Cd.
Victoria.- Constituye un lugar común, ni modo,
aunque es menester repetir (las veces que sea necesario) la frase aquella atribuida
al exgobernador de Nueva York MARIO CUOMO: “Haces campaña en poesía, gobiernas
en prosa.”
Ello, a propósito de las lecciones de
sentido común que esa maestra regañona llamada Doña Realidad le está dando hoy
al (ya no tan bronco) mandatario vecino JAIME RODRÍGUEZ.
Ocurre con gobernadores, también con
alcaldes y, por supuesto, presidentes de la república. Esa tajante frontera
cognitiva que divide los días previos y posteriores a la urna y de alguna
manera nos hace recordar las caretas del falso enamorado, antes y después de
haber conseguido los favores de su víctima.
Esa diferencia al mismo tiempo odiosa y
jocosa, entre (1) el lirismo de quien promete hasta el exceso, montado en su
cometa y haciendo acopio de todas las metáforas al alcance de sus mercadólogos y
(2) la colección de pretextos rabones con que luego habrán de justificar su
inacción, el aplazamiento de afanes que a menudo termina en claudicación.
Antes del voto, todo es posible, después
del voto cualquier promesa es susceptible de ese “veremos” a manera de susurro,
de ese “vamos a ver”, del “tenemos que estudiar la fórmula”, porque los
recursos no alcanzan, porque la agenda está muy cargada y los adeudos son
muchos.
Y un argumento muy divertido: “A ver que
dice el Congreso”, lo cuál merece el más estentóreo de los eurekas. Efectivamente,
existe un Congreso, un poder legislativo entre cuyas funciones figura el
aprobar, enmendar o desaprobar sus planes.
SOMBRÍO
DESPERTAR
Compromisos que en tiempos de campaña se
vendían como idilios perfectamente realizables, sueños al alcance de la mano,
caramelos que repartir, hombros que palmear, sonrisas que prodigar en una
democracia todavía crédula y adolescente como la nuestra.
Se pregunta entonces la gente a dónde fue el
febril apremio del enamorado que rondaba a la urna con aquella melosa devoción
tan cercana a la lascivia, que hace brillar las pupilas y desata la lengua más
allá de lo aconsejable.
En algún momento autocrítico, ese gran
comunicador canadiense llamado MARSHALL McLUHAN llegó a parafrasear la consigna
que lo hizo famoso en el mundo académico (“el medio es el mensaje”) para reemplazarla
por algo más periodístico y, desde luego, patético, mordaz: “el medio es el
masaje”.
La explicación (y así lo entendía McLUHAN)
es que el medio a menudo termina adoptando el efecto de una droga, poder que
relaja, infunde autocomplacencia, conformismo, aceptación acrítica y ciega del
mensaje, como el más tibio y narcotizante de los masajes. El frío despertar viene
después.
LA
PAZ DEL DIABLO
Y bueno, se puede pensar que hay
oportunismo o hasta cierta dosis de malevolencia en las denuncias de grupos
opositores contra presuntos actos anticipados de campaña cometidos fuera de
temporada por personalidades del PRI.
Incluso cabe esperar que la querella en
cuestión no prospere más allá del ruido mediático.
Sin embargo, necesario es decir que el
dispendio está a la vista y ningún adversario que se respete puede permanecer
pasivo ante el aparatoso despliegue de recursos propagandísticos instrumentado
por algunos aspirantes.
El tremendismo como tarjeta de
presentación, acaso para compensar algún traumático ninguneo sufrido con
anterioridad.
Interesante reto para el flamante delegado
tricolor FERNANDO DE LAS FUENTES, a quien la oposición (ver para creer) le
estaría ahora otorgando los argumentos que le hacían falta para llamar a la
calma.
Deberá ejercitar su trinchete, si no en pos
de una paz completa, al menos para enderezar los ánimos e imponer un mínimo de
prudencia a la contienda.