Cd.
Victoria.- La opinión pública habrá de recordar que
en fechas otoñales como la actual (septiembre, octubre, noviembre de 2014) el
gobierno del presidente PEÑA NIETO vivió una de las peores rachas de infortunio
que recuerde administración alguna en los últimos años.
Entre la indignación y el espanto, a los
respectivos hechos de sangre en Tlatlaya y Ayotzinapa, se sumaron luego las
ruidosas denuncias sobre cierta propiedad de la familia presidencial etiquetada
con el mote de “Casa Blanca”.
A lo cuál se añadiría después el despido de
la periodista CARMEN ARISTEGUI, del cuál un sector de la ciudadanía culpó al
gobierno con efectos imitativos fuera del país.
Paisaje común, ver gente con mantas y
cartelones protestando por una y otra causas frente a las embajadas mexicanas
en Europa, Estados Unidos y Sudamérica.
En redes y medios del llamado “círculo
rojo”, donde se cultiva la animadversión más viva y perseverante contra
cualquier autoridad (del partido que fuere) la percepción de una crisis
política habría de crecer como bola de nieve en los primeros meses de 2015.
Rebeldía que parecía multiplicarse al
paralelo de las campañas por la renovación del poder legislativo federal (los
500 escaños de la Cámara Baja) y los procesos simultáneos en gubernaturas,
congresos locales y municipios.
EXPECTATIVA
FALLIDA
La elección del 7 de junio pasado, sin
embargo, habría de sorprender a un sector importante de la opinión pública
nacional que esperaba el advenimiento de una suerte de Apocalipsis tricolor y
hasta la probable caída de un gobierno.
Esto es, la sanción severa del votante a un
partido y un régimen vulnerado en su imagen por problemas fuera de control y
ante los cuáles no habrían sido capaces de generar respuestas contundentes.
En el caso del PRI, fue mínimo su descenso
en el número de curules de la legislatura LXII a la LXIII (de 212 a 203
diputados) aunque la noticia más relevante es que sus dos principales
contrincantes también vieron descender su respectiva presencia en la cámara. El
PAN bajó de 114 a 108 y el PRD se derrumbó de 104 a 60.
Para fines prácticos, el tricolor (con sus
aliados PVEM y PANAL) conservó el control legislativo y con ello la fuerza
suficiente para navegar sin problemas de gobernabilidad hasta la otra orilla
del sexenio.
Inclúyase en esto el caso de Tamaulipas
donde (contra todos los pronósticos) el partido tricolor ganó los ocho
distritos en disputa, caso meritorio en época de alternancias, el que un
partido todavía sea capaz de alcanzar el llamado “carro completo”.
RAZÓN
Y SINRAZÓN
A la postre esta será una de las
interrogantes más sustantivas que nos deje el presente 2015 en materia
político-electoral, expresada así: ¿Por qué la inconformidad manifestada en las
calles no permeó las urnas en la proporción esperada?
Apenas tres años atrás, en julio de 2012,
el desastre sufrido por el gobierno de FELIPE CALDERÓN se había explicado en
los términos más ortodoxos como un claro voto de castigo por su desventurada
“guerra contra el narcotráfico”.
Estrategia fallida que ensangrentó el país,
disminuyó las expectativas de crecimiento y dejó colgada de la brocha su
promesa de convertirse en “el presidente del empleo”.
La frustración y el enojo del elector se
verían reflejadas no sólo en la derrota de la candidata albiazul JOSEFINA
VÁZQUEZ MOTA sino en su descenso al tercer lugar de las votaciones.
Medalla de bronce en verdad poco digna para
un partido que entonces era gobernante, por abajo de sus contendientes PEÑA
NIETO y LÓPEZ OBRADOR.
El derrumbe del voto panista fue, en el año
referente de 2012, un fenómeno generalizado y afecto a todos los indicadores, lo
mismo a las urnas de senadores y diputados federales, que a las alcaldes,
diputados locales y gobernadores.
De aquel verano cabe recordar la típica
charla de sobremesa que giraba en torno a la implacable lógica de los
resultados. El voto de castigo, la sanción fácilmente explicable al ejercicio
de un régimen que habría resultado insatisfactorio.
GOBIERNISMO
DE CLOSET
Menos lógico y más difícil de explicar fue
el resultado del presente 2015. Y esto nos lleva a la necesidad de adentrarnos
en esa maraña exótica llamada psicología del votante, acaso buscando entender
al ciudadano que en público manifiesta una postura (la endémica queja contra
todo lo que represente instituciones) y, al llegar frente a las urnas, expresa
otra.
El fenómeno es incluso visible hoy día en
redes sociales donde la virulencia crítica parece operar más bajo los
parámetros de la “memética” que de la convicción plena.
Considerada todavía como pseudociencia,
esta teoría genética aplicada al comportamiento de la opinión pública se
encuentra, desde luego, en pañales.
Sufre, incluso, tergiversaciones graves
como el llamar “meme” a cualquier chistorete exitoso que se reproduce de manera
viral en redes sociales.
Lo cierto es que mucha de la presunta
opinión crítica que circula en nuestra (todavía adolescente) vida democrática
posee dicho nivel.
La reproducción de “memes” que ni
lejanamente representan una postura política y se aproximan más a un placebo,
una moda huérfana de conciencia o (si se quiere) un virus mental.
Huelga decir que la elección federal
intermedia suele convocar a un número menor de electores y que el
abstencionismo en buena medida beneficia al partido que está en el poder.
Es verdad aceptada que cuando un ciudadano
tradicionalmente abúlico se anima a salir de su casa para cumplir con la urna,
la probabilidad más alta es que vote contra el gobierno.
Desde luego, el bajo nivel de votaciones
(propio, hay que insistir, de los comicios medieros) ayudó a que la
inconformidad tuviese un bajo impacto.
Aunque también sea necesario decir que sin
alternativas reales o lo suficientemente atractivas, la inercia de las
votaciones anteriores se impone.
COMPETIDOR
AUSENTE
Y este acaso sea un punto de partida
interesante, expresado como paráfrasis de la consabida frase zapatista, solo
que adaptada a la competencia por el sufragio, al decir que “la inconformidad
es de quien la trabaja”.
Lo cuál significaría, entre otras cosas, que
sin oposición organizada capaz de capitalizar los tropiezos de un gobierno, el
reclamo se diluye y por ello los vientos que soplaron en la votación previa (la
que hizo posible a dicho partido ser gobierno) tienden a prevalecer.
En 2015 la gente sufragó muy parecido a
2012 porque de todo lo sucedido en el lapso intermedio no hubo partidos ni
liderazgos políticos capaces de ponerse a la cabeza de los problemas.
Ni siquiera fueron capaces de ofrecer una
interpretación digerible que sirviera de orientación al ciudadano promedio y
que permitiera partidizar los reclamos.
Durante esos meses críticos que cimbraron
al gobierno de PEÑA NIETO, ningún partido, ni dirigente opositor nacional o
regional, hizo suya esa efervescencia que entonces y ahora se detecta en la
base de la pirámide social.
LEONES
VEGETARIANOS
Y este quizás sea un “plus” inesperado del
pacto firmado en diciembre de 2012 por el presidente PEÑA NIETO y operado desde
Bucareli por MIGUEL ANGEL OSORIO CHONG, en las cámaras por MANLIO FABIO
BELTRONES y EMILIO GAMBOA y en el PRI por CESAR CAMACHO.
La aquiescencia de los principales
dirigentes opositores como GUSTAVO MADERO y JESÚS ZAMBRANO habría llegado más
allá del acuerdo de reformas constitucionales para derivar en una suerte de
mansedumbre política que parece haber anulado su condición de opositores.
Agréguese a ello que el caso más grave
(Ayotzinapa) ocurrió bajo jurisdicción de un ayuntamiento (Iguala) y un
gobierno (Guerrero) entonces del PRD.
Más allá de este detalle, la reconversión
de competidores en compañeros de ruta modificó sustantivamente el panorama
partidista mexicano y, desde luego, ello le significó un “plus” a la ventaja
estratégica del PRI.
Resultado, el PAN se comporta como el PARM
y el PRD parece una reedición del PPS o (peor aún) del Frente Cardenista. ¡En
pleno siglo 21!