jueves, 22 de octubre de 2015

Mensaje y masaje

Cd. Victoria.- Constituye un lugar común, ni modo, aunque es menester repetir (las veces que sea necesario) la frase aquella atribuida al exgobernador de Nueva York MARIO CUOMO: “Haces campaña en poesía, gobiernas en prosa.”
Ello, a propósito de las lecciones de sentido común que esa maestra regañona llamada Doña Realidad le está dando hoy al (ya no tan bronco) mandatario vecino JAIME RODRÍGUEZ.
Ocurre con gobernadores, también con alcaldes y, por supuesto, presidentes de la república. Esa tajante frontera cognitiva que divide los días previos y posteriores a la urna y de alguna manera nos hace recordar las caretas del falso enamorado, antes y después de haber conseguido los favores de su víctima.
Esa diferencia al mismo tiempo odiosa y jocosa, entre (1) el lirismo de quien promete hasta el exceso, montado en su cometa y haciendo acopio de todas las metáforas al alcance de sus mercadólogos y (2) la colección de pretextos rabones con que luego habrán de justificar su inacción, el aplazamiento de afanes que a menudo termina en claudicación.
Antes del voto, todo es posible, después del voto cualquier promesa es susceptible de ese “veremos” a manera de susurro, de ese “vamos a ver”, del “tenemos que estudiar la fórmula”, porque los recursos no alcanzan, porque la agenda está muy cargada y los adeudos son muchos.
Y un argumento muy divertido: “A ver que dice el Congreso”, lo cuál merece el más estentóreo de los eurekas. Efectivamente, existe un Congreso, un poder legislativo entre cuyas funciones figura el aprobar, enmendar o desaprobar sus planes.

SOMBRÍO DESPERTAR
Compromisos que en tiempos de campaña se vendían como idilios perfectamente realizables, sueños al alcance de la mano, caramelos que repartir, hombros que palmear, sonrisas que prodigar en una democracia todavía crédula y adolescente como la nuestra.
Se pregunta entonces la gente a dónde fue el febril apremio del enamorado que rondaba a la urna con aquella melosa devoción tan cercana a la lascivia, que hace brillar las pupilas y desata la lengua más allá de lo aconsejable.
En algún momento autocrítico, ese gran comunicador canadiense llamado MARSHALL McLUHAN llegó a parafrasear la consigna que lo hizo famoso en el mundo académico (“el medio es el mensaje”) para reemplazarla por algo más periodístico y, desde luego, patético, mordaz: “el medio es el masaje”.
La explicación (y así lo entendía McLUHAN) es que el medio a menudo termina adoptando el efecto de una droga, poder que relaja, infunde autocomplacencia, conformismo, aceptación acrítica y ciega del mensaje, como el más tibio y narcotizante de los masajes. El frío despertar viene después.

LA PAZ DEL DIABLO
Y bueno, se puede pensar que hay oportunismo o hasta cierta dosis de malevolencia en las denuncias de grupos opositores contra presuntos actos anticipados de campaña cometidos fuera de temporada por personalidades del PRI.
Incluso cabe esperar que la querella en cuestión no prospere más allá del ruido mediático.
Sin embargo, necesario es decir que el dispendio está a la vista y ningún adversario que se respete puede permanecer pasivo ante el aparatoso despliegue de recursos propagandísticos instrumentado por algunos aspirantes.
El tremendismo como tarjeta de presentación, acaso para compensar algún traumático ninguneo sufrido con anterioridad.
Interesante reto para el flamante delegado tricolor FERNANDO DE LAS FUENTES, a quien la oposición (ver para creer) le estaría ahora otorgando los argumentos que le hacían falta para llamar a la calma. 
Deberá ejercitar su trinchete, si no en pos de una paz completa, al menos para enderezar los ánimos e imponer un mínimo de prudencia a la contienda.