jueves, 12 de noviembre de 2015

Transición y empatía

Cd. Victoria.- Sin el menor asomo de duda, la decisión sucesoria por el bando tricolor descansa en el indiscutible jefe nacional del partido, el también llamado primer priísta de la nación, quien para más señas nació en Atlacomulco, vive en Los Pinos y despacha en Palacio Nacional.
Es verdad aceptada que ENRIQUE PEÑA NIETO tiene la “última palabra”, aunque quizás lo correcto sería decir que su palabra es la primera, en el respectivo orden jerárquico.
Aunque si lo aterrizamos en el tiempo anterior al anuncio, entonces sí podría ser la última, es decir, la final, la que no admite cambio, la previa inmediata al destape.
Lo fascinante ocurre antes, mientras llega la definición crucial, la etapa actual donde el torrente de voces rodea al mandatario, subrayando en torno a cada opción ventajas y quebrantos, debilidades y fortalezas.
¿Qué opiniones cuentan?... En el caso concreto de Tamaulipas, la del gobernador EGIDIO TORRE, porque siendo del mismo partido (lo cuál no ocurre en todos los casos) emergió además fortalecido de la contienda federal intermedia, donde su equipo se alzó con el carro completo.
Y tiene valor la opinión de los mandatarios salientes (bajo esos condicionantes citados arriba, ser del mismo partido y con eficacia electoral probada) porque sin la ayuda plena del jefe político estatal, la situación tiende a complicarse y las posibilidades de un triunfo opositor se multiplican.
Desde luego van a contar también las voces asentadas en la capital. Yo veo tres: BELTRONES, OSORIO y VIDEGARAY.
No estoy seguro si en ese orden y acaso esto sea determinante. Aunque habrá quien piense que hay paridad relativa de fuerzas. Lo cuál aunque no sea cierto, posee la magia de los razonamientos tranquilizantes.

ADENTRO Y AFUERA
En el caso de los gobernadores, su ayuda debe estar fundada no solo en la disciplina sino (muy particularmente) en su convencimiento de que ha sido nominado el candidato idóneo para la circunstancia concreta que vive la entidad.
Aunque en ello también influye (y mucho) la muy humana preocupación personal por el futuro inmediato, cuando los jefes de gobierno dejan de serlo para internarse en eso que llaman “el séptimo año” y son puestas a prueba todas las lealtades.
Sería necio ocultarlo, el fenómeno no hace distingo de partidos, ocurre por igual en administraciones estatales y en la nacional.
Huelga decir que es uno de los grandes temas ocultos dentro del proceso sucesorio. Un manejo exitoso de dicha transición abona la paz futura del Jefe del Ejecutivo, gabinete, amigos y familia.
Mejor aún, siendo un asunto de importancia medular para quien va de salida, debiera serlo también para los que buscan entrar.
Si quienes desean cruzar el umbral de afuera hacia adentro no son capaces de ponerse en los zapatos de quien camina por el mismo túnel pero en dirección contraria, difícilmente van a entender sus necesidades básicas y los apremios que eventualmente pueden moverlo a otorgar su apoyo o ejercer el veto.
Y bueno, todo indica que PEÑA NIETO hará lo que esté en su mano para no dar pistas ni hacer guiños hasta la hora señalada.
No, al menos, a los grandes públicos, aunque quizás los muy versados puedan detectar algunas señales.
Mientras tanto (en vísperas del informe) se respira un ambiente de relativa tregua, lo mismo en prospectos reales que entre simples aspirantes.
Muy relativa, en efecto, porque eso de que “ya se calmaron” (mire usted) deviene en buenos deseos, acaso en presunción festiva.
A un volumen que alcanzaba las quince rayitas, alguien le ha bajado tres, otro dos, en varios casos una rayita, pero todos siguen con los altoparlantes puestos.
Y nada indica que esto vaya a cambiar.