Centro de Comando, Control, Cómputo y Comunicaciones se homologa a un sistema
de carácter nacional que atenderá emergencias bajo una óptica nacional.
Aplica en los 43 municipios de la
entidad, involucrando en ello a todas las corporaciones policíacas así como
Bomberos, Cruz Roja, Cruz Ámbar y Ángeles Verdes.