Cd.
Victoria, Tam. – A estas alturas, cabe
suponer que ENRIQUE PEÑA NIETO ya carga en su morral las decisiones centrales en
torno a la película del 2018.
Por supuesto, la identidad del candidato
presidencial es la nota más atractiva para los medios, aunque no la única. Ni
siquiera la principal.
Más significativo será el diseño de
escenarios. Sobre todo, si tomamos en cuenta el bajísimo nivel de aceptación que
arrastra su mandato, golpeado además por escándalos como Ayotzinapa, la Casa
Blanca, JAVIER DUARTE y la criminalidad que no cesa.
La prospectiva cambia si EPN (1) piensa
que puede ganar, pese a todos los negativos que hoy aquejan a su partido, o
bien (2) considera necesario administrar una alternancia pactada con el PAN.
Ya lo hemos comentado aquí. Si, en
verdad, el PRI desea competir por la Presidencia, el candidato será un político,
entre los tres más cercanos a Los Pinos: MIGUEL ANGEL OSORIO, CESAR CAMACHO y ERUVIEL
ÁVILA.
Si, en cambio, la decisión se inclina
por un “sparring”, la nominación recaería en hombres como MEADE, NUÑO o NARRO.
Principales beneficiados por la abolición del candado que exigía 10 años de
militancia a los candidatos presidenciales.
Al respecto, cabe añadir que LUIS VIDEGARAY
se autodescartó hace meses y ni siquiera asistió a la XXII asamblea tricolor.
ENEMIGO
COMÚN
En el fondo se trata de un modelo
implementado con éxito en el plano global, donde liberales y conservadores se han
sucedido en el mando con el objetivo común de impedir el paso a las izquierdas.
Ni siquiera en México es nuevo.
En 1994, DIEGO FERNÁNDEZ operó bajo consigna
de golpear sistemáticamente a CUAUHTEMOC CÁRDENAS para abrirle camino a ERNESTO
ZEDILLO.
En 2000, ZEDILLO sacrifica a PANCHO
LABASTIDA, permite el arribo de VICENTE FOX y la derrota final de CÁRDENAS.
En 2006, los gobernadores del PRI abandonan
a ROBERTO MADRAZO, cierran filas en torno a FELIPE CALDERÓN y boicotean a LÓPEZ
OBRADOR.
Y en 2012, el PAN lanza una candidata débil
como JOSEFINA VÁZQUEZ MOTA, permite la consolidación de PEÑA en las preferencias
electorales y se gesta otro fracaso de AMLO.
La novedad en 2018 viene de las
encuestas cuando nos dicen que ningún partido puede ganarle a MORENA si compite
solo.
Lo cuál no sería problema en países donde
hay segunda vuelta entre los dos contendientes más votados.
En México, en cambio, las negociaciones
previas cobran relevancia crucial. De ahí el interés mostrado por el PAN y el PRD
para acordar una presunta alianza contra el PRI, aunque (ya lo dijimos) su
verdadero objetivo es meter zancadilla (por tercera vez) a LÓPEZ OBRADOR.
PLAZO
LARGO
Mención aparte merece la actualización
estatutuaria. Su relevancia (hay que decirlo) va más allá del 2018, por ser
avances que (gane o pierda) le sirven a cualquier partido para sus años
venideros.
En este campo entra la incorporación de
la regla “3 de 3” (las declaraciones de orden patrimonial, fiscal y de
intereses) como requisito obligado para ser candidato.
Y también que le hayan puesto cifra a la
equidad de género, ideal cacareado durante décadas, aunque jamás cumplido. Ahora
exigirá un reparto de nominaciones 50/50.
Ello, además de los reiterados
pronunciamientos en defensa de la diversidad sexual que reconocen los derechos del
sector lésbico-gay.
Nada (por cierto) que un partido medianamente
progresista del llamado primer mundo no haya incorporado a sus principios desde
hace tres o cuatro décadas.
En cuanto a la creación de un código de
ética y su instancia respectiva en la dirección partidista, la opinión pública
nacional lo tomó a chunga.
Peor aún, como una burla siniestra. Un
desplante huérfano de credibilidad mientras sigan impunes personajes como CARLOS
ROMERO DESCHAMPS y media docena de exgobernadores.