Cd.
Victoria, Tam.- Llueven críticas al gobierno
federal tras cumplirse este mayo tres años de la estrategia antidelictiva
implantada por MIGUEL ANGEL OSORIO en tiempos del gobernador EGIDIO TORRE.
La desconfianza afecta de paso al sucesor del
ingeniero TORRE, el actual Jefe del Ejecutivo FRANCISCO GARCÍA CABEZA DE VACA.
Aunque si hacemos memoria, el programa acordado
entre OSORIO y TORRE se cumplió objetivamente en octubre de 2015, al anunciarse
el arresto del objetivo prioritario número 15.
Último en una lista de jefes delictivos que fueron
abatidos o encarcelados de manera puntual y en el lapso de tiempo acordado.
El proyecto deriva de una lista más amplia (122
capos) que el gobierno de ENRIQUE PEÑA NIETO se propuso combatir desde su
llegada.
Que Tamaulipas siga siendo una entidad muy
peligrosa y México mismo no perciba resultados positivos puede acaso significar
que el diagnóstico se quedó corto o apuntó en la dirección equivocada.
Aunque ello no impide reconocer que el trabajo fue
intenso, hubo objetivos cumplidos y fueron muchos. En Tamaulipas, todos.
Y esto nos lleva a la estrategia seguida por FELIPE
CALDERÓN cuyo gobierno logró abatir o capturar a 25 capos de primerísimo nivel.
Verdaderas celebridades del bajo mundo.
Continuador de la misma estrategia, PEÑA NIETO ya
anda muy cerca de cumplir su cometido. A principios de abril pasado, habrían
caído (presos o muertos) 106 de dichos objetivos, faltando tan sólo 16 (la
cifra puede variar).
La cuestión es la misma para FELIPE y ENRIQUE:
¿golpear en la cúpula delictiva modifica la inseguridad de barrio, disminuye la
tasa de extorsión, alivia los secuestros en carreteras, abate los asaltos en
rancherías, el cobro de piso y todas esas prácticas que se han instalado a ras
de suelo en la realidad de cada día?
ARRIBA Y
ABAJO
Inspirados acaso en el refranero popular, nuestros
últimos dos presidentes hay hecho realidad la enseñanza aquella de que “las
escaleras se barren de arriba para abajo.”
Decisión inteligente si se aplica al combate de la
corrupción. La gente quiere (en efecto) ver caer peces gordos y no sardinas.
Siempre se verá mejor que los perseguidos sean exgobernadores
y exalcaldes que modestos oficinistas o encargados de ventanilla.
Sin embargo, en el mundo del narcotráfico la realidad
es inversa. No son los escalones más altos los que afectan o mortifican a la
gente. Son los primeros, los inmediatos, próximos, vecinales.
La caída del CHAPO no hizo más seguros los barrios
de Sinaloa ni el derrumbe de la TUTA regresó la paz a Michoacán.
¿Por qué?, porque México vive desde principios de
siglo una insurrección popular, un estallido social, solo que sin bandera ni
causa, sin doctrina ni ideales.
Gente que toma la iniciativa y busca apropiarse en
forma violenta de los bienes básicos que el sistema le ha negado.
La guerra con armas que brotó a principios de este
siglo es la respuesta popular a la violencia económica anterior, ejercida desde
el Estado contra la población mayoritaria, mediante la furiosa espiral de
precios de los años 80s y 90s, a la par que congelaban el salario.
Descompuesta la base de la pirámide, las acometidas
de grupos irregulares contra la sociedad civil ocurren con un alto grado de
independencia respecto a sus jefes formales, padrinos, capos de la droga,
nombres y apellidos famosos.
Hoy podrán elaborar otra lista nacional de 122
objetivos prioritarios (o 15 más en Tamaulipas) y el cumplimiento cabal de
dichos propósitos no devolverá la paz a la vida productiva.
En las tareas de protección y seguridad ciudadana,
la prioridad descansa en el escalón primero y más cercano. Sin este
diagnóstico, declaraciones y discursos son solo buenas intenciones. Hermosos
castillos en el aire.