Cd.
Victoria.- Es historia bien conocida, un día 22 de noviembre
de 2011 (numerología habemus, 22/11/11) desde su liderazgo senatorial, el economista
sonorense MANLIO FABIO BELTRONES envió al país un video de siete minutos dando
lectura a lo que sería su renuncia formal a la aspiración de convertirse en
candidato presidencial para la contienda de 2012.
Mensaje de oficina, saco café oscuro,
pistache la corbata, pulcro librero de fondo, escritorio desierto, lo único que
sobresale es una versión portátil del lábaro patrio y la agenda de piel donde
reposan sus brazos.
El corazón del corto “speech” gira en torno
a la pregunta que él mismo había planteado en la víspera: “¿El poder para
qué?”, argumentando que de poco servía el retorno del PRI a Palacio sin un
propósito claro.
Al respecto, en su denominado “Programa
para México” BELTRONES había propuesto una reforma en tres vertientes: régimen
político, modelo de desarrollo y pacto social.
LOS
FUTUROS
Empleaba, además, como caballito de batalla
la vieja expresión de JESÚS REYES HEROLES: “Primero el programa y luego el
candidato.”
Desde luego, para entonces PEÑA NIETO tenía
dos meses de haber dejado el Estado de México en manos de ERUVIEL, mientras el
aparato priísta se perfilaba en dirección franca hacia el gallo de Atlacomulco.
Aún así, la declinación de MANLIO FABIO
cuidó muy bien las formas para que en ningún momento se entendiera como
capitulación.
Sería un aliado, no un subordinado, que
además remataba su mensaje con una frase de cariz futurista: “Mañana empiezo
otra vez”.
Habría de otorgar entonces todo su apoyo al
mandatario mexiquense en cuyo proyecto de reformas trabajaría sin vacilación
desde la Cámara Baja durante el trienio que recién terminó, 2012-2015.
Concluida la chamba en San Lázaro, desde el
20 de agosto pasado BELTRONES despacha en la oficina principal de Insurgentes
norte, el CEN del PRI.
EL
2012, HOY
Acelerada como está la puja sucesoria en
Tamaulipas, no deja de llamar la atención que el marketing opaque a las ideas y
el culto a la personalidad impida saber de intenciones.
Es decir, de propósitos englobados en el
cuestionamiento primario que (ayer, hoy y siempre) debe dirigirse a cualquiera
que quiera gobernar: ¿El poder para qué?
Detalle que, por cierto, se ventila poco
(o, de plano, se desconoce) en las interminables mesas de compadritos comiendo
y brindando por ese futuro dichoso en el que imaginan abiertas, de par en par,
las puertas del presupuesto.
Utopía donde la catarata de dicha se derrama
generosa sobre quienes han juramentado devoción eterna al aspirante en turno.
Tal ausencia de planteamientos hace pensar
en que predomina la visión del poder como simple botín, meta concreta y jugosa
que se alcanza en grupo, en palomilla, aunque no como oportunidad para el
ejercicio de alguna suerte de vocación política.
LA
VENDIMIA
Paralelamente, uno de los recovecos más
oscuros de la mercadotecnia política es su tendencia a reciclar como su fueran
nuevos, un puñado de recetarios armados con frases hechas.
Clichés que (si le escarbamos tantito) los
vamos a encontrar en todas las campañas donde el gurú en cuestión haya
participado, dentro y fuera del país, a todos los niveles, local, regional,
global.
Del Gobernador del Empleo al Presidente del
Empleo, del Vamos Tamaulipas al Vamos México, los vendedores de ilusiones no se
tientan el corazón al facturar (con ceros suficientes) por ideas que hace mucho
dejaron de serlo para convertirse en anuncios de neón, resplandores destinados
al embotamiento colectivo.
De aquí la necesidad (muy actual) de
preguntar por aquello que cada aspirante porte en su respectiva alforja. Si
cargan poco, mucho o de plano no traen nada. Para todo hay casos y más vale
saberlo.