jueves, 12 de enero de 2017

Mal y de peores

Cd. Victoria.- Reza el sentido común (y cualquier manual de autoayuda lo confirmaría) que nadie está exento de sufrir episodios aciagos, incidentes funestos o, al menos, incómodos.
La diferencia (añaden) es la forma en que reaccionamos ante ellos. De esto depende que el mal rato se acorte o se alargue, se resuelva o agrave.
Al subsecretario estatal de Medio Ambiente ROBERTO SALINAS le acaba de ocurrir una situación muy desagradable.
Percance vial que (por fortuna) solamente arroja daños materiales y contusiones menores para el interfecto. Sin pérdidas humanas que lamentar.
¿Pudo ser peor?, desde luego, si consideramos que el Ford Fusion blanco propiedad estatal que ROBERTO conducía se accidentó dos veces de manera aparatosa y su aspecto es muy cercano al de pérdida total.
Habrá que esperar el diagnóstico del Jeep Patriot asignado a Protección Civil Municipal que participó en la primera colisión.
De la palmera ya ni hablamos, aunque por ahí algún colega memorioso recordó que fue de las que sembró PASCUAL RUIZ en los primeros días de su mandato.

NOCHE DE MARTES
Se diría que fue un choque de poder a poder sobre el libramiento Naciones Unidas, por ahí de las veinte horas, minutos más, minutos menos.
Encontronazo de vehículos, estatal y municipal, incluyendo Jeep y palmera en esta segunda categoría, en calidad de parte agredida.
Es en este punto donde aplicaría el útil consejo citado en el primer párrafo. Cuando decimos que un problema se simplifica o multiplica según nuestra manera de responder al mismo.
Si el primer siniestro entra en el terreno de lo imprevisible, el segundo ya es decisión de cada quién, es decir, parte cabal del libre albedrío.
Y es aquí donde la marrana torció el rabo porque si el caballero hubiera afrontado de manera civilizada la colisión inicial, habría evitado cómodamente la segunda.
Hasta casi podemos decir que un acuerdo rápido (como tantos que hay cada día en la ciudad) ahorraría a las dos partes la presencia de autoridades y la prensa misma. Y, de paso, se habría salvado la palmera de PASCUAL.
Hay daños, pues, en dos vehículos oficiales, uno de ellos muy costoso, el Fusion blanco con el consabido logotipo de Tamaulipas, en letras azul y verde.
Misma leyenda y colores que lucía al bajar el atolondrado conductor en su camisa (también blanca y oficial) que lo identifica, a primer golpe de vista, con la administración actual.

ANDANDO FRANCO
Sobre esto último cabría recordar una vieja práctica observada en las corporaciones policíacas y (sobre todo) en el ejército.
El “andar franco” (por igual, gendarmes y soldados) significa, en su raíz germánica (frank) deambular “libre, exento de responsabilidades”, en asueto o reposo.
Los señores de las corporaciones lo saben bien porque es regla que andando “franco” deben vestir de paisano, no portar uniforme, ni placa, ni insignia ni vehículo de la dependencia.
De esta manera, en merecido goce de su descanso, pueden atender a sus familias o bien tomarse unas cervezas con los amigos, sin que nada los identifique con la institución a la que pertenecen.
Esta es otra razón por la cuál se le complicaron las cosas al funcionario arriba mencionado.
Mire usted, con copas y uniformado, en vehículo oficial, huyendo y chocando de nuevo, son demasiados descuidos para una sola noche. Con lo fácil que sería traer un “conductor designado” para casos así. Chofer, incluso.
Aunque mejor sería que en momentos así, de ostensible ingesta etílica, los señores funcionarios (y funcionarias) optasen por conducir vehículos de su propiedad.
No solamente pondrían a salvo el patrimonio del Estado sino que (por añadidura) evitarían que el logotipo oficial se viera involucrado en asuntos de nota roja.