jueves, 19 de enero de 2017

Trinchera escolar

Cd. Victoria.- Tragedias como la ocurrida la mañana de este miércoles en el Colegio Americano de Monterrey constituyen un indicativo claro de lo que podría suceder en México si nos dejamos contagiar por el culto a las armas para uso doméstico que caracteriza al país del norte.
Es noticia recurrente del medio escolar estadounidense el que un adolescente rebase el umbral de resistencia a conflictos de orden emocional dándoles salida por la vía de la venganza criminal.
Cualquier problema puede activar la masacre. El regaño de un profesor, una mala calificación, circunstancias previas de bullying sufridas por el agresor.
O bien la exclusión de un equipo deportivo y hasta un desengaño amoroso que en esas edades puede ser perturbador.
Los diarios de hoy tendrán oportunidad de recopilar cronologías sobre episodios similares a lo largo y ancho de la Unión Americana, en el último medio siglo.
Masacres que, por cierto, no ablandan ni mínimamente el corazón de los “lobistas” y cabilderos de la industria bélica, empeñados no solo en preservar sino (incluso) ampliar el acceso fácil a las armas.
Hace tiempo escribí en esta columna que entrar a la intimidad de una familia francesa, alemana, española o italiana puede significar para el visitante el conocer sus colecciones de arte, música, libros o la selecta cava.
En Estados Unidos le abren a usted las puertas del armario. Un alucinante repertorio de fusiles, de corto y largo alcance, rifles y escopetas, bala y cartucho, más toda suerte de armas cortas, revólveres y escuadras, cananas y miras telescópicas.
Y es que la siniestra combinación del marketing con la industria de la muerte ha propiciado que sus vendedores hagan uso intensivo de la seducción publicitaria y busquen fascinar al consumidor. Fabricarle necesidades.
Engatusarlo con la misma inteligencia persuasiva de quien anuncia perfumes, ropa elegante, pastas de dientes, detergentes, zapatos deportivos o gadgets electrónicos.

FANTASÍA ARMADA
Su éxito, el vincular la tenencia desmesurada de armamento en los hogares, como un símbolo de estatus donde las modas marcan estilos y tendencias.
Son carabinas y también pertrechos, ropa acorde con la autoimagen deseada. Para frío y calor, tiempo seco y lluvioso, en caqui o aguamarina.
Y son gorras y cachuchas que de tiempo en tiempo ponen de moda las fuerzas especiales de su predilección: “seals” o boinas verdes, estilo Okinawa o Fort Bragg.
Para todos los gustos y evocaciones históricas, del asalto a Normandía a las guerras del Golfo, pasando por la jungla del Vietcong, la toma de Panamá y las áridas planicies de Afganistán.
Con cola de zorro, estilo DANIEL BOONE, sombrero de ala plana como INDIANA JONES o aplicaciones de pluma rememorando la gesta del general CUSTER contra el jefe sioux “Caballo Loco”.
Enseres de guardar y colgar, sustancias y menjurjes para dar limpieza a la culata y brillo al cañón. Delicados paños que frotan la mira telescópica.
Y las correspondientes fundas (¡Las alforjas!) donde va empacado todo, distintas siempre en cada ocasión. En material sintético o (si el comprador fue hippie) fibra natural.
Para colgar en hombro y espaldas, atrás o adelante del vehículo, junto al asiento o en el maletero, en el capacete incluso.
Que hagan juego con los colores de la lancha. Y si los catalejos son de un verde terroso como el paisaje de Irak, ¡Cuánto mejor!...
El caso es que en la era TRUMP algunos paisanos quisieran esto para México y se declaran listos para zambullirse en la basura del río americano.
En ciudades como Monterrey, estamos viendo ya los primeros avances de esta película infernal.
Buen discurso, por cierto, el del “Bronco” JAIME RODRÍGUEZ, pidiendo alejar a los menores de las armas.