Cd.
Victoria.- La incansable movilización ciudadana y
la tenacidad de las asociaciones civiles han sido claves para que la causa de
los desaparecidos en Tamaulipas llegue por fin a la agenda gobernante y se
convierta en propósito de trabajo conjunto.
Desafío de la justicia donde sobresale,
entre sus tareas iniciales, el impostergable censo de víctimas que, por
supuesto, no se agota en la población oriunda de la entidad.
Ocupando el estado un lugar principalísimo
en la ruta migratoria hacia la Unión Americana, la violencia ha castigado a
familias provenientes de toda la geografía nacional, así como de Centro y
Sudamérica.
Destacan los dos casos acaecidos en San
Fernando (2010, 2011) por la saña observada contra un número amplio de
inocentes.
Aunque están también los desaparecidos
solitarios, donde abundan las mujeres jóvenes arrancadas de sus terruños
mientras se dirigían al trabajo, la escuela, sus actividades cotidianas.
El acopio de datos, nombre, fotografía,
fecha de su privación, permitirá armar un mapa del dolor colectivo. Hay trabajo
hecho en redes sociales.
Habrá que dar seguimiento a la
información que proporcionen al paso de los días las agrupaciones que ya
despuntan en esta causa: “Ciencia Forense Ciudadana”; “Justicia Tamaulipas A.C.”,
“Red de Desaparecidos en Tamaulipas, A.C.”, “Buscando a Nuestros Hijos Ausentes
de Tamaulipas” y “Colectivo de Familiares y Amigos de Desaparecidos”, entre
otras.
FOSAS
DE GUERRERO
El tema nos lleva de nueva cuenta al caso
Ayotzinapa, cuya gravedad supera con creces la conocida búsqueda de sus 43
estudiantes.
Desde que la averiguación empezó han sido
detectados en la zona de Iguala y Cocula incontables entierros clandestinos con
restos humanos anteriores al caso.
Depósitos con cadáveres que fácilmente
rebasan el medio millar y donde podrían estar compartiendo espacio los miembros
de una pandilla rival, con lugareños secuestrados cuya familia no tuvo para
pagar el rescate, campesinos que se resistieron a una extorsión, paseantes
asaltados y más.
Esta es quizás la parte más tétrica que
aún no aflora del caso Ayotzinapa y lleva a los medios a preguntas apremiantes que
apuntan hacia horizontes de crueldad aún peores.
Si los entierros descubiertos en una
amplia zona de Guerrero todavía no reportan huella de los normalistas perdidos,
¿De quiénes son esos restos entonces?
¿Por qué han estado ahí, desde cuándo,
quién ha gozado de la impunidad suficiente para disponer de vidas sin impedimento
de autoridad alguna?
SUBSUELO
VERACRUZANO
Por mencionar otro caso, hoy día es
asunto de ocho columnas la renuncia del gobernador veracruzano JAVIER DUARTE, a
quien ya no soportaron en palacio, a escasos 48 días de que entregara el mando.
Sin embargo, aunque los señalamientos
principales contra este señor tienen que ver con corrupción y asesinatos de
periodistas, resulta de interés señalar otro problema común con Tamaulipas: los
desaparecidos.
Ambas entidades comparten rutas de
narcotráfico y trata de indocumentados. Al respecto cabe recordar la
advertencia que con lujo de ironía formuló hace tiempo el sacerdote texcocano
ALEJANDRO SOLALINDE, director de un albergue que brinda ayuda y orientación a
migrantes de Centro y Sudamérica, denominado “Hermanos en el Camino”.
En Veracruz, dijo, donde le escarben van
a encontrar cadáveres. Desde luego, se trata de una exageración deliberada, expuesta
solo para subrayar la gravedad del problema.
Vaya, pues, la referencia de Veracruz y
Guerrero para señalar la tarea monumental que les espera a las dependencias de
Tamaulipas que ahora están asumiendo la delicada responsabilidad de otorgar respuesta
institucional a la tragedia.
Empresa de largo aliento, sin el menor
asomo de duda.