miércoles, 1 de febrero de 2012

La trinca albiceleste


Cd. Victoria, Tam.- En un máximo de dos rondas y con diferencia de 14 días, el primero y tercer domingos del naciente mes, es decir, el 5 y el 19 de febrero, el núcleo central de militantes panistas habrá de elegir candidato presidencial.
Aunque el número es alto, la experiencia del 2005 puede servir como indicativo. La participación fue del 28%, es decir, 310 mil de 1.12 millones.
Para el presente 2012, el cálculo que hace ROY CAMPOS andaría alrededor de 500 mil sufragantes de 1.8 millones.
Tengo a la vista la convocatoria que para tal efecto emitió el pasado 17 de noviembre la Comisión Nacional de Elecciones en ese partido que preside JOSÉ ESPINA VON ROEHRICH.
En el inciso 32 establece que para obtener la candidatura “se requiere la mayoría absoluta de la suma de los votos válidos emitidos” y si ninguno de los participantes alcanzara dicha mayoría, será candidato quien logre el 37% “y con una diferencia de 5 puntos porcentuales o más, respecto del precandidato que le siga”.
Líneas aparte, la más reciente encuesta del diario REFORMA (enero 31) habla de que JOSEFINA VAZQUEZ MOTA tendría el 65% de las intenciones del voto, frente a 17% de ERNESTO CORDERO y 11% de SANTIAGO CREEL.
Por todo ello, el debate central que hoy atrae la atención de observadores de prensa y especialistas en asuntos electorales, tiene que ver con la utilidad de dichas encuestas.
Y la razón es que fueron dirigidas a la población abierta, cuando sabemos que la voluntad en vías de expresarse se circunscribe a los puros militantes.
Por lógica elemental, al cambiar dimensiones y características del universo estudiado, los resultados pueden diferir ampliamente y en cualquier dirección.
Y el mejor ejemplo (retomo a ROY CAMPOS) es lo ocurrido en 2005 cuando el entonces puntero en las encuestas SANTIAGO CREEL (55%) fue batido por FELIPE CALDERÓN a quien los sondeos inmediatos ubicaban en 20%, esto es, menos de la mitad de las preferencias contabilizadas a CREEL.
Ahora bien, desde la perspectiva de un estudioso, comprender tal paradoja no representa mayor problema. El ejercicio de la razón tiene sus ventajas.
Hacérselo entender a la gente será bastante más difícil, sobre todo si perdiera JOSEFINA VAZQUEZ MOTA, la aspirante más popular, la del voto afectivo. Los sentimientos son otra cosa.
Y el problema no es el círculo duro de militantes sino el sector bastante más amplio de simpatizantes y votantes, que son quienes finalmente deciden el triunfo en la etapa constitucional.
Emergen, pues, las preguntas en cadena:
¿Aceptarían sus seguidores la derrota de JOSEFINA, como reaccionarían, hasta dónde llegaría su incredulidad o molestia, la decepción les haría cambiar sus intenciones del voto y apoyar al candidato de otro partido?
Una versión alternativa es la que comenté aquí la semana pasada, tras una brevísima charla vía TWITTER con TATIANA CLOUTHIER, quien sostiene que el apoyo de CALDERÓN a CORDERO es ficticio pues su verdadera carta es JOSEFINA.
Lo mismo opinó su hermano, MANUEL CLOUTHIER CARRILLO, en la entrevista concedida a ROBERTO ROCK, editor del portal informativo “La Silla Rota”, el pasado 23 de enero.
Con esa claridad que sin duda hereda de su señor padre, CLOUTHIER dijo, contundente:
-“Para mí la candidata oficial de FELIPE CALDERÓN y de las dirigencias se llama JOSEFINA VÁZQUEZ MOTA”, para añadir:
-“En Acción Nacional cuando eres el (candidato) oficial, te besa el diablo, entonces se trata de darle el besito a CORDERO para qué JOSEFINA no se vea pues, tan pintada de oficialismo."
Cuatro días atrás, el 17 de enero, el diario capitalino LA CRONICA había publicado otras declaraciones donde CLOUTHIER ubicaba a CORDERO como “el CUAUHTÉMOC BLANCO del PAN”, debido a que “ya ni juega y sólo sirve para jalar marca”.
Finalmente, otra ventaja que tendría el abanderar a JOSEFINA es que posee la rara virtud de haber trabajado para dos gabinetes panistas, con FOX en SEDESOL y con CALDERON en la SEP.
La suya sería una candidatura enfocada al consenso interno.