martes, 14 de febrero de 2012
Ánimo nacional: Zedillo en 94
Cd. Victoria, Tam.- La elección presidencial de 1994 fue una revancha frustrada por la tragedia y también errores tácticos en los opositores al PRI que perdieron el vínculo con el momento histórico del 88.
El neocardenismo contaba para entonces con ventajas que no aprovechó: (1) un marco jurídico electoral más equitativo, (2) un partido propio, el PRD, bastante más operativo que el Frente Democrático Nacional, (3) Experiencia.
Para entonces, el ingeniero CÁRDENAS ya no tiene 54 sino 60 años y aquel genuino gesto de indignación que parecía retratar fielmente el ánimo nacional de 1988, seis años después parece de fastidio.
Pesa en el ánimo de CUAUHTEMOC el éxito de un enemigo que se había salido con la suya en todos sus propósitos, pues CARLOS SALINAS no sólo reconfiguró las dimensiones de la economía estatal, sino que además lo hizo con una importante cuota de apoyo ciudadano.
Supo vender a la gente la idea de que cada organismo descentralizado desaparecido por innecesario y cada paraestatal traspasada al sector privado significaban una hacienda pública menos hambrienta.
El alivio así fuera temporal de la economía daría un merecido respiro al contribuyente que a lo largo del lamadridismo había sido castigado con incrementos recurrentes y golpes cíclicos al bolsillo familiar.
Con tal consigna de que “los bienes son para remediar los males”, SALINAS realiza una venta de garage que le permite un pasajero superávit en las finanzas públicas tras desprenderse de bancos, siderúrgicas, empresas de telefonía, radio y televisión, ingenios, aerolíneas y el remate del grupo Conasupo.
Entre 1988 y 1993 la inflación se hizo más manejable, las devaluaciones cíclicas pararon, SALINAS gozaba de popularidad internacional y todo ello mermaba aquel reclamo social que en 88 había encontrado en el rostro de CUAUHTEMOC su más fiel reflejo.
Aprobado el Tratado de Libre Comercio (TLC) y destapado LUIS DONALDO COLOSIO para la presidencia en el otoño del 93, SALINAS redondeaba con creces su proyecto sexenal.
El primer día de 1994 (día uno del TLC) el país despierta de su sueño primermundista con una insurrección armada en la selva lacandona que reivindica por principio la causa indigenista y hace extensivo su llamado a un movimiento revolucionario que fija por meta la toma del poder.
La utopía neoliberal se desdibuja por completo. La negociación con la guerrilla a cargo de MANUEL CAMACHO roba cámaras y reflectores a COLOSIO.
El carisma del subcomandante MARCOS hace otro tanto. Desorientado, relegado a un papel secundario en la agenda política del momento, LUIS DONALDO irá derivando hacia posiciones cada día más distantes y críticas hacia su líder y amigo el presidente de la república.
Tras el asesinato en Tijuana, un ánimo enfermizo y muy amargo sobrecoge al país. Al caer COLOSIO se derrumba también la confianza en el cambio pacífico que los propagandistas de SALINAS habían sabido cultivar en la gente, la expectativa de transformaciones profundas.
Ambos sucesos, la rebelión en San Cristóbal de las Casas y el magnicidio de Lomas Taurinas marcarán el ánimo colectivo con un particular apremio de supervivencia.
Asoma desde las campañas un sentimiento de preocupación y de incertidumbre que al paso de los meses dará lugar al llamado voto del miedo.
Exacerbado, el instinto de conservación empuja a la gente hacia la instancia protectora más visible: el aparato gubernamental, su candidato y su partido.
Un CUAUHTEMOC desprogramado que no sabe como interpretar los sucesos nefandos que se precipitaban en cadena recorre el país desprovisto de esperanza y ante un abanderado panista como DIEGO FERNANDEZ manejado desde Los Pinos y cuya misión no era ganar sino vulnerar al propio CÁRDENAS.
El candidato relevista, ERNESTO ZEDILLO será quien mejor refleje el espíritu de la época.
Ese rostro enlutado con que asume la candidatura refleja en buena medida el luto nacional, la pesadumbre por el candidato muerto y también la tristeza por las esperanzas perdidas.