Cd.
Victoria.- Lo comenté aquí, la flamante diputada
federal por Tampico MERCEDES GUILLÉN está de lleno en la jugada sucesoria como
tamaulipeca experimentada que ha ocupado lugares de relevancia en la esfera
política regional y nacional.
La duda es si los ires y venires de tan
discreta dama giran en torno a su promoción personal, como lo supone un
importante sector de la prensa que la ubica en la lista de precandidatos reales
a la gubernatura.
Esto es, entre los llamados “cinco grandes”
junto a MARCO BERNAL, ALEJANDRO ETIENNE, EDGARDO MELHEM y BALTAZAR HINOJOSA.
Desde luego hay más, aunque (necesario es
decirlo) acaso no todos alcancen la condición de prospectos y sea necesario ubicarlos
en la categoría de meros aspirantes.
Hiperactivos, deseosos, bullangueros,
ávidos, anhelantes, entusiastas, bulliciosos, salidores, pletóricos de ambición
y de esperanza, aunque objetivamente inviables.
Una interpretación paralela hablaría de que
la señora GUILLEN tiene ya, desde hace tiempo, simpatías definidas y está
operando para un proyecto concreto que, de cuajar, la llevaría a la presidencia
del puerto jaibo.
Lo cuál nos conduce de nueva cuenta al
asunto de las fechas y los escenarios.
Como el relámpago que anuncia al chubasco,
acaso el primer síntoma de que el destape está cerca ocurra cuando veamos que
algunos competidores se autodescarten para endosar a otro contendiente su capital
político.
PREMIO
MAYOR
El caso Tamaulipas (añaden otros) está
ligado necesariamente a la competencia mayor, la del 2018, hacia el interior
del PRI. Contienda donde, por cierto, la izquierda podría presentar escenarios
cercanos a los de 1982.
Se recordará que la contienda de MIGUEL DE
LA MADRID representó la primera disputa presidencial posterior a la reforma
impulsada por JESÚS REYES HEROLES desde Gobernación.
Cuando (entre otras novedades) los
legisladores plurinominales reemplazaron a los “diputados de partido” y se
instituyó el financiamiento público a las instituciones políticas, pasando a la
legalidad el Partido Comunista, que en un lapso corto se convertiría en Partido
Socialista Unificado de México (PSUM).
También cobró vida un partido de extrema
derecha y origen sinarquista, llamado Demócrata Mexicano, mismo que se hacía
representar con la figura de un gallito colorado y lo encabezaba IGNACIO
GONZÁLEZ GOLLAZ, aquel ceremonioso fabricante de enchiladas potosinas.
No trascendería mayormente y su presencia solo
serviría para arrebatarle algunos votos al PAN, entonces abanderado por PABLO
EMILIO MADERO.
DISPERSOS,
MUTANTES
En dicha elección de 1982 se presentaron
(lee usted bien) cuatro candidatos de izquierda a la Presidencia (de un total
de siete), como fueron ARNOLDO MARTÍNEZ (“del PRI será verdugo” decía su
propaganda) por el referido PSUM, así como el lopezmateista MANUEL MORENO
SÁNCHEZ por el Partido Socialdemócrata (PSD), doña ROSARIO IBARRA por el
troskista Partido Revolucionario de los Trabajadores y un antiguo militante del
PRI veracruzano de nombre CÁNDIDO DÍAZ CERECEDO, por el Partido Socialista de
los Trabajadores (PST).
Cuatro, en efecto, son demasiados, para una
corriente que en la dispersión, en sus feroces pugnas internas y (sobre todo)
en la frecuente permuta de identidades ha encontrado a sus peores enemigos.
El fantasma, pues, de 1982 podría rondar
para 2018 si quienes hoy transitan por ese sector no se ponen de acuerdo y,
sobre todo, si consideramos la voluntad de ANDRES MANUEL LÓPEZ OBRADOR para
lanzarse de nuevo, ahora por MORENA, mientras MARCELO EBRARD haría lo propio
por Movimiento Ciudadano y acaso MIGUEL MANCERA por (lo que queda de) el PRD.
Eso, más los que se acumulen.