Cd.
Victoria.- Activista ciudadano, fundador de
partidos y organizaciones sociales, ingeniero civil por la UNAM, catedrático,
científico, el veracruzano HEBERTO CASTILLO consagró su vida a la defensa del
patrimonio petrolero, de cuya administración fue un crítico implacable.
Desde las más diversas tribunas, en
diarios, revistas, semanarios (PROCESO, el más socorrido) CASTILLO solía
insistir en que México jamás debía conformarse con el papel de simple extractor
y exportador de un producto primario como es el crudo.
Su frase favorita era “la mayor riqueza
del petróleo le queda a quien lo transforma”, quien le añade valor con su
trabajo, para producir fibras sintéticas, plásticos, poliéster, lubricantes,
pinturas, barnices, solventes, fertilizantes, insecticidas, detergentes y,
desde luego, gasolina y diesel.
Con antelación vaticinó en los primeros
años ochentas que PEMEX se iría al traste si no consolidaba un complejo exitoso
capaz de suministrar al mercado interno y exportar los principales derivados
del petróleo.
AQUEL
VATICINIO
Pero también CASTILLO advirtió el peligro
de que Petróleos Mexicanos quedase a merced de una burocracia rapaz, en alianza
con el sindicalismo charro y contratistas ladrones.
El común denominador de esta trinca fatal
fue y ha sido la grosera ambición por la ganancia rápida, cuantiosa y sin asomo
de escrúpulos.
Para decirlo en términos campiranos,
durante décadas unos y otros ordeñaron la vaca sin darle de comer.
Expoliaron la industria del “oro negro”
sin mejorar sus activos, ni reponerle los suministros mínimos, sin
refaccionarla ni darle el mantenimiento necesario.
A nadie extrañe, pues, que hoy las
refinerías de Salamanca, Salina Cruz, Minatitlán, Madero o Cadereyta estén
convertidas en un montón de fierros viejos.
El colmo de los colmos, que nuestro país
(petrolero por antonomasia) haya pasado de exportador a importador de gasolina.
Sencillamente, en otros países tienen
procesos de vigilancia más eficientes que en México donde contratistas,
proveedores y líderes venales han aplicado en esa gran industria el menú
completo de trapacerías que se acostumbra en otros ámbitos de la vida nacional.
Desde la subcontratación hasta la
facturación espuria y los pagos cuantiosos a empresas fantasmas.
En tiempos de JORGE DÍAZ SERRANO fue
noticia mundial la presencia de petróleo mexicano a la venta en el mercado
negro del Mar del Norte (como hoy ocurre con el venezolano) sin dejar registro
contable en el país de origen. Negocio de saqueadores.
DESLINDE
PARCIAL
Sobre la actual crisis del sector, la
explicación más conservadora es que la hacienda federal retiene buena parte de
las ganancias generadas por la paraestatal. Argumento que luego se emplea para
pedir a gritos su privatización total.
Aunque el verdadero problema de PEMEX no
es su condición de empresa pública sino la sobreabundancia de intereses
parasitarios que vampiriza sus utilidades y adelgaza su margen de operación,
antes aún de que el gobierno aplique algún impuesto.
Y cuando, de tiempo en tiempo, se
emprenden guerras santas contra la corrupción petrolera, las caras sucias de
siempre son los sindicalistas, contra los cuales se dirige toda la inquina de
la opinión pública.
Muy de vez en cuando se castiga a un
ejecutivo (DIAZ SERRANO) y esto como mero ajuste de cuentas político, nunca por
afán moralizador.
Y, bueno, alguna gracia divina protege a
los mastodontes del empresariado energético que hicieron sus fortunas con las
mismas mañas.
Ellos están blindados no solamente de la
ley sino hasta de la exposición pública, mediática. Y si alguna vez asoman en
los periódicos, será para recibir un reconocimiento público, medalla al mérito,
diploma legislativo, aplauso y premio.