Cd.
Victoria.- La delincuencia telefónica se manifiesta
ahora con un hábil disfraz. La presunta cobranza por adeudos de particulares con
empresas como Telcel, Axtel, Alestra, Comisión Federal de Electricidad y
similares.
Pero ojo al detalle. Si usted se toma la
molestia de buscar en Internet, descubrirá que el número del que le están
llamando tiene una gran cantidad de reportes donde lo vinculan al negocio de la
extorsión.
Cabe preguntar cómo se entera la
delincuencia de que determinada persona arrastra adeudos con una compañía,
banco, empresa y hasta dependencia gubernamental (ITABEC, por citar un ejemplo
cercano).
Mediante el acceso a las bases de datos
donde no solamente aparecen los deudores y sus estados de cuenta, sino también
los números de amigos o familiares que, por requisito, se piden como
referencias.
¿Y cómo consiguen esas bases de datos?,
por robo o venta.
Bien puede ser que logren hackear los
servidores donde se almacena esta información o bien pagan por ella contactando
a empleados o ejecutivos desleales. O en el mercado negro.
Recordará el lector que hace algún tiempo
se descubrió la venta del padrón completo del IFE (hoy INE) con datos muy
detallados de cada votante.
Aunque si le escarba más puede encontrar
reportes de prensa que denuncian la vendimia de acervos extraídos de organismos
como el IMSS, INEGI, Ticketmaster, bancos, aseguradoras y hasta suscriptores de
cable.
MENTIR
CON LA VERDAD
El engaño es con datos reales. La cuenta
existe, el usuario está identificado con nombre y apellido, por eso la gente cae
redondita. Piensan que se trata de cobranza verdadera, aunque en realidad sea
extorsión.
Y el reclamo es más que insistente, mire
usted. A menudo emplean mujeres de voz engolada y facilidad de palabra, diestras
en el lenguaje de las ventas (“Muy buenos días, ¿Cómo se siente hoy?”) y
reflejos mentales lo suficientemente buenos para impedir que la víctima cuelgue.
No aceptan un “aquí no vive”, ni un “no
lo conozco”. Pasan rápidamente del acento persuasivo a la fase intimidatoria,
interrogan, exigen, presionan, elevando el tono hasta llegar a la amenaza. Y si
usted cuelga, le vuelven a marcar.
De entrada infunden la culpa (lo cuál, en
una cultura como la mexicana no es nada difícil) haciendo a la gente responsable
de que algún amigo, pariente o vecino acumule algún pasivo por un servicio.
De cualquier manera se trata de una
mentira. La llamada no es de cobranza sino de pura y simple estafa. No representan
a compañía alguna, fingen operar como tal para que el incauto les deposite
dinero en determinada cuenta bancaria.
La persona que cae en el engaño no salda deudas,
paga extorsiones.
COMPLICIDADES
El abuso ocurre en buena medida porque
bancos y empresas de telefonía sobreprotegen el anonimato de clientes y
usuarios, dificultando con ello las investigaciones de la justicia.
Y bueno, esta semana, el presidente
ENRIQUE PEÑA NIETO comentó la puesta en marcha del Número Único de Llamadas de
Emergencias 911.
La cobertura noticiosa abundó que en medios
gubernamentales persiste la preocupación por contrarrestar los millares de
llamadas falsas hechas a bomberos y cuerpos de seguridad.
Los responsables incurren en un delito que,
por cierto, suele incrementarse entre menores de edad durante las temporadas de
vacaciones escolares.
Me pregunto si con la misma decisión que nuestras
autoridades pretenden emplear contra las alarmas apócrifas, estarían dispuestas
a combatir el uso criminal de la telefonía nacional.
Si en verdad existe la voluntad de
investigar la conducta mercenaria de quienes lucran ilegalmente con bases de
datos y los bancos que permiten la apertura de cuentas a estos falsos
cobradores.