Cd. Victoria, Tam. – El ingeniero
SERGIO GUAJARDO ganó apenas una batalla al conquistar este sábado la dirigencia
tricolor.
Una
entre muchas escaramuzas que deberá librar desde hoy a la próxima elección de
2018, la más compleja que habrá de vivir el PRI tamaulipeco desde su fundación.
Primera
que encare en su condición inédita de opositor estatal. Sin saber todavía cómo
responderá la vieja maquinaria tras catorce meses de inactividad.
Tiempo
en que dirigencia, sectores y organizaciones se dedicaron a llorar la derrota, lamer
sus heridas y repartir culpas, sin realizar tarea alguna de reconstrucción, ni recuento
o control de daños.
Larga
suspensión de labores que hoy debe pesar como difícil baldosa en las espaldas
del renovado Comité Estatal.
Y
si el trabajo de recomponer la estructura se antoja farragoso, complejo, lo
será también el recuperar credibilidad entre una militancia que se sintió abandonada
desde la derrota, en junio de 2016.
Acaso
pudo haber permanecido BALTAZAR para reencausar los ánimos del medio millón de
votantes que le dieron su apoyo.
Prefirió
ofrecer una tétrica conferencia de prensa, de la que todavía existe memoria
gráfica donde asoman esos rostros de velorio que ni de broma se plantearon la
necesidad de retomar la lucha partidista.
De
entonces a la fecha no hubo PRI. Se acalló de pronto el canto de las magnolias,
desaparecerían operadores, dirigentes sectoriales, líderes de organizaciones y
hasta las tareas de prensa. ¿Qué habrían de comunicar si no estaban haciendo esfuerzo
alguno?
Sus
propios diputados, convertidos ahora en primera fuerza opositora del Congreso
local, es fecha que no logran salir del marasmo. Como artefactos sin pilas, permanecen
congelados en el último gesto que hicieron el día de la derrota.
Desde
luego que habrían podido hacer algo. Y el mejor ejemplo (ya comentado aquí) es
la actitud observada en el PRI nacional tras la victoria de VICENTE FOX en 2000,
sobre FRANCISCO LABASTIDA.
Sus
responsables de inmediato se pusieron en marcha, asumiendo la función como
principal interlocutor del nuevo gobierno. Renovaron sus cuadros y para el año
2002 ya estaban nuevamente ganando comicios regionales.
Amén
de la combatividad mostrada desde el primer día en las dos cámaras federales,
su presencia en los medios que jamás declinó y la voluntad clara de recuperar
espacios.
Cuestión
de recordar la actividad que entonces desplegaron los sucesivos dirigentes
nacionales, desde DULCE SAURI y ROBERTO MADRAZO hasta MARIANO PALACIOS y
BEATRIZ PAREDES, por citar algunos.
En
Tamaulipas, por el contrario, el Revolucionario Institucional desapareció
prácticamente del mapa, cumpliéndose así la enseñanza aquella. Espacio que abandonas,
espacio que alguien ocupa.
Lo
mismo en medios que en trabajo proselitista y en tareas legislativas, el PRI concedió
todo el terreno al ganador contundente (e inobjetable) del 2016, el PAN.
El
ascenso ahora de SERGIO GUAJARDO abre una nueva etapa, ciertamente, Aunque
todavía está por verse si podrá reanimar ese cuerpo inerte, tras una elección
interna que deja grietas profundas en todos los grupos.
De
nueve aspirantes, el criterio arbitral de JOSÉ MURAT redujo a tres la etapa
final: GUAJARDO, LUEBBERT y GUEVARA.
En
la víspera, GUEVARA renunciaría, sin dar sus votos a nadie. Se retiró y punto. Al
final, la elección sabatina tuvo lugar con los resultados de sobra conocidos.
Hay
un inocultable ánimo de celebración y entusiasmo entre operadores y
simpatizantes de GUAJARDO.
Habrá
que sopesar, medir, calcular el grado de escepticismo, desconfianza que, sin
duda, persiste abajo. Entre esas bases partidarias que fueron carne de cañón
durante la fallida campaña baltazarista y al final se quedaron sin nada.