viernes, 30 de octubre de 2015

Marihuana y protección civil

Cd. Victoria.- A estudio en la Suprema Corte, la legalización de la marihuana parece centrar demasiado su debate en el consumo individual. Ciertamente hay fundamentos para pensar que su daño es bastante menor al que provoca el alcohol.
Ello, aunque también resulta una burrada (digna de su promotor, VICENTE FOX) decir que la hierba es absolutamente inocua.
Al menos en su forma más común (fumada) habría afectaciones que señalar, aunque no tenga nicotina en sus componentes, ni el devastador alquitrán del cigarrillo común.
Diga lo que diga FOX, la sola presencia de humo en los pulmones jamás podría ser etiquetada como 100% benigna.
Distinto resulta si su elemento activo (cannabinol) es extraído y administrado por otras vías (bebido, inyectado, encapsulado) para los fines medicinales que estudios norteamericanos y europeos señalan.
Pero aún con propósitos recreativos, sería interesante medir su efecto si en vez de emplear las vías respiratorias, se consume como en los años sesentas:
(1) En infusión (brebaje, cocimiento, te) o bien (2) incorporada a la cocina pastelera, aquellos brownies de chocolate entre cuyos pliegues asomaban restos de la planta, sin olvidar (3) una vieja costumbre rural y muy mexicana, el aguardiente “curado” con frutas silvestres, canela, especies afines y marihuana.

OTROS RIESGOS
Indispensable el comparativo, importa considerar la temporal disminución en el desempeño neuromuscular que requeriría cualquier persona para el ejercicio (por ejemplo) de una responsabilidad laboral.
Aquí sí, la marihuana sale perdiendo en la competencia con el alcohol, más allá del daño que en el plano individual pueda causar el trago.
La razón es que el efecto de las bebidas embriagantes es más gradual y permite un autocontrol mayor en quien paralelamente realiza alguna actividad pública (como manejar un vehículo) que ponga en riesgo la seguridad de los demás, vidas y propiedades.
Y la prueba está que dentro del gremio aeronáutico constituye un secreto a voces el consumo etílico discreto de los pilotos (whiskey, sobre todo) sin que ello afecte su capacidad de navegación.
Si en lugar de dos o tres jaiboles, el hipotético tripulante estuviera fumando marihuana, creo que mi desconfianza como pasajero sería mayor y tal vez no me subiría a ese avión (o autobús, si fuera el caso).
Psicotrópicos ambos, el trago y la hierba alteran regiones distintas del cerebro. Es muy diferente su efecto neuromuscular, en funciones y facultades como el sentido de la ubicación, la memoria y eso que llaman conciencia tempo-espacial.
Ciertamente, en ambos pueden registrarse excesos, pero el umbral de confusión es más cercano y tajante con la marihuana, pues carece del carácter paulatino que en el caso del alcohol permite un consumo discrecional.

OTROS CAMPOS
Por ello, aunque las bebidas embriagantes sean más dañinas para la salud (sus conocidos estragos en hígado o riñones) la marihuana representa un riesgo mayor para los demás. Y esto involucra necesariamente campos como la seguridad pública y la protección civil.
Piénsese, por ejemplo, en un conductor del transporte colectivo, urbano y foráneo. O alguien manejando aparatos que exigen precisión y buenos reflejos dentro de una línea de producción fabril, donde el riesgo de accidentes laborales es el pan de cada día.
Los magistrados que ahora discuten la probable legalización de la marihuana, tendrían entonces que considerar el replanteamiento previo de otras leyes, códigos y reglamentos laborales, viales y hasta penales.
Nuestros doctores de la ley están obligados a prevenir aquellas formas de consumo que eventualmente pudieran significar un peligro social. De esto también es necesario hablar.