jueves, 1 de octubre de 2015

Cuestión de tamaños

Cd. Victoria.- Lo comenté aquí, la flamante diputada federal por Tampico MERCEDES GUILLÉN está de lleno en la jugada sucesoria como tamaulipeca experimentada que ha ocupado lugares de relevancia en la esfera política regional y nacional.
La duda es si los ires y venires de tan discreta dama giran en torno a su promoción personal, como lo supone un importante sector de la prensa que la ubica en la lista de precandidatos reales a la gubernatura.
Esto es, entre los llamados “cinco grandes” junto a MARCO BERNAL, ALEJANDRO ETIENNE, EDGARDO MELHEM y BALTAZAR HINOJOSA.
Desde luego hay más, aunque (necesario es decirlo) acaso no todos alcancen la condición de prospectos y sea necesario ubicarlos en la categoría de meros aspirantes.
Hiperactivos, deseosos, bullangueros, ávidos, anhelantes, entusiastas, bulliciosos, salidores, pletóricos de ambición y de esperanza, aunque objetivamente inviables.
Una interpretación paralela hablaría de que la señora GUILLEN tiene ya, desde hace tiempo, simpatías definidas y está operando para un proyecto concreto que, de cuajar, la llevaría a la presidencia del puerto jaibo.
Lo cuál nos conduce de nueva cuenta al asunto de las fechas y los escenarios.
Como el relámpago que anuncia al chubasco, acaso el primer síntoma de que el destape está cerca ocurra cuando veamos que algunos competidores se autodescarten para endosar a otro contendiente su capital político.

PREMIO MAYOR
El caso Tamaulipas (añaden otros) está ligado necesariamente a la competencia mayor, la del 2018, hacia el interior del PRI. Contienda donde, por cierto, la izquierda podría presentar escenarios cercanos a los de 1982.
Se recordará que la contienda de MIGUEL DE LA MADRID representó la primera disputa presidencial posterior a la reforma impulsada por JESÚS REYES HEROLES desde Gobernación.
Cuando (entre otras novedades) los legisladores plurinominales reemplazaron a los “diputados de partido” y se instituyó el financiamiento público a las instituciones políticas, pasando a la legalidad el Partido Comunista, que en un lapso corto se convertiría en Partido Socialista Unificado de México (PSUM).
También cobró vida un partido de extrema derecha y origen sinarquista, llamado Demócrata Mexicano, mismo que se hacía representar con la figura de un gallito colorado y lo encabezaba IGNACIO GONZÁLEZ GOLLAZ, aquel ceremonioso fabricante de enchiladas potosinas.
No trascendería mayormente y su presencia solo serviría para arrebatarle algunos votos al PAN, entonces abanderado por PABLO EMILIO MADERO.

DISPERSOS, MUTANTES
En dicha elección de 1982 se presentaron (lee usted bien) cuatro candidatos de izquierda a la Presidencia (de un total de siete), como fueron ARNOLDO MARTÍNEZ (“del PRI será verdugo” decía su propaganda) por el referido PSUM, así como el lopezmateista MANUEL MORENO SÁNCHEZ por el Partido Socialdemócrata (PSD), doña ROSARIO IBARRA por el troskista Partido Revolucionario de los Trabajadores y un antiguo militante del PRI veracruzano de nombre CÁNDIDO DÍAZ CERECEDO, por el Partido Socialista de los Trabajadores (PST).
Cuatro, en efecto, son demasiados, para una corriente que en la dispersión, en sus feroces pugnas internas y (sobre todo) en la frecuente permuta de identidades ha encontrado a sus peores enemigos.
El fantasma, pues, de 1982 podría rondar para 2018 si quienes hoy transitan por ese sector no se ponen de acuerdo y, sobre todo, si consideramos la voluntad de ANDRES MANUEL LÓPEZ OBRADOR para lanzarse de nuevo, ahora por MORENA, mientras MARCELO EBRARD haría lo propio por Movimiento Ciudadano y acaso MIGUEL MANCERA por (lo que queda de) el PRD.

Eso, más los que se acumulen.