Cd.
Victoria.- Se presta a muchas especulaciones el más
reciente encuentro del munícipe laredano CARLOS CANTUROSAS con el líder
nacional del PRD, CARLOS NAVARRETE.
Cabe pensar que CANTUROSAS no siente muy
segura su postulación por el PAN, donde el liderazgo en las encuestas sigue en
manos de PACO CABEZA.
Y también la posibilidad de que el virtual
candidato del Movimiento Ciudadano GUSTAVO CÁRDENAS quiera aliarse con sus
viejos amigos del Sol Azteca.
Lo cuál no sería raro, si recordamos que
GUSTAVO, al igual que su señor padre, don JORGE CÁRDENAS, fueron candidatos de
una alianza PAN-PRD en 1992, para la alcaldía capitalina y la gubernatura,
respectivamente.
Sin olvidar que el MC (desde que se llamaba
Partido Convergencia) ha sido socio del PRD en las dos contiendas
presidenciales de AMLO (2006 y 2012) y en un sinfín de elecciones regionales.
Es decir, si CANTUROSAS no se apura a construirse
un espacio político propio, se puede quedar en la más penosa orfandad
partidista.
No está lejana, pues, la posibilidad de que
CABEZA consiga la nominación albiazul y GUSTAVO extienda su telaraña hacia una
alianza progresista MC-PRD.
Ello si además consideramos que el PANAL y
el Partido Verde ya están “pedidos y dados” a la principal coalición que habrá
de encabezar el PRI.
De no ponerse las pilas, el muchacho de
Nuevo Laredo tendría que conformarse con alguno de los minipartidos de reciente
aparición, como el Humanista, Encuentro Social o MORENA.
IMAGEN
Y PALABRA
Y, bueno, para fines de marketing,
CANTUROSAS arrastra un problema relacionado con la forma un tanto accidentada
en que fueron unidos los dos apellidos de su padre para formar uno solo.
Apellido que si hubiésemos de verbalizar
como se escribe (sin acento el CANTU y pegado con un ROSAS que además solo
lleva una “R”) tendríamos que pronunciar la “R” como “ere”, recayendo la
acentuación en la letra “O” y quedando al final algo parecido a venturosas,
presurosas o generosas.
O bien, de haber optado por acentuar solamente
la “U”, la pronunciación habría sido esdrújula, cosa que no ocurre.
Por mera costumbre, suelen decir como
“erre” lo que debiera ser una “ere”, respetando los dos acentos originales, el
de la “U” y el de la “O”.
O sea que si usted aborda al personaje en
calidad de ciudadano, potencial votante, reportero o simple curioso, tendría
todo el derecho a decirle “señor CANTUROSAS” con una pronunciación similar a la
de “venturosas” y el susodicho no tendría por qué disgustarse.
Así es como el caballero ha aceptado escribir
su apellido y (a diferencia del inglés) en castellano las palabras se dicen como
se escriben.
MEGALOMANÍA
Y bien, algo ocurre en el alma mexicana que
de manera recurrente buscamos plasmar las grandes ideas en alguna suerte de arquitectura
faraónica.
Cuando el presidente LÓPEZ PORTILLO puso en
marcha la primera gran reforma electoral de los tiempos modernos (1978-79) su
expresión material fue el Palacio Legislativo de San Lázaro, concluido en 1981.
Gigantesca mole donde el arquitecto RAMÍREZ
VÁZQUEZ no dudó en calcar el tosco cuadrángulo del Museo Nacional de
Antropología.
Majestuosa, por igual, la actual residencia
del Senado inaugurada a finales del sexenio calderonista en el cruce de
Insurgentes y Reforma, con un costo de 2 mil 563 millones de pesos.
Todo a lo grande, hoy en día el flamante
Instituto Nacional Electoral planea construir su nueva sede en la intersección
de Tlalpan y Periférico Sur, con 2 torres de 14 pisos, macrosala de prensa,
jardines y algo llamado “Plaza de la Democracia”, con una erogación cuyo
cálculo inicial es de mil 100 millones de pesos. Gajes de la idiosincrasia nacional.