Cd.
Victoria.- Quien haya vivido y además recuerde los
aciagos años ochentas, sabrá lo que representó (1) sufrir incrementos
permanentes a precios y tarifas de bienes y servicios que ofrece el Estado:
luz, agua, combustibles.
Y también (2) el impacto que estos
productos líderes tenían en el esquema general de precios, particularmente en
la canasta básica, el transporte urbano y foráneo.
Por supuesto, existe memoria del (3)
inmenso sacrificio que representó para toda una generación de mexicanos la
“purga de caballo” aplicada en la economía para bajar de tres a dos dígitos y
finalmente a un dígito la inflación y las tasas de interés.
De ahí la preocupación ante el retorno a
los incrementos en combustibles con cifras de dos dígitos (Magna 14%, Premium
20%y Diesel 16.5%) que por supuesto impactarán al resto de la economía.
A lo cuál habría que añadir ajustes
menores previstos en tarifas eléctricas.
FONDO
Y FORMA
En el contexto, analistas señalan que el
esquema de precios fijos sostenido por Pemex durante tres cuartos de siglo ya habría
quedado obsoleto, al menos bajo la perspectiva neoliberal.
Concluyen de aquí que en realidad estamos
ante un fenómeno de mayor trascendencia que un simple aumento de precios.
Constituye un paso más en la apertura de
este mercado donde distintos vendedores competirán entre sí no solo en calidad
de servicio sino ahora bajo un esquema de precios variables, como en Estados
Unidos y buena parte de Europa.
Interesante al menos en el aspecto
técnico, el argumento no amortigua en lo más mínimo el impacto social que está
provocando la medida.
Si la decisión es (de por sí) amarga, se
diría que su implementación y la ausencia de “timing” la hicieron aún más
impopular.
Cabe preguntar en dónde quedó aquel viejo
cuidado de las formas que los gobernantes de antaño emplearon para aterrizar
las medidas difíciles con la menor rudeza posible y las compensaciones
necesarias.
EL
CÓMO
Hay, al menos, tres aspectos de orden
táctico que podrían haberse cuidado:
(1) Por principio, cabría preguntar si el
camino seguido para operar estas alzas (¡de sopetón!) era la única opción o existían
alternativas graduales.
Repartirlas por bimestres, trimestres,
cuatrimestres, de más fácil digestión y con un costo político menor.
(2) Otra más, ¿el primer mes del año,
cuando los mexicanos van saliendo de las fiestas navideñas con los bolsillos
vacíos y la dura “cuesta de enero”.
Macabra sinergia de carencias y
carestías, que tal vez pudo ser prevista con algo de sentido común. La forma es
fondo, de esto no hay duda.
(3) Amen de que existía un precedente
difícil de explicar para el gobierno de la República. Que el propio ENRIQUE
PEÑA NIETO haya prometido en un mensaje televisado a principios de 2015, la
disminución de las tarifas eléctricas y el fin de los gasolinazos.
LA
RESPUESTA
De aquí la inconformidad política que hoy
se observa en las principales plazas del país. No será, desde luego, la primera
vez que un mandatario mexicano incumple de manera flagrante un compromiso
explícito.
Al respecto, los priístas suelen recordar
que FELIPE CALDERÓN prometió también acabar con los gasolinazos y tampoco lo
logró.
Aunque el incumplimiento de PEÑA parece
condenado a llevarse los reflectores por ser su promesa más cercana en el tiempo
(hace dos años), encontrarse hoy día en el poder y por el estilo categórico,
enfático, explícito que le imprimió a su mensaje.
Difícil olvidarlo. Anda, pues, mucha
gente inconforme en las calles, hay cierres de carreteras, “clausuras”
simbólicas de gasolineras.
Y una predicción circula entre los
analistas nacionales, poniendo los pelos de punta al sector patronal. El
principal beneficiario político es (de nueva cuenta) ANDRÉS MANUEL LÓPEZ
OBRADOR.