Cd.
Victoria.- La coincidencia se extiende más allá de
los partidos, de CABEZA DE VACA a PEÑA NIETO. Todavía no es tiempo de sacar al
ejército de las calles. Tampoco a los marinos.
La razón salta a la vista, no hay quien
haga el trabajo. Ni la Policía Federal ni su disminuido apéndice la Gendarmería
tienen capacidad numérica para acudir al reemplazo.
Menos aún las corporaciones estatales (sin
importar cómo se llamen) y de las municipales mejor ni hablamos.
En otras latitudes del globo, las
policías nacionales (gendarmerías, carabineros, guardias civiles) han asumido
con éxito la responsabilidad, entre otras razones porque sus ejércitos tienen
demasiada actividad fuera de sus fronteras.
En México, en cambio, hay una tradición
distinta. Nuestras fuerzas armadas son definidas como ejército de paz y la más
numerosa de las dependencias castrenses no se llama Secretaría de Guerra sino
de Defensa. Acaso por ello la mirada de soldados y marinos está puesta en el
frente interno.
PARTO
FALLIDO
Se recordará que ENRIQUE PEÑA NIETO
prometió en su campaña de 2012 crear una institución monumental.
Una corporación policiaca de carácter
nacional bautizada desde entonces como Gendarmería y que estaría integrada,
desde el arranque, con 40 mil hombres.
La visión del entonces candidato es que
no esperaría a capacitar tanta gente sino que, de manera automática,
trasladaría cuadros del Ejército y la Marina a ese nuevo proyecto, bajo mando
civil y dependiente de Gobernación.
El modelo se importó de experiencias
reconocidas en Europa y Sudamérica, como la francesa Gendarmerie National o las
policías militarizadas de Colombia y Chile, adscritas todas al ministerio del interior.
Aunque algo falló. Ciertamente, SEGOB
absorbió de inmediato a la Policía Federal al asumir PEÑA en 2012 y desaparecer
la Secretaría de Seguridad Pública.
Pero la dichosa Gendarmería, la “gran
arma civil” de cobertura republicana que daría descanso a las fuerzas
castrenses jamás llegó.
Por ahí la fueron posponiendo. La
anunciada reconversión (mediante simple cambio de adscripción) de efectivos
militares en policías demostró ser bastante más difícil de lo que PEÑA imaginó.
Al final no pudo. Tras bastidores se
filtró que los altos mandos de SEDENA y SEMAR no vieron con buenos ojos que sus
muchachos fueran reubicados en una institución bajo mando civil.
No será hasta agosto de 2014 (contados 21
meses luego de asumir la Presidencia) cuando se presenta en sociedad la traída
y llevada Gendarmería, reducida a una simple división (la séptima) de la ya
existente Policía Federal.
VANAGLORIA
INUTIL
Seguimos, pues, echando de menos esa gran
arma nacional que proteja a los mexicanos de la delincuencia y permita a soldados
y marinos retornar a sus cuarteles.
De nuevo vemos aquí una falla de carácter
formal que se convierte en problema de fondo. Algo típico en PEÑA NIETO.
Su afán de innovar por innovar, la
vanidad de dar vida a una dependencia distinta que le diera sello a su régimen (y
por la cuál sería recordado) a la postre echó a perder las cosas.
Para fines prácticos, el cimiento de esa
gran arma nacional en manos civiles ya existía en la corporación creada por
ERNESTO ZEDILLO (enero de 1999) bajo el nombre de Policía Federal Preventiva (PFP).
Dependencia que luego fue reestructurada
por FELIPE CALDERÓN (junio de 2009) y renombrada como Policía Federal (PF),
sumando en ella facultades de investigación y prevención.
Pero PEÑA no supo o no quiso ver. Sin
mucho ruido, sin los rimbombantes uniformes de la gendarmería y sin la fracasada
(y cara) asesoría colombiana, el camino más sencillo era fortalecer a fondo la
PF y punto. Así de sencillo.
Se perdió la oportunidad. Veremos que
proponen los candidatos de todos los partidos en 2018.