miércoles, 24 de agosto de 2016

Textos sin alma

Cd. Victoria.- ¿Plagio?, dice usted, tengo rato familiarizado con esa palabra. Piratería intelectual, académica, literaria, artística, periodística.
Peor todavía cuando el plagiario es serial. Cuando la práctica es recurrente, se constituye en modus vivendi y también operandi para quien vive de ella y sigue rutinas identificables.
Acercando la lupa a la telaraña, distingo dos estilos:
(1) Hay un robo elegante que enmascara las palabras, las reemplaza por sinónimos, modifica el orden de las frases, extrae las ideas. En las redacciones llaman a esto “revolcar” un texto, modificar su aspecto. Es el más difícil de detectar.
En casos así, puede ser necesaria la ayuda de un lingüista forense. Un conocedor de la estructura idiomática que rastree las huellas del hurto a nivel profundo.
El especialista que arroje luz sobre las coincidencias subyacentes, aunque la superficie del escrito haya sido reciclada.
(2) Y también hay un plagio cínico, arcaico, que no requiere forense. El traspaso de párrafos se comprueba a simple vista, con pocas variantes. Antaño se usaban tijeras y engrudo. En la era digital se reduce a copiar y pegar.

BOTONES, APENAS
Existen reportes de plagios desde la antigüedad clásica, sería largo atenderlos aquí. Recuerdo algunos, por recientes y cercanos.
En el año 2000, la conductora española de televisión ROSA QUINTANA vivió un efímero éxito cuando publicó el libro “Sabor a hiel”, basado en historias de mujeres maltratadas.
Al poco tiempo le fueron descubiertos párrafos copiados de la novela “Álbum de familia” (1985) de la norteamericana DANIELLE STEEL.
Y también del libro de cuentos “Mujeres de ojos grandes” (1990), autoría de la mexicana ÁNGELES MASTRETTA. Y aunque QUINTANA jamás reconoció su culpa, la Editorial Planeta retiró “Sabor a hiel” del mercado.
En 2012 la Feria Internacional de Libro (FIL) de Guadalajara entregó su conocido premio de Lenguas Romances al peruano ALFREDO BYRCE ECHENIQUE, presea y cheque por 150 mil dólares.
Personaje que en el mundillo intelectual es más famoso por sus atracos que por sus prendas literarias.
Delincuente “todo-terreno” que en Sudamérica ha sido llevado a la corte muchas veces pues igual despoja libros que se apropia de artículos periodísticos.
Ese mismo 2012 un escándalo similar sacudió a la UNAM y provocó la caída de otra bestia negra, el entonces titular de Difusión Cultural SEALTIEL ALATRISTE quien también hubo de renunciar al Premio Villaurrutia.
Similar a BYRCE, por largos años la originalidad de ALATRISTE ha sido cuestionada no solo en sus libros sino también en las reseñas culturales que toma de revistas españolas o sudamericanas para publicarlas con su firma en tribunas como Nexos o Revista de la UNAM.
Que además recibiera el Villaurrutia fue la gota que derramo el vaso para que sus detractores hicieran público un recuento largo y minucioso de sus andanzas.

EL PRESIDENTE
El domingo pasado la comunicadora CARMEN ARISTEGUI presentó en su portal y en su espacio de YouTube un reporte donde señala presuntos plagios cometidos por el presidente PEÑA NIETO en su tesis de 1991 para obtener la licenciatura en Derecho por la Universidad Panamericana.
De consecuencias aún impredecibles, la denuncia abre un cuestionamiento amplio a los títulos que ostentan las figuras más conspicuas de nuestra clase política, en todos los partidos.
Aflora la inquietud. ¿Cuántas sorpresas del mismo corte nos aguardan si pasamos por la prueba del ácido las tesis (licenciatura, maestría, doctorado) que en algún momento suscribieron miembros del gabinete, líderes de partidos, gobernadores, alcaldes, senadores, diputados, funcionarios de cultura, rectores y hasta expresidentes de la república?
Interesante reto para los jóvenes exploradores.