Cd. Victoria, Tam.- El clima planetario se ha vuelto loco y se carcajea de nosotros con
inviernos calurosos, nevadas en abril y la presencia de tornados en la frontera
tamaulipeca a los que el gobernador FRANCISCO JAVIER prefirió catalogar como
trombas.
Aunque las definiciones de ambos fenómenos son tan cercanas que
habría que recurrir a especificaciones algo técnicas para distinguirlas.
Detalles como temperatura, presión atmosférica y hasta el tipo de nubes
involucradas.
Acaso por ello una salida prudente consistiría en recurrir a un
tercer término que englobe a los dos anteriores. ¿Torbellino?
Ventisca acuosa en forma de embudo, cono, cucurucho gaseoso,
malévolo y ruidoso.
Algo parecido al rastro que deja TAZ, personaje creado por la
compañía de animaciones LOONEY TUNES en honor a cierto marsupial australiano
conocido como demonio de Tasmania.
Remolino, en efecto, más delgado en la base que en la copa donde
extiende sus giros formando un nubarrón amplio y oscuro.
Ciclones chiquitos, dicen los granjeros, a menudo más destructivos
por concentrar su fuerza en un radio muy corto de terreno. Se desplazan a mayor
velocidad y suelen ser menos predecibles que los huracanes.
Aparecen de golpe y son temibles en la Norteamérica rural donde predominan
todavía las construcciones de madera, cuyos habitantes preparan refugios bajo
tierra.
De la más modesta a la más lujosa, todas sucumben al paso de estos
meteoros, con resultados que las compañías aseguradoras conocen bien. Pérdida
total.
Minimalista, el diccionario general de la Real Academia Española
(RAE) no ayuda mucho para distinguir trombas de tornados. Despierta más
confianza el compendio etimológico de JOAN COROMINAS (también de RAE).
Por variado y extenso en sus definiciones, suelo recurrir también al
Diccionario Farlex que incluye referencias cruzadas de fuentes como el Heritage
Dictionary y la Columbia Encyclopedia.
Si tromba viene del italiano “trompa” (trompeta grande, nariz del
elefante) en efecto su aspecto alargado ameritaría equipararla a un tornado.
Nube (dice Farlex) en forma de embudo y poco diámetro, la tromba es
“animada de un fuerte movimiento de rotación, cuyo tubo desciende hasta la
superficie del agua, o de la tierra y arrastra todo lo que encuentra.”
Curiosidades del lenguaje, la tromba es nombrada, básicamente, por
su figura. El tornado, en cambio, fue bautizado así por su movimiento
rotatorio. Se torna, gira veloz.
Y aunque (en realidad) ambos se retuerzan proyectando un cuerpo en
forma de cono hacia el cielo, justo es recordar que (al menos en el habla
mexicana) una tromba es también una tormenta severa (tenga o no silueta de
embudo).
La costumbre indicaría que la palabra tornado se emplea más para los
remolinos que aparecen en tierra firme mientras que el concepto de tromba se
usa, por igual, en mar y tierra.
Los académicos españoles suelen aderezar sus definiciones con
elementos secundarios, a veces risibles, por no ser consustanciales al término.
Con aquella simpleza que extrañaría el más tozudo gallego, mencionan
como característica de una tromba el hecho de que desborde ríos.
A ver si entendí bien, ¿Si no desborda ríos no es tromba?
Y luego ejemplifican que los niños en edad escolar entran al salón
de clase “como tromba”. Detalle que acaso ilustre cierto uso figurado de la
palabra, aunque tampoco apunte hacia su significado primario.
El caso es que la zona norte de Tamaulipas se vio impactada por un
fenómeno de estos y lo preocupante es que ya no sean privativos de las grandes
llanuras norteamericanas.
Son cada vez más frecuentes en el noreste mexicano. De ahí la alerta
que este martes emitió el Servicio Meteorológico Nacional para Coahuila, Nuevo
León y Tamaulipas.