Cd.
Victoria.- Sin el menor asomo de duda, la decisión
sucesoria por el bando tricolor descansa en el indiscutible jefe nacional del
partido, el también llamado primer priísta de la nación, quien para más señas nació
en Atlacomulco, vive en Los Pinos y despacha en Palacio Nacional.
Es verdad aceptada que ENRIQUE PEÑA NIETO
tiene la “última palabra”, aunque quizás lo correcto sería decir que su palabra
es la primera, en el respectivo orden jerárquico.
Aunque si lo aterrizamos en el tiempo anterior
al anuncio, entonces sí podría ser la última, es decir, la final, la que no
admite cambio, la previa inmediata al destape.
Lo fascinante ocurre antes, mientras llega
la definición crucial, la etapa actual donde el torrente de voces rodea al
mandatario, subrayando en torno a cada opción ventajas y quebrantos,
debilidades y fortalezas.
¿Qué opiniones cuentan?... En el caso
concreto de Tamaulipas, la del gobernador EGIDIO TORRE, porque siendo del mismo
partido (lo cuál no ocurre en todos los casos) emergió además fortalecido de la
contienda federal intermedia, donde su equipo se alzó con el carro completo.
Y tiene valor la opinión de los mandatarios
salientes (bajo esos condicionantes citados arriba, ser del mismo partido y con
eficacia electoral probada) porque sin la ayuda plena del jefe político estatal,
la situación tiende a complicarse y las posibilidades de un triunfo opositor se
multiplican.
Desde luego van a contar también las voces
asentadas en la capital. Yo veo tres: BELTRONES, OSORIO y VIDEGARAY.
No estoy seguro si en ese orden y acaso
esto sea determinante. Aunque habrá quien piense que hay paridad relativa de
fuerzas. Lo cuál aunque no sea cierto, posee la magia de los razonamientos
tranquilizantes.
ADENTRO
Y AFUERA
En el caso de los gobernadores, su ayuda
debe estar fundada no solo en la disciplina sino (muy particularmente) en su convencimiento
de que ha sido nominado el candidato idóneo para la circunstancia concreta que
vive la entidad.
Aunque en ello también influye (y mucho) la
muy humana preocupación personal por el futuro inmediato, cuando los jefes de
gobierno dejan de serlo para internarse en eso que llaman “el séptimo año” y
son puestas a prueba todas las lealtades.
Sería necio ocultarlo, el fenómeno no hace
distingo de partidos, ocurre por igual en administraciones estatales y en la
nacional.
Huelga decir que es uno de los grandes
temas ocultos dentro del proceso sucesorio. Un manejo exitoso de dicha
transición abona la paz futura del Jefe del Ejecutivo, gabinete, amigos y
familia.
Mejor aún, siendo un asunto de importancia
medular para quien va de salida, debiera serlo también para los que buscan
entrar.
Si quienes desean cruzar el umbral de
afuera hacia adentro no son capaces de ponerse en los zapatos de quien camina por
el mismo túnel pero en dirección contraria, difícilmente van a entender sus
necesidades básicas y los apremios que eventualmente pueden moverlo a otorgar su
apoyo o ejercer el veto.
Y bueno, todo indica que PEÑA NIETO hará lo
que esté en su mano para no dar pistas ni hacer guiños hasta la hora señalada.
No, al menos, a los grandes públicos,
aunque quizás los muy versados puedan detectar algunas señales.
Mientras tanto (en vísperas del informe) se
respira un ambiente de relativa tregua, lo mismo en prospectos reales que entre
simples aspirantes.
Muy relativa, en efecto, porque eso de que
“ya se calmaron” (mire usted) deviene en buenos deseos, acaso en presunción festiva.
A un volumen que alcanzaba las quince
rayitas, alguien le ha bajado tres, otro dos, en varios casos una rayita, pero
todos siguen con los altoparlantes puestos.
Y nada indica que esto vaya a cambiar.