jueves, 18 de agosto de 2016

¿Serenar al PRI?

Cd. Victoria.- Por encima de filias y fobias, supuestas o reales afinidades con camarillas, círculos, exgobernadores y excandidatos, hay dos razones de peso que tendría el PRI para otorgar a EDGARDO MELHEM la dirigencia estatal:
(1) La relación cordial con los principales grupos políticos de su partido. Más allá de opiniones favorables o desfavorables, no asoma alguien con la decisión terminante de vetarlo.
(2) Le sabe a la operación política contemporánea. Lo cuál, oiga usted, es bastante si observamos al equipo del BALTA, donde todavía medraban mapaches de los años setentas, formados en la vieja escuela del robo de urnas.
Diferencias generacionales, en efecto. Algunos de ellos ya atracaban casillas cuando MELHEM cursó la primaria.
Abogado de la UDEM, diputado federal, el riobravense recién celebró su cumpleaños con un evento ranchero y numerosos invitados, dos de ellos de particular importancia: EGIDIO y BALTAZAR.
Por si misma, dicha mancuerna de personajes ya sentaría en el plano simbólico un mensaje de unidad ante el alto riesgo de división que toda derrota acarrea.
Esa derrota que, como sabemos, suele ser huérfana. Resultado adverso con su respectivo reparto de culpas y recriminaciones mutuas del que proceden luego los desgajamientos.
Y ello aplica aunque el sucesor de RAFA GONZÁLEZ no fuera ninguno de los nombrados. Ni MELHEM, ni RUIZ, ni CÁRDENAS, ni GUEVARA.
En cualquier caso, el mejor mensaje ofrecido por el priísmo tamaulipeco será que, al menos, existe el propósito común de no desgarrar más su tejido humano y serenar los ánimos durante el proceso de relevo.
Siendo tan escaso el amor, no acabárselo en celos.
Y, bueno, tampoco se necesita título de adivino profesional para saber que el entrante gobernador CABEZA DE VACA quiere mantener la senda victoriosa en las elecciones que transcurran bajo su mandato: federales y estatales, cuatro en total.
Con la ventaja de que su partido controlará gubernatura, mayoría legislativa y una veintena de municipios, algunos importantes.

MARIDO Y ESTIGMA
Corrían los años del segundo gobierno nacional panista cuando los principales medios solían coincidir en que uno de los activos más sólidos de FELIPE CALDERÓN era su esposa MARGARITA ZAVALA.
Con un impecable manejo de imagen, la figura de la entonces primera dama había crecido por contraste y en comparación con su inmediata antecesora MARTHA SAHAGÚN.
Tras el despatarrado protagonismo de SAHAGÚN, la elegante ecuanimidad de ZAVALA. Tras la codicia biliosa de MARTHA, la gentil templanza de MARGARITA.
A la inversa, hoy que ZAVALA proyecta su figura hacia la presidencia en 2018, su cónyuge, lejos de constituir un activo, encabeza la lista de negativos.
De hecho es el principal, hoy que el recuerdo de la guardería ABC de Hermosillo ha ido perdiendo fuerza como reclamo.
Se diría al respecto que la historia puso las cosas en su lugar. Lisa y llanamente, se trató de un trágico accidente, mal afrontado por las autoridades de protección civil municipal.
Episodio sin duda agravado por las condiciones de descuido imputables a directivos y propietarios de esa estancia infantil subrogada.
No será, entonces, el medio centenar de infantes fallecidos en dicho siniestro lo que desacredite a MARGARITA.
Son los millares de muertos y desaparecidos vinculados a la “guerra contra las drogas” que desató su marido FELIPE en todo el país.
En términos de memoria colectiva, hay huellas de sangre y pólvora que marcan para siempre, como estigmas, a nuestros gobernantes. La lista es larga:
El 68 para DÍAZ ORDAZ, el espectro de COLOSIO que persigue a SALINAS, los fantasmas de Acteal en el closet de ZEDILLO y el caso Ayotzinapa, ahora con PEÑA NIETO.
Imborrable, desde luego, la guerra de CALDERÓN.