Cd.
Victoria.- Transitar “del hecho al dicho”, solía aconsejar
a sus alumnos don MANUEL BUENDÍA parafraseando aquella conseja popular que exhorta
a cumplir la palabra: “del dicho al hecho”.
BUENDÍA la empleaba al revés, en forma
deliberada. Para fines de análisis político, optaba por la ingeniería inversa, navegando
río arriba, como fue siempre su gusto.
De manera muy personal, solía ponderar el
placer inigualable de “nadar contra la corriente”, lo mismo cuando braceaba en algún
torrente ribereño de su natal Zitácuaro que al ejercitar su pluma frente a corrientes
de opinión uniformadas.
Aplicada al oficio, esta segunda acepción
significa partir del hecho para confrontar al dicho. Observar que tanto se refleja
lo ofrecido en lo cumplido, si en verdad se materializa lo anunciado en los
diversos pedestales del poder.
Revisar archivos, retroceder la película,
minutos, horas, días, el tiempo que sea necesario, para comprobar si lo visto
se parece a lo previsto y, en caso de encontrar diferencias sustantivas,
preguntar siempre por qué.
Entendida así, la misión del columnista involucraría
una campaña permanente contra la desmemoria colectiva.
EL
MONSTRUO
A mediados de la semana pasada se nos dijo
con voz estentórea y magno acopio de recursos, que un gigantesco huracán con el
nombre de “Patricia” se había formado en los cálidos borbollones del Pacífico y
avanzaba hacia el litoral mexicano.
Tocaría tierra en algún punto no definido
entre Colima y Jalisco. La palabra Manzanillo iba de boca en boca, lo cuál no debió
gustar mucho a sus habitantes.
Gravedad en los rostros durante la reunión
presidencial, de velorio el gesto en los conductores noticiosos, el pronóstico
climático se anunciaba fatal.
Vientos cuya velocidad rompía cualquier
record mundial y una fuerza sin parangón en los anales meteorológicos del
planeta.
Tan convincente se escuchó el pavor oficial
que el señor OBAMA, desde su poltrona en la Casa Blanca, levantó displicente su
mano prometiendo la ayuda necesaria.
Los registros satelitales mostraron pronto un
gigantesco animal con cuerpo de algodón y ojo de cíclope amagando Colima. El
miedo corrió por toda la costa jalisciense, rumbo sur hacia Michoacán, rumbo
norte hasta Nayarit.
“El huracán más poderoso de la historia”, era
la expresión más patética al cerrar la semana, grito estelar de las primeras
planas, frase-gancho en los noticieros radiofónicos.
¿DÓNDE
QUEDÓ?
Grande la expectativa, intensos los
preparativos, el día sonado llegó y (en efecto) se encresparon las aguas, se
presentó la ventisca, borrachas las palmeras aunque no precisamente de sol, el
video de un camión dando trompicones como si fuera un juguete, impactante el
ulular del viento (“la voz de Patricia”) en grabación a borde de playa…
Pero pasaron las horas y los portales que
habían apostado Webcams transmitiendo en vivo, minuto a minuto, vía YouTube,
empezaron a informar que el show prometido parecía desmoronarse.
Demasiado rápido para el gusto de muchos,
el mega (súper, híper, recontra) huracán iba cayendo en desgracia, primero a
tormenta, luego a depresión tropical y perturbación atmosférica, terminando en
mera colección de chubascos.
Del hecho al dicho (recordando a BUENDÍA)
¿que había ocurrido?, ¿Dónde quedó la película de terror con permanencia
voluntaria que nos había prometido CONAGUA?
“Intervención divina”, comentan en redes
las almas puras. O sobrevaloración oficial con fines mediáticos observa, entre
otros, el semanario PROCESO.
El caso es que por unos días nos tuvieron a
todos (sin distingo de ideologías) parados de puntas. La noche misma del sábado
se hablaba de una jornada prácticamente blanca. El Apocalipsis nunca llegó.