viernes, 21 de octubre de 2016

Antihéroe perfecto

Cd. Victoria.- Coincidencia en los observadores, durante el debate final por la presidencia de Estados Unidos, DONALD cuidó mejor su tarea expositiva y HILLARY se sostuvo en la madurez y el equilibrio que bien le conocemos.
Muy cerca estaríamos de haber declarado un empate (o una ventaja ligera de la señora CLINTON) si no fuera por el despropósito garrafal cometido por TRUMP en la recta final.
El gozo se fue al pozo cuando cuestionó la validez del sistema electoral norteamericano y dejó pendiente su aceptación de los resultados.
No se recuerda en la época contemporánea un caso así, que alguien cuestione la elección en su conjunto (¡Antes de que suceda!) y menos todavía un candidato republicano.
Con defectos y limitaciones, el modelo democrático (vigente de WASHINGTON a OBAMA) es uno de los orgullos del ciudadano promedio en ese país.
Desde luego hay críticas válidas cuando se cuestiona que el voto sea indirecto (por delegados) y no universal o que el severo bipartidismo impida un mayor abanico de opciones.
Pero invalidar sus resultados, calificar una elección como amañada es algo que solamente vemos entre las minorías radicales y sus teóricos de la conspiración, de izquierda o derecha, en la Unión Americana.

¿SUENA FAMILIAR?
Para los mexicanos esto tiene un referente obvio en la persona de ANDRES MANUEL LÓPEZ OBRADOR.
Aunque justo sea decir que nuestro modelo de partidos es algo más inmaduro, la compra de votos subsiste con disfraces diversos y las encuestas (bueno, las encuestas) suelen dar tumbos extraordinarios.
Aún así, se antoja excesiva la terquedad monotemática de AMLO, su machacona insistencia en la “mafia del poder”, esa urdimbre de conspiradores (“camajanes”, en dialecto tabasqueño) donde participan expresidentes, empresarios, televisoras, partidos y la propia Iglesia.
En Estados Unidos se tiene una valoración distinta de sus instituciones democráticas. Por ello el cuestionamiento de TRUMP a la elección culpando de antemano a todos los participantes de estar confabulados en su contra, dio al traste con su desempeño en este tercer debate.
En la víspera, un ramillete amplio de mujeres había ofrecido testimonio de alguna suerte de abuso, insinuación, manoseo, acoso, por parte del susodicho.
Lo cuál había asomado días atrás con aquella grabación donde, de viva voz, el hombre hacía gala de cierta facilidad que la fama y la fortuna le permiten para abordar abusivamente a las mujeres.

VULGARIDAD ACEPTADA
Amén del plano anecdótico, el elemento más preocupante que deja por legado esta elección, es la existencia de una masa considerable que sueña, siente y razona como TRUMP.
Resulta tema de discusión académica en el ramo de la psicología política, ese amplio nicho electoral al que no parecen importarle las mentiras del personaje y tampoco se molesta (o, incluso celebra) sus majaderías.
Antes de buscar la presidencia, DONALD era visto como un millonario excéntrico, irreverente, barbaján y desenfadado, que alternaba con estrellas de la lucha libre, apostaba su cabellera, hacia ostentación cínica de poder, fortuna, lujo estridente y la omnipresencia de mujeres hermosas.
Se diría que un público educado por el cómic, moldeado por el cine barato de Hollywood y deformado por la televisión basura, está más que acostumbrado a enaltecer antihéroes. Les aplaude a rabiar.
TRUMP es gandalla como LEX LUTHOR, inescrupuloso como DIRTY HARRY, RAMBO y CHUCK NORRIS, soberbio como el PINGÜINO y bocón como CASSIUS CLAY.
Por eso, oiga usted, tan familiarizada está la gente con dichos patrones de comportamiento, que ha perdido (de plano) la capacidad de asombro.
La facultad de indignarse cuando tales conductas afloran en ese subsector del showbiz llamado contienda electoral.