viernes, 13 de noviembre de 2015

Treinta meses después

Cd. Victoria.- Hoy viernes terminamos, ¿Terminamos?, afirmación feliz y duda perturbadora que al mismo tiempo alegran y escuecen a una familia.
Se cumple apenas una meta específica, el llevar a buen recaudo la quimioterapia de mi joven guerrera. Pero nos falta el propósito general. Esa salud total que solo se alcanza cuando transcurren años de seguimiento puntual.
El esfuerzo que ahora viene y deseamos, queremos, luchamos para que sea exitoso. Que el enemigo, mes tras mes, nos refrende su ausencia. Que al paso del tiempo podamos darlo por conjurado, palabra cuyo sentido original representa lo contrario de invocar. Alejar para siempre.
Y decir terminamos, en plural, significa que nos involucramos todos. Es la única manera de enfrentar esto, cuando se acepta que la diagnosticada no es la persona sino la familia.
Esa red de afectos que, como vasos comunicantes, nos envuelve con su cauda de virtudes compartidas. Cualidades que, de no existir, es menester desarrollar. Disciplina, rigor, dietas, acciones de orden preventivo a las que no estábamos habituados.
A empujar parejo, hermana, hermano, madre, padre, el clan familiar amplio, esa marabunta de primos, tíos, sobrinos, que inundó estacionamiento y lobby en el área de privados los primeros días.
Y también la otra familia que se forma en el trato cotidiano con quienes están librando sus propias batallas, a veces mas cruentas y con resultados disparejos.
No queda más que abrazar muy fuerte a tu pacientita (hube de acostumbrarme al diminutivo usado por las enfermeras) y cruzar con ella el campo de batalla.
Observas con esperanza a quienes te llevan ventaja. Quienes van seis meses adelante y ya no les espanta nada. Los que empezaron un año, dos años atrás y ya están de salida.
Pero también adviertes que el camino está sembrado de cruces. Ahí, por donde avanzas, el llanto aflora. Noticias ingratas que luego alcanzan a quien ya tratabas como uno de los tuyos.

DUELO Y ESPERANZA
Imborrable, el recuerdo del primer día. Terapia del oficio, había que convertirlo en palabras, era mayo del 2013, entonces escribí…
“Aquella tarde de espanto, oscura, lluviosa, cuando el cielo parece llorar con nosotros y la noticia empieza apenas a ser digerida, un amigo extraordinario tecleó desde su BlackBerry tres consejos que seguí al pié de la letra: échale ganas, busca a BALBINA, busca a BILLY...”
Treinta meses después de aquella jornada sombría, en el presente noviembre de 2015, puedo dar testimonio de que toqué puertas y se abrieron.
Supe de BALBINA PASTOR y su sonrisa cargada de misericordia, infaltable luchadora de una agrupación que preside MANOLO CORCUERA, en lucha sin cuartel contra el cáncer.
BILLY es, desde luego, el director del Hospital Infantil CARLOS GUILLERMO MORRIS. No existe escala para valorar su ayuda ni agradecimiento que alcance.
Y muchos ángeles como LILIANA TAMEZ, nuestra ajetreada hematóloga pediatra o LUPITA RESENDEZ, psicóloga, tanatóloga.
-“¿Cómo vas?”, pregunta cuando lo veo, el amigo del BlackBerry, con ese estilo categórico, tajante, que le caracteriza. Quienes no lo conocen piensan que el tono es regañón, aunque en realidad es preocupón. Generosamente preocupón.
-“Adelante…” es mi respuesta lacónica y con puntos suspensivos, la estimación provisional, temporal, mientras el diagnóstico no indique lo contrario.
Aunque también, señor ingeniero, la certeza firme de que, tras muchos “adelantes” consecutivos, nos aguarda el umbral de la salud recuperada.
Y, bueno, ya no tengo BlackBerry, hace tiempo que perdió mercado, pero descargué la aplicación de mensajería que ofrece su competidor de la manzanita. Nomás para darle continuidad al contacto y al afecto, que no son de ahora, sino de muchos años.