lunes, 29 de mayo de 2017

Final de fotografía

Cd. Victoria, Tam. - Sin demasiado misterio, ni necesidad siquiera de transacciones formales, un creciente sector de simpatizantes panistas en el Estado de México se pregunta hoy si tiene sentido votar por su candidata JOSEFINA VÁZQUEZ MOTA.
La razón es sencilla. La dama jamás levantó y hasta corre el riesgo de lograr un resultado peor al de 2012, cuando se llevó el tercer lugar, medalla de bronce, por abajo de PEÑA y AMLO.
Esta vez, el destino podría reservarle un esplendoroso cuarto sitio, superada por sus adversarios del PRI, MORENA y PRD. Medalla de corcholata.
Aunque encuestas más recientes observan un repunte de JOSEFINA, quien estaría rebasando de nuevo a ZEPEDA para recuperar su bronce.
Sin embargo, a nadie debiera sorprender el trasvase de votos entre partidos de ideología acaso cercana o por lo menos vecina.
Recuérdese que un amplio sector del PRI (destacadamente, alcaldes y gobernadores) opero para CALDERÓN en la campaña del 2006.
Su razonamiento era claro. Por principio estaban ciertos de que el candidato tricolor ROBERTO MADRAZO había resultado un reverendo fiasco y su desangelada campaña por Los Pinos estaba condenada al fracaso. Amén de la desconfianza hacia AMLO.

LOS RECLAMOS
Y bueno, suele pasar. En casos así brota espontánea la palabra “traición”, entre analistas y partidarios apasionados.
Lo cuál en buena medida se debe a que nuestro principal referente democrático es el sistema norteamericano.
Modelo donde prácticamente se desconocen los pactos electorales de mutua conveniencia (explícitos o discretos) entre diferentes organizaciones partidistas.
La explicación salta a la vista. Para que partidos diferentes se unan buscando derrotar a un rival común se necesitan por lo menos tres.
Y resulta que en la Unión Americana solo dos partidos tienen presencia nacional.
Si, en cambio, dirigimos la mirada hacia Europa o Sudamérica, veremos abundantes ejemplos de auxilio interpartidista.
Organismos que, siendo rivales, coinciden en rechazar el ascenso de un antagonista opuesto a sus principios comunes.
Lo cual se observa con mayor nitidez en los sistemas que contemplan la segunda vuelta electoral. Una nueva votación reducida a los dos principales competidores, cuando ninguno logre determinado porcentaje de votos.
En muchos casos, la mayoría absoluta (50%), aunque el porcentaje puede variar al 40% o 45%, según cada país.
Ejemplo reciente, el de Francia donde el apoyo de la izquierda fue fundamental para que el aspirante centrista EMMANUEL MACRON pudiera derrotar en doble jornada a la candidata de extrema derecha MARINE LE PEN.

DECLINACIONES
Pero aún en los sistemas de partidos que no contemplan segunda vuelta, el acercamiento entre organizaciones con ideas comunes (¡con temores, fantasmas, demonios comunes!) se antoja comprensible.
Sobre todo, en esas etapas cuando han rebasado ya la mitad de la campaña y los candidatos coleros toman conciencia plena de que su triunfo es imposible.
Lo cual abre al menos la posibilidad de negociar su apoyo con el candidato puntero que consideren más afín en términos doctrinales.
Fungirían entonces como partido o fuerza “bisagra”. Apoyo que, siendo menor, puede actuar como fiel de la balanza entre dos fuerzas que irían empatadas.
Es el caso de ÓSCAR GONZÁLEZ YÁÑEZ, cuya campaña por el Partido del Trabajo no alcanzó a pintar y ello lo llevó a declinar en favor de la maestra DELFINA GÓMEZ, abanderada de MORENA.
A menos de una semana de los comicios, el otro candidato de la izquierda, JUAN ZEPEDA del PRD, seguía firme en su decisión de contender por sus colores, desoyendo con ello los exhortos de AMLO que ha buscado sumarlo a la causa de DELFINA.
Ni quien lo dude, va a ser un final de fotografía. Tam competido, acaso, como la doble disputa entre Tigres y Chivas.