Cd.
Victoria.- Quienes tiempo atrás pensamos que nuestra
generación estaba inventando la inconformidad, aprendimos en pocos años una
lección elemental.
Anda por ahí un texto que data de la
antigüedad clásica (Grecia) donde un presunto SÓCRATES se queja de los males
que atañen a los jóvenes de su época.
Generación (dice) dada al lujo, maleducada,
burlona de sus mayores, irrespetuosa con los ancianos. Hijos tiranos
enfrentados a sus padres, de conducta insoportable, impulsiva, sin futuro.
Conocí la cita a finales de los noventas en
formato PowerPoint, me la topé luego en redes sociales (Facebook, Twitter) y la
he visto multiplicada en redes tribales (WhatsApp, Telegram).
Si es cierta o no, si tiene fundamento
sólido o es una mera aportación del imaginario colectivo, no me consta ni lo
niego. Pero dice algo digno de consideración.
Los problemas de hoy que sobrevaloramos
como novedad y les damos rango hasta de umbrales inéditos, tienen pasado y hasta
recurrencia histórica.
La diferencia estriba en la manera de
enfrentarlos, a cada época un diagnóstico y también una estrategia, aunque la
punzada juvenil sea la misma.
De hecho, habría que valorarla como una
necesaria señal de advertencia, un foco rojo que sirve de alerta ante la
amenaza de mundos todavía peores.
CONFIRMANDO
¿Violencia gratuita, odio sin sentido,
agresión que prescinde de ideales, rencor sin causa que parece emerger de un
hoyo negro, apología del parricidio, la criminalidad generacional?
Todo esto aflora en torno a los hechos violentos
de Monterrey, donde un adolescente se sintió capaz de abanderar la desesperanza
de sus congéneres para disparar sobre maestra y alumnos, antes de terminar con
su propia vida.
Cabe recurrir al contexto, antes de que el
lector se deje seducir por eso que MONSIVAIS llamaba la “sociología de
banqueta”.
Me remito a finales de los noventas, cuando
Internet todavía corría sobre los viejos modems telefónicos a 56 kilobytes por
segundo (kbps) que en honor a McLUHAN lucían la marca de “Global Village”
(aldea global, para los no iniciados).
Recuerdo un sitio español al que acudí en
busca de software libre y donde me topé con un fascinante repertorio de maldad abierta,
cruda, deliberada.
Difícil creer que en un mismo portal
concurrieran promotores de la anticultura punk, neonazis, místicos de LUZBEL, darketos,
ufólogos, apocalípticos, vendedores de droga casera y pornografía marginal, anarquistas
de viejo y nuevo cuño, piratas de software, películas y música.
Me llamó la atención uno de sus apartados
donde los siempre anónimos blogueros (no existían redes entonces) mostraban
como héroes a los adolescentes de Estados Unidos que por entonces (como ahora)
disparaban contra condiscípulos y maestros en la Unión Americana.
Dato al calce, estaba reciente la masacre
escolar de Columbine, en Colorado, cuyo saldo fue de 13 muertos y 23 heridos.
ANTES,
HOY
Dar trato de ídolos a verdugos juveniles de
gente indefensa, exaltar sus acciones al nivel de epopeyas, ubicarlos como modelos
de conducta, ejemplos a seguir… ¿En dónde hemos visto esto?
En Monterrey, por supuesto, en el presente
2017. Es decir, (1) en las redes que hicieron posible al estudiante agresor,
(2) mismas que le aplauden hoy y (3) lanzan exhortos para que nuevas acciones
del mismo corte se repitan.
Hijos del abatimiento, criaturas del
abismo, descreen de todo pero no se alejan del entorno que los agobia. Lo
encaran de manera operante, modalidad propia de la desesperanza activa.
La memoria histórica dice que siempre han
existido individuos, grupos, generaciones así. El daño que hagan depende de cada
época.
De nueva cuenta una vieja enseñanza. La
diferencia estriba en la puntualidad con que respondamos a ello, si profundiza
o retrocede su acción predatoria.