viernes, 20 de enero de 2017

Desesperanza activa

Cd. Victoria.- Quienes tiempo atrás pensamos que nuestra generación estaba inventando la inconformidad, aprendimos en pocos años una lección elemental.
Anda por ahí un texto que data de la antigüedad clásica (Grecia) donde un presunto SÓCRATES se queja de los males que atañen a los jóvenes de su época.
Generación (dice) dada al lujo, maleducada, burlona de sus mayores, irrespetuosa con los ancianos. Hijos tiranos enfrentados a sus padres, de conducta insoportable, impulsiva, sin futuro.
Conocí la cita a finales de los noventas en formato PowerPoint, me la topé luego en redes sociales (Facebook, Twitter) y la he visto multiplicada en redes tribales (WhatsApp, Telegram).
Si es cierta o no, si tiene fundamento sólido o es una mera aportación del imaginario colectivo, no me consta ni lo niego. Pero dice algo digno de consideración.
Los problemas de hoy que sobrevaloramos como novedad y les damos rango hasta de umbrales inéditos, tienen pasado y hasta recurrencia histórica.
La diferencia estriba en la manera de enfrentarlos, a cada época un diagnóstico y también una estrategia, aunque la punzada juvenil sea la misma.
De hecho, habría que valorarla como una necesaria señal de advertencia, un foco rojo que sirve de alerta ante la amenaza de mundos todavía peores.

CONFIRMANDO
¿Violencia gratuita, odio sin sentido, agresión que prescinde de ideales, rencor sin causa que parece emerger de un hoyo negro, apología del parricidio, la criminalidad generacional?
Todo esto aflora en torno a los hechos violentos de Monterrey, donde un adolescente se sintió capaz de abanderar la desesperanza de sus congéneres para disparar sobre maestra y alumnos, antes de terminar con su propia vida.
Cabe recurrir al contexto, antes de que el lector se deje seducir por eso que MONSIVAIS llamaba la “sociología de banqueta”.
Me remito a finales de los noventas, cuando Internet todavía corría sobre los viejos modems telefónicos a 56 kilobytes por segundo (kbps) que en honor a McLUHAN lucían la marca de “Global Village” (aldea global, para los no iniciados).
Recuerdo un sitio español al que acudí en busca de software libre y donde me topé con un fascinante repertorio de maldad abierta, cruda, deliberada.
Difícil creer que en un mismo portal concurrieran promotores de la anticultura punk, neonazis, místicos de LUZBEL, darketos, ufólogos, apocalípticos, vendedores de droga casera y pornografía marginal, anarquistas de viejo y nuevo cuño, piratas de software, películas y música.
Me llamó la atención uno de sus apartados donde los siempre anónimos blogueros (no existían redes entonces) mostraban como héroes a los adolescentes de Estados Unidos que por entonces (como ahora) disparaban contra condiscípulos y maestros en la Unión Americana.
Dato al calce, estaba reciente la masacre escolar de Columbine, en Colorado, cuyo saldo fue de 13 muertos y 23 heridos.

ANTES, HOY
Dar trato de ídolos a verdugos juveniles de gente indefensa, exaltar sus acciones al nivel de epopeyas, ubicarlos como modelos de conducta, ejemplos a seguir… ¿En dónde hemos visto esto?
En Monterrey, por supuesto, en el presente 2017. Es decir, (1) en las redes que hicieron posible al estudiante agresor, (2) mismas que le aplauden hoy y (3) lanzan exhortos para que nuevas acciones del mismo corte se repitan.
Hijos del abatimiento, criaturas del abismo, descreen de todo pero no se alejan del entorno que los agobia. Lo encaran de manera operante, modalidad propia de la desesperanza activa.
La memoria histórica dice que siempre han existido individuos, grupos, generaciones así. El daño que hagan depende de cada época.
De nueva cuenta una vieja enseñanza. La diferencia estriba en la puntualidad con que respondamos a ello, si profundiza o retrocede su acción predatoria.