Cd.
Victoria, Tam.- En la elección mexicana del 2006,
Twitter y Facebook eran apenas dos proyectos incipientes que no mostraban aun su
enorme potencial político.
La batalla feroz entre
LOPEZ OBRADOR, CALDERÓN y MADRAZO no tuvo acceso a estas
armas.
Era difícil entonces
predecir (imaginar, siquiera) la capacidad que hoy les reconocemos para impactar
a la opinión pública de las naciones, al grado de contribuir decisivamente en la
caída de gobiernos como el de MUBARAK en Egipto o la bancarrota del italiano
BERLUSCONI.
Facebook, que había
surgido en 2004 desde una modesta red universitaria, abriría sus puertas al
público de habla castellana hasta el 2007, en tanto Twitter ve la luz en 2006,
como una idea meramente experimental.
Un sexenio después, el
cambio es visible, formidable, ineludible. Se diría que salta a la vista, nos
brinca encima si insistimos en vivir como si las transformaciones no
existieran.
Al pasado noviembre del
2011 Facebook alcanzó los 800 millones de usuarios. Twitter: 200 millones.
Detrás vendrían servicios de talante similar como MySpace, Linkedin y el recién
nacido Tuenti.
Se diría que las redes
mostraron su verdadero músculo político por vez primera durante la elección
presidencial norteamericana de 2008, asociadas íntimamente a una historia de
éxito: la de BARACK OBAMA.
Blackberry en mano, el
abanderado demócrata recorrió aquel país difundiendo a millones de seguidores su
crónica personal de campaña, paisajes físicos y humanos, ideas y sentimientos en
cada hora del día.
Y, mire usted, lo que
BARACK narraba no eran precisamente bagatelas o menudencias de talante doméstico
cuyo interés estuviese reducido a su grupo inmediato de parientes.
Le estaba hablando a un
país sobre asuntos que le conciernen a una comunidad nacional. Y eso se llama
saber donde estás parado y a quien te diriges.
Con OBAMA arriba
también una generación de mercadólogos electorales que conocen bien la
diferencia abismal entre los contenidos, ritmos y tonos anímicos del viejo
Messenger y las novedosas redes sociales.
Quien intercambia
nimiedades como si platicara en el MSN olvida que cientos, miles y acaso decenas
o cientos de miles de lectores potenciales están en posibilidad de leerlas, por
la vía directa (como seguidores) o de rebote, cuando alguien los reproduce,
reenvía y comparte.
Y decir que te ven es
decir que te juzgan, no siempre con objetividad y equilibrio, a menudo con la
saña y el rencor acumulado de toda una nación decepcionada cíclicamente por sus
gobernantes.
Como experiencia
personal debo decir que me tocó estar conectado a la red del pajarito al
anochecer del 12 de diciembre pasado, durante el temblor con epicentro en
Zumpango, que sacudió a la Ciudad de México.
La crónica del evento
en Twitter es visible desde que alguien dice “parece que está temblando”, o
pregunta a sus followers si en verdad la tierra se mueve, hasta que expresiones
de pavor real o sobreactuado se prodigan en exclamaciones y gritos lastimeros,
saturando los cauces de estos tumultuosos ríos virtuales donde las gotas de agua
son palabras.
Pero en momentos así
también circulan felizmente los reportes del Servicio Sismológico Nacional,
CONAGUA, Gobernación, el propio EBRARD informando de daños y, desde luego las
organizaciones no gubernamentales, vecinales, ciudadanas,
gremiales.
Pensé de pronto: con
tal concierto de voces que se interconectan y suman fuerzas, fenómenos como el
terremoto en 1985 o el huracán GILBERTO de 1988, se habrían vivido de otra
manera.
Localizar gente,
informar que estás bien, contribuir al estado que guardan cruceros y avenidas,
saber de daños en inmuebles, tantas cosas.
Esto invita a repensar
en el abanico amplio de posibilidades que brindan herramientas tan poderosas
donde cabe todo, la paz y la guerra, la frivolidad y el servicio.