lunes, 2 de noviembre de 2015

Sondeos morralla

Cd. Victoria.- La encuestología espuria es una forma disfrazada de propaganda, una farsa socialmente aceptada que deja dinero y atrapa cada día a menos incautos.
Nada tiene que ver con la tarea de idear estrategias de investigación, poner a trabajar la imaginación sociológica (diría WRIGHT MILLS), diseñar la muestra, instrumentar el método de consulta y llevarlo a cabo mediante las debidas preguntas a la ciudadanía.
En la vigente subcultura de la comida rápida, las sopas instantáneas, los liderazgos en vaporera y los candidatos de microondas, nuestros estrategas de marketing suelen ahorrarse todo el procedimiento, de punta a punta.
Celestinaje puro. Alguien oferta un membrete de encuestador (real o presuntamente acreditado) y su contraparte compra unos números al gusto, desde luego los mejores, bajo la regla implacable de que quien paga manda.
Más apriorístico, imposible. Lo que sigue es cacarear resultados que, en sentido estricto, no lo son porque jamás se generaron a partir de un trabajo previo (sondeo, muestreo) sin ser resultantes de nada.
Más bien se garrapatean sobre la mesa y se negocian a espaldas del mercado electoral, sin necesidad de preguntar a nadie.
Y mire usted, cuando lo que se compra y vende es un cuadro estadístico preciso, ninguna necesidad hay de contratar muchachos que vayan puerta por puerta o llamen por teléfono a determinadas cuotas de población.
Ni de gastar neuronas en distribuir el muestreo en función de ingresos, perfil rural o urbano, escolaridad, estado civil, sexo, edad y otras variables.
Si lo que quieres (¡Oh venerable gurú de campaña!) es que tu candidato vaya diez puntos arriba del más cercano competidor (y poner de sotanero al aspirante que más te desagrade) saca la chequera y por cada cero que agregues a la cantidad final le irán añadiendo puntos. Amor con amor se paga.

RECTA CASI FINAL
Y, bueno, por sus frases los conoceréis. Se matizan los ánimos pero se multiplican las tareas de proselitismo en los diversos frentes. Justo es decir que no en todos los casos es factible hablar de “promoción anticipada de campaña”.
La razón es muy sencilla, para incurrir en dicha falta, la campaña debe ser explícita hacia el cargo buscado, detalle que la mayor parte de los aspirantes está tratando de eludir.
Evitan, hasta donde pueden, mencionar la palabra gubernatura y cuando lo hacen ello ocurre en el plano más informal de la comunicación con grupos pequeños, individuos o como un comentario en redes sociales.
Mientras el matamorense BALTAZAR HINOJOSA avanza bajo la consigna de estar “Comprometido con Tamaulipas”, su paisano MARCO ANTONIO BERNAL subraya como valor principal los años de servicio público que lo respaldan.
Esto es, con el eslogan de “experiencia que da confianza”, el sello en verde de sus iniciales (MB) y, al fondo, el cerro de nuestra heráldica tamaulipeca, el Bernal de Horcasitas.
Por supuesto, lo mejor que ALEJANDRO GUEVARA pudo hacer a estas alturas es bajarle dos rayitas a su movimiento, cuya efectividad jamás pondríamos en duda en términos de difusión y promoción de imagen a escala regional.
Si lo que buscaba era un buen posicionamiento a lo largo y ancho de la geografía tamaulipeca, en ejidos, colonias, valles, montes y cañadas, se diría que el esfuerzo ha valido la pena y constituye un éxito rotundo.
Aunque la duda estriba en qué tanto congenie dicho estallido promocional con las reglas no escritas cuya vigencia (quiérase que no) aún perdura en el PRI.
Sobre todo ahora que el partido tricolor está de regreso en Palacio Nacional. Nunca estará de más recordar a don FIDEL VELAZQUEZ y su añeja retórica que aconsejaba: “todo a su tiempo, ni antes, ni después.”