Cd. Victoria, Tam. - Sin demasiado
misterio, ni necesidad siquiera de transacciones formales, un creciente sector
de simpatizantes panistas en el Estado de México se pregunta hoy si tiene
sentido votar por su candidata JOSEFINA VÁZQUEZ MOTA.
La razón es sencilla. La dama jamás levantó y hasta corre el riesgo de lograr
un resultado peor al de 2012, cuando se llevó el tercer lugar, medalla de
bronce, por abajo de PEÑA y AMLO.
Esta vez, el destino podría reservarle un esplendoroso cuarto sitio, superada
por sus adversarios del PRI, MORENA y PRD. Medalla de corcholata.
Aunque encuestas más recientes observan un repunte de JOSEFINA, quien estaría
rebasando de nuevo a ZEPEDA para recuperar su bronce.
Sin embargo, a nadie debiera sorprender el trasvase de votos entre
partidos de ideología acaso cercana o por lo menos vecina.
Recuérdese que un amplio sector del PRI (destacadamente, alcaldes y
gobernadores) opero para CALDERÓN en la campaña del 2006.
Su razonamiento era claro. Por principio estaban ciertos de que el
candidato tricolor ROBERTO MADRAZO había resultado un reverendo fiasco y su desangelada
campaña por Los Pinos estaba condenada al fracaso. Amén de la desconfianza hacia
AMLO.
LOS RECLAMOS
Y bueno, suele pasar. En casos así brota espontánea la palabra “traición”,
entre analistas y partidarios apasionados.
Lo cuál en buena medida se debe a que nuestro principal referente
democrático es el sistema norteamericano.
Modelo donde prácticamente se desconocen los pactos electorales de
mutua conveniencia (explícitos o discretos) entre diferentes organizaciones
partidistas.
La explicación salta a la vista. Para que partidos diferentes se unan buscando
derrotar a un rival común se necesitan por lo menos tres.
Y resulta que en la Unión Americana solo dos partidos tienen presencia
nacional.
Si, en cambio, dirigimos la mirada hacia Europa o Sudamérica, veremos
abundantes ejemplos de auxilio interpartidista.
Organismos que, siendo rivales, coinciden en rechazar el ascenso de un antagonista
opuesto a sus principios comunes.
Lo cual se observa con mayor nitidez en los sistemas que contemplan la
segunda vuelta electoral. Una nueva votación reducida a los dos principales
competidores, cuando ninguno logre determinado porcentaje de votos.
En muchos casos, la mayoría absoluta (50%), aunque el porcentaje puede
variar al 40% o 45%, según cada país.
Ejemplo reciente, el de Francia donde el apoyo de la izquierda fue
fundamental para que el aspirante centrista EMMANUEL MACRON pudiera derrotar en
doble jornada a la candidata de extrema derecha MARINE LE PEN.
DECLINACIONES
Pero aún en los sistemas de partidos que no contemplan segunda vuelta,
el acercamiento entre organizaciones con ideas comunes (¡con temores,
fantasmas, demonios comunes!) se antoja comprensible.
Sobre todo, en esas etapas cuando han rebasado ya la mitad de la
campaña y los candidatos coleros toman conciencia plena de que su triunfo es
imposible.
Lo cual abre al menos la posibilidad de negociar su apoyo con el candidato
puntero que consideren más afín en términos doctrinales.
Fungirían entonces como partido o fuerza “bisagra”. Apoyo que, siendo
menor, puede actuar como fiel de la balanza entre dos fuerzas que irían
empatadas.
Es el caso de ÓSCAR GONZÁLEZ YÁÑEZ, cuya campaña por el Partido del Trabajo
no alcanzó a pintar y ello lo llevó a declinar en favor de la maestra DELFINA
GÓMEZ, abanderada de MORENA.
A menos de una semana de los comicios, el otro candidato de la izquierda,
JUAN ZEPEDA del PRD, seguía firme en su decisión de contender por sus colores,
desoyendo con ello los exhortos de AMLO que ha buscado sumarlo a la causa de
DELFINA.
Ni quien lo dude, va a ser un final de fotografía. Tam competido,
acaso, como la doble disputa entre Tigres y Chivas.