Cd.
Victoria.- La encuestología espuria es una forma disfrazada
de propaganda, una farsa socialmente aceptada que deja dinero y atrapa cada día
a menos incautos.
Nada tiene que ver con la tarea de idear
estrategias de investigación, poner a trabajar la imaginación sociológica
(diría WRIGHT MILLS), diseñar la muestra, instrumentar el
método de consulta y llevarlo a cabo mediante las debidas preguntas a la
ciudadanía.
En la vigente subcultura de la comida rápida,
las sopas instantáneas, los liderazgos en vaporera y los candidatos de
microondas, nuestros estrategas de marketing suelen ahorrarse todo el
procedimiento, de punta a punta.
Celestinaje puro. Alguien oferta un
membrete de encuestador (real o presuntamente acreditado) y su contraparte compra
unos números al gusto, desde luego los mejores, bajo la regla implacable de que
quien paga manda.
Más apriorístico, imposible. Lo que sigue
es cacarear resultados que, en sentido estricto, no lo son porque jamás se
generaron a partir de un trabajo previo (sondeo, muestreo) sin ser resultantes
de nada.
Más bien se garrapatean sobre la mesa y se
negocian a espaldas del mercado electoral, sin necesidad de preguntar a nadie.
Y mire usted, cuando lo que se compra y vende
es un cuadro estadístico preciso, ninguna necesidad hay de contratar muchachos
que vayan puerta por puerta o llamen por teléfono a determinadas cuotas de
población.
Ni de gastar neuronas en distribuir el
muestreo en función de ingresos, perfil rural o urbano, escolaridad, estado
civil, sexo, edad y otras variables.
Si lo que quieres (¡Oh venerable gurú de
campaña!) es que tu candidato vaya diez puntos arriba del más cercano
competidor (y poner de sotanero al aspirante que más te desagrade) saca la
chequera y por cada cero que agregues a la cantidad final le irán añadiendo
puntos. Amor con amor se paga.
RECTA
CASI FINAL
Y, bueno, por sus frases los conoceréis. Se
matizan los ánimos pero se multiplican las tareas de proselitismo en los
diversos frentes. Justo es decir que no en todos los casos es factible hablar
de “promoción anticipada de campaña”.
La razón es muy sencilla, para incurrir en
dicha falta, la campaña debe ser explícita hacia el cargo buscado, detalle que
la mayor parte de los aspirantes está tratando de eludir.
Evitan, hasta donde pueden, mencionar la
palabra gubernatura y cuando lo hacen ello ocurre en el plano más informal de
la comunicación con grupos pequeños, individuos o como un comentario en redes
sociales.
Mientras el matamorense BALTAZAR HINOJOSA
avanza bajo la consigna de estar “Comprometido con Tamaulipas”, su paisano
MARCO ANTONIO BERNAL subraya como valor principal los años de servicio público que
lo respaldan.
Esto es, con el eslogan de “experiencia que
da confianza”, el sello en verde de sus iniciales (MB) y, al fondo, el cerro de
nuestra heráldica tamaulipeca, el Bernal de Horcasitas.
Por supuesto, lo mejor que ALEJANDRO
GUEVARA pudo hacer a estas alturas es bajarle dos rayitas a su movimiento, cuya
efectividad jamás pondríamos en duda en términos de difusión y promoción de
imagen a escala regional.
Si lo que buscaba era un buen
posicionamiento a lo largo y ancho de la geografía tamaulipeca, en ejidos,
colonias, valles, montes y cañadas, se diría que el esfuerzo ha valido la pena y
constituye un éxito rotundo.
Aunque la duda estriba en qué tanto
congenie dicho estallido promocional con las reglas no escritas cuya vigencia
(quiérase que no) aún perdura en el PRI.
Sobre todo ahora que el partido tricolor está
de regreso en Palacio Nacional. Nunca estará de más recordar a don FIDEL
VELAZQUEZ y su añeja retórica que aconsejaba: “todo a su tiempo, ni antes, ni
después.”