Cd.
Victoria.- ¿Plagio?, dice usted, tengo rato
familiarizado con esa palabra. Piratería intelectual, académica, literaria,
artística, periodística.
Peor todavía cuando el plagiario es serial.
Cuando la práctica es recurrente, se constituye en modus vivendi y también operandi
para quien vive de ella y sigue rutinas identificables.
Acercando la lupa a la telaraña, distingo
dos estilos:
(1) Hay un robo elegante que enmascara las
palabras, las reemplaza por sinónimos, modifica el orden de las frases, extrae
las ideas. En las redacciones llaman a esto “revolcar” un texto, modificar su
aspecto. Es el más difícil de detectar.
En casos así, puede ser necesaria la ayuda
de un lingüista forense. Un conocedor de la estructura idiomática que rastree
las huellas del hurto a nivel profundo.
El especialista que arroje luz sobre las
coincidencias subyacentes, aunque la superficie del escrito haya sido reciclada.
(2) Y también hay un plagio cínico, arcaico,
que no requiere forense. El traspaso de párrafos se comprueba a simple vista,
con pocas variantes. Antaño se usaban tijeras y engrudo. En la era digital se
reduce a copiar y pegar.
BOTONES,
APENAS
Existen reportes de plagios desde la
antigüedad clásica, sería largo atenderlos aquí. Recuerdo algunos, por
recientes y cercanos.
En el año 2000, la conductora española de
televisión ROSA QUINTANA vivió un efímero éxito cuando publicó el libro “Sabor
a hiel”, basado en historias de mujeres maltratadas.
Al poco tiempo le fueron descubiertos
párrafos copiados de la novela “Álbum de familia” (1985) de la norteamericana
DANIELLE STEEL.
Y también del libro de cuentos “Mujeres de
ojos grandes” (1990), autoría de la mexicana ÁNGELES MASTRETTA. Y aunque QUINTANA
jamás reconoció su culpa, la Editorial Planeta retiró “Sabor a hiel” del
mercado.
En 2012 la Feria Internacional de Libro (FIL)
de Guadalajara entregó su conocido premio de Lenguas Romances al peruano ALFREDO BYRCE ECHENIQUE,
presea y cheque por 150 mil dólares.
Personaje que en el mundillo intelectual es más famoso por sus atracos que
por sus prendas literarias.
Delincuente “todo-terreno” que en Sudamérica ha sido llevado a la corte
muchas veces pues igual despoja libros que se apropia de artículos
periodísticos.
Ese mismo 2012 un escándalo similar sacudió a la UNAM y provocó la caída de
otra bestia negra, el entonces titular de Difusión
Cultural SEALTIEL ALATRISTE quien también hubo de renunciar al Premio
Villaurrutia.
Similar a BYRCE, por largos años la
originalidad de ALATRISTE ha sido cuestionada no solo en sus libros sino
también en las reseñas culturales que toma de revistas españolas o
sudamericanas para publicarlas con su firma en tribunas como Nexos o Revista de
la UNAM.
Que además recibiera el Villaurrutia fue
la gota que derramo el vaso para que sus detractores hicieran público un
recuento largo y minucioso de sus andanzas.
EL
PRESIDENTE
El domingo pasado la comunicadora CARMEN
ARISTEGUI presentó en su portal y en su espacio de YouTube un reporte donde
señala presuntos plagios cometidos por el presidente PEÑA NIETO en su tesis de
1991 para obtener la licenciatura en Derecho por la Universidad Panamericana.
De consecuencias aún impredecibles, la
denuncia abre un cuestionamiento amplio a los títulos que ostentan las figuras
más conspicuas de nuestra clase política, en todos los partidos.
Aflora la inquietud. ¿Cuántas sorpresas
del mismo corte nos aguardan si pasamos por la prueba del ácido las tesis (licenciatura,
maestría, doctorado) que en algún momento suscribieron miembros del gabinete, líderes
de partidos, gobernadores, alcaldes, senadores, diputados, funcionarios de
cultura, rectores y hasta expresidentes de la república?
Interesante reto para los jóvenes
exploradores.