Cd.
Victoria.- A estudio en la Suprema Corte, la
legalización de la marihuana parece centrar demasiado su debate en el consumo
individual. Ciertamente hay fundamentos para pensar que su daño es bastante
menor al que provoca el alcohol.
Ello, aunque también resulta una burrada
(digna de su promotor, VICENTE FOX) decir que la hierba es absolutamente inocua.
Al menos en su forma más común (fumada)
habría afectaciones que señalar, aunque no tenga nicotina en sus componentes, ni
el devastador alquitrán del cigarrillo común.
Diga lo que diga FOX, la sola presencia de
humo en los pulmones jamás podría ser etiquetada como 100% benigna.
Distinto resulta si su elemento activo
(cannabinol) es extraído y administrado por otras vías (bebido, inyectado, encapsulado)
para los fines medicinales que estudios norteamericanos y europeos señalan.
Pero aún con propósitos recreativos, sería
interesante medir su efecto si en vez de emplear las vías respiratorias, se consume
como en los años sesentas:
(1) En infusión (brebaje, cocimiento, te) o
bien (2) incorporada a la cocina pastelera, aquellos brownies de chocolate
entre cuyos pliegues asomaban restos de la planta, sin olvidar (3) una vieja
costumbre rural y muy mexicana, el aguardiente “curado” con frutas silvestres,
canela, especies afines y marihuana.
OTROS
RIESGOS
Indispensable el comparativo, importa considerar
la temporal disminución en el desempeño neuromuscular que requeriría cualquier
persona para el ejercicio (por ejemplo) de una responsabilidad laboral.
Aquí sí, la marihuana sale perdiendo en la
competencia con el alcohol, más allá del daño que en el plano individual pueda
causar el trago.
La razón es que el efecto de las bebidas
embriagantes es más gradual y permite un autocontrol mayor en quien paralelamente
realiza alguna actividad pública (como manejar un vehículo) que ponga en riesgo
la seguridad de los demás, vidas y propiedades.
Y la prueba está que dentro del gremio
aeronáutico constituye un secreto a voces el consumo etílico discreto de los
pilotos (whiskey, sobre todo) sin que ello afecte su capacidad de navegación.
Si en lugar de dos o tres jaiboles, el
hipotético tripulante estuviera fumando marihuana, creo que mi desconfianza
como pasajero sería mayor y tal vez no me subiría a ese avión (o autobús, si
fuera el caso).
Psicotrópicos ambos, el trago y la hierba
alteran regiones distintas del cerebro. Es muy diferente su efecto
neuromuscular, en funciones y facultades como el sentido de la ubicación, la
memoria y eso que llaman conciencia tempo-espacial.
Ciertamente, en ambos pueden registrarse
excesos, pero el umbral de confusión es más cercano y tajante con la marihuana,
pues carece del carácter paulatino que en el caso del alcohol permite un consumo
discrecional.
OTROS
CAMPOS
Por ello, aunque las bebidas embriagantes
sean más dañinas para la salud (sus conocidos estragos en hígado o riñones) la
marihuana representa un riesgo mayor para los demás. Y esto involucra
necesariamente campos como la seguridad pública y la protección civil.
Piénsese, por ejemplo, en un conductor del
transporte colectivo, urbano y foráneo. O alguien manejando aparatos que exigen
precisión y buenos reflejos dentro de una línea de producción fabril, donde el
riesgo de accidentes laborales es el pan de cada día.
Los magistrados que ahora discuten la
probable legalización de la marihuana, tendrían entonces que considerar el
replanteamiento previo de otras leyes, códigos y reglamentos laborales, viales
y hasta penales.
Nuestros doctores de la ley están obligados
a prevenir aquellas formas de consumo que eventualmente pudieran significar un peligro
social. De esto también es necesario hablar.