lunes, 10 de octubre de 2016

Inés y el DN-III

Cd. Victoria.- El gobernador FRANCISCO GARCÍA CABEZA DE VACA acudió el viernes pasado al festejo por el 50 aniversario del protocolo militar de auxilio civil conocido como Plan DN-III-E, en el Zócalo de la capital mexicana.
Estrategia castrense, su nombre completo es “Plan Director de Defensa Nacional No. III”, donde el anexo “E” lleva por título: “Plan de Auxilio a la Población Civil en Casos de Desastre”, de aquí el acrónimo DN-III-E.
En el contexto de estas siglas, el plan DN-I dispone la defensa del país contra un enemigo externo y el plan DN-II contra el agresor interno.
Acordes ambos con el espíritu del himno que cantamos desde niños. Sin embargo, necesario es decir que ese extraño enemigo, capaz de profanar con su planta nuestro suelo, puede ser también un desastre natural.
Por ello son entonces asuntos de seguridad nacional fenómenos como los huracanes, terremotos, erupciones volcánicas y condiciones climatológicas extremas.
En todos estos casos se aplican las cinco tareas básicas. Búsqueda y rescate de personas, evacuación de comunidades en riesgo, administración de albergues, orientación a los pobladores, seguridad y vigilancia en áreas afectadas.
Su equivalente en SEMAR es el “Plan Marina”, nacido como auxilio de embarcaciones pesqueras y hoy multiplicado en sus funciones como parte integral del Sistema Nacional de Protección Civil (SINAPROC).

PRIMERA EXPERIENCIA
El Plan DN-III-E data de 1965 pero se habría de estrenar en octubre de 1966 para atender el desastre producido por el huracán INÉS en Yucatán, Veracruz y Tamaulipas.
El meteoro involucraría al extremo norte de la península maya (Puerto Progreso) para luego tocar tierra en los límites entre Veracruz y Tamaulipas, sobre la desembocadura del Pánuco, en el puerto de Tampico.
Fue un megahuracán, en efecto, que vino de muy lejos. Nació como perturbación atmosférica frente a las costas de África (igual que GILBERTO, 22 años después).
Acaso importe el dato si consideramos que la mayor parte de los meteoros surge en aguas más cercanas del Caribe y el Golfo.
Fuentes norteamericanas lo siguen recordando como un suceso de gran envergadura. Fue el primero (del que se tenga registro) en extender su área de afectación desde Florida y las Bahamas hasta el litoral mexicano.

ITINERARIO ATÍPICO
Viendo mapas de la época y el “time-line” de su larga trayectoria por el Atlántico, podemos entender por qué dejó huella en la memoria colectiva de tantos países, incluyendo las Antillas menores y mayores, Estados Unidos y México.
La trayectoria inicial, sureste-noroeste, que había mantenido estable cuando devastó en línea recta las naciones caribeñas (Barbados, Trinidad, Martinica, Puerto Rico, Dominicana, Haití) emprendería luego dos giros inesperados al cruzar por Cuba.
El primero fue un viraje drástico hacia el norte que lo llevaría a golpear de frente la península de Florida y sacudir a sus vecinas Islas Bahamas.
El segundo vuelco fue acaso más espectacular y será en sentido contrario, al regresar en dirección noreste-suroeste para afectar Yucatán y luego internarse en el Golfo de México.
Fue un fenómeno en extremo caprichoso, marcado por la imprevisibilidad, de ahí la cantidad de equívocos que suscito en los pronósticos.
Mientras mantuvo un trayecto estable por el Caribe, se pensaba que cruzaría las Antillas para entrar por Matamoros, Tamaulipas.
Luego de torcer hacia el norte y raspar la punta de Florida, puso en alerta a estados vecinos como Alabama, Missisipi y Louisiana.
Aunque después, de manera inesperada, regresaría sobre sus pasos para abalanzarse sobre el territorio mexicano.
Su destino final sería Tamaulipas, pero no Matamoros sino Tampico, donde ya el plan DN-III lo estaba esperando.