Cd.
Victoria.- El miércoles anterior le comenté en este
espacio sobre el infame papel de México en los juegos olímpicos, desde la
primera participación en Paris (1924) hasta Londres (2012), sin considerar todavía
los números de Río (2016).
Y bien, tras la ceremonia de clausura este
domingo, se confirma lo antes dicho. La representación mexicana brilla
únicamente en aquellas disciplinas que descansan en el esfuerzo individual.
El lado oscuro serían sus sonoras derrotas
en los deportes que demandan coordinación grupal, juego por equipos.
La cosecha final esta vez fue de cinco
medallas. Ninguna de oro, tres de plata, dos de bronce, nadie en tareas de
grupo. Todas producto del empuje personal, atletismo, taekwondo, box y
clavados.
En futbol, el oro esta vez fue para el
anfitrión Brasil, el equipo al que México había vencido hace cuatro años,
logrando aquella insólita y meritoria medalla de oro.
Hoy eso quedó atrás. En el balompié nos
eliminaron pronto, por llevar un equipo con ausencias notables de jugadores
ligados al duopolio televisivo.
Les prohibieron viajar, tras quedar fuera
de las transmisiones adquiridas en exclusiva por el imperio SLIM.
FUEGO
DE JUDAS
A nadie extraña el linchamiento mediático
contra ALFREDO CASTILLO, titular de CONADE. Se fraguó en la víspera, antes de
los descalabros.
Lo acusan de ignorancia deportiva y
excesivo burocratismo. Sus empleados administrativos habrían salido más caros,
en pagos y gastos, que los propios competidores.
Extraño peregrinaje. De lidiar con las
autodefensas en Michoacán y supervisar precios en PROFECO, el abogado
mexiquense sufrió un desplome mayor en el ranking de las figuras públicas.
Problemas de imagen. Habría que dar, desde
luego, una salida más productiva a la iracundia que hoy se manifiesta en todos
los ámbitos por el enésimo frentazo deportivo.
Ello, aunque persista el fundado temor de
que esos planes reciclen las buenas intenciones de antaño, acostumbradas luego
de cada humillación.
El mito de SÍSIFO en pleno. La roca como
expresión figurada de una esperanza colectiva que llega hasta su punto más alto
para despeñarse de nuevo. La mexicana costumbre de empezar una y otra vez.
PLANILLA
IMPAR
Y, bueno, finalmente no fue necesario
devorar (ni digerir) el ladrillo de la convocatoria emitida por el comité
estatal panista para renovar su dirigencia.
Afortunados aquellos que entendieron la
nula utilidad de esas 46 páginas escritas en lenguaje sacramental, vocabulario
inhóspito y siglas oscuras como ROEM, CDMS, RNM, CEO, CEN, CDE.
Demasiados brincos, en efecto, para un
suelo tan (pero tan) parejo. Al final, el proceso se resumió en los términos ya
familiares para quienes hemos seguido por años los hábitos y manías del partido
tricolor.
Galimatías aparte, finiquitado el ritual y
agotado el humo de la liturgia, el mensaje es tan claro como las viejas
directrices de CARLOS SALINAS. No se hagan bolas, los buenos son ISMAEL y KIKO,
planilla única. Punto.
Ciertamente, ha sido una competencia con final
tan anunciado (predecible, digamos) como las peleas de DON KING.
La votación será el 25 de septiembre, eso
no cambia. Aunque el registro de aspirantes cerró este lunes 22 con los
personajes arriba mencionados en calidad de opción única. Ya hay, de hecho,
mancuerna ganadora, como en el PRI.
La lógica diría que concurso sin
competidores no es concurso y convocatoria sin participantes tampoco.
Pero la experiencia indica que la línea es
más barata que la competencia y esto lo supieron los tres sectores del tricolor
desde 1929. El lenguaje de los hechos, pues.
La decisión de facto, siempre más atractiva
que cualquier especulación. Por favor, ya déjense de cosas, la política es así.
Punto.