martes, 10 de enero de 2012

Redes sociales: poder o servicio



Cd. Victoria, Tam.- En la elección mexicana del 2006, Twitter y Facebook eran apenas dos proyectos incipientes que no mostraban aun su enorme potencial político.
La batalla feroz entre LOPEZ OBRADOR, CALDERÓN y MADRAZO no tuvo acceso a estas armas.
Era difícil entonces predecir (imaginar, siquiera) la capacidad que hoy les reconocemos para impactar a la opinión pública de las naciones, al grado de contribuir decisivamente en la caída de gobiernos como el de MUBARAK en Egipto o la bancarrota del italiano BERLUSCONI.
Facebook, que había surgido en 2004 desde una modesta red universitaria, abriría sus puertas al público de habla castellana hasta el 2007, en tanto Twitter ve la luz en 2006, como una idea meramente experimental.
Un sexenio después, el cambio es visible, formidable, ineludible. Se diría que salta a la vista, nos brinca encima si insistimos en vivir como si las transformaciones no existieran.
Al pasado noviembre del 2011 Facebook alcanzó los 800 millones de usuarios. Twitter: 200 millones. Detrás vendrían servicios de talante similar como MySpace, Linkedin y el recién nacido Tuenti.
Se diría que las redes mostraron su verdadero músculo político por vez primera durante la elección presidencial norteamericana de 2008, asociadas íntimamente a una historia de éxito: la de BARACK OBAMA.
Blackberry en mano, el abanderado demócrata recorrió aquel país difundiendo a millones de seguidores su crónica personal de campaña, paisajes físicos y humanos, ideas y sentimientos en cada hora del día.
Y, mire usted, lo que BARACK narraba no eran precisamente bagatelas o menudencias de talante doméstico cuyo interés estuviese reducido a su grupo inmediato de parientes.
Le estaba hablando a un país sobre asuntos que le conciernen a una comunidad nacional. Y eso se llama saber donde estás parado y a quien te diriges.
Con OBAMA arriba también una generación de mercadólogos electorales que conocen bien la diferencia abismal entre los contenidos, ritmos y tonos anímicos del viejo Messenger y las novedosas redes sociales.
Quien intercambia nimiedades como si platicara en el MSN olvida que cientos, miles y acaso decenas o cientos de miles de lectores potenciales están en posibilidad de leerlas, por la vía directa (como seguidores) o de rebote, cuando alguien los reproduce, reenvía y comparte.
Y decir que te ven es decir que te juzgan, no siempre con objetividad y equilibrio, a menudo con la saña y el rencor acumulado de toda una nación decepcionada cíclicamente por sus gobernantes.
Como experiencia personal debo decir que me tocó estar conectado a la red del pajarito al anochecer del 12 de diciembre pasado, durante el temblor con epicentro en Zumpango, que sacudió a la Ciudad de México.
La crónica del evento en Twitter es visible desde que alguien dice “parece que está temblando”, o pregunta a sus followers si en verdad la tierra se mueve, hasta que expresiones de pavor real o sobreactuado se prodigan en exclamaciones y gritos lastimeros, saturando los cauces de estos tumultuosos ríos virtuales donde las gotas de agua son palabras.
Pero en momentos así también circulan felizmente los reportes del Servicio Sismológico Nacional, CONAGUA, Gobernación, el propio EBRARD informando de daños y, desde luego las organizaciones no gubernamentales, vecinales, ciudadanas, gremiales.
Pensé de pronto: con tal concierto de voces que se interconectan y suman fuerzas, fenómenos como el terremoto en 1985 o el huracán GILBERTO de 1988, se habrían vivido de otra manera.
Localizar gente, informar que estás bien, contribuir al estado que guardan cruceros y avenidas, saber de daños en inmuebles, tantas cosas.
Esto invita a repensar en el abanico amplio de posibilidades que brindan herramientas tan poderosas donde cabe todo, la paz y la guerra, la frivolidad y el servicio.