miércoles, 17 de agosto de 2016

País de solitarios

Cd. Victoria.- Difícil saber si la mentalidad mexicana constituye en verdad un campo de estudio o sus nociones pertenecen al reino de la pseudociencia, con disfraz de psicología social y ribetes de antropología cultural.
El tema está de moda ante nuestro fracaso olímpico en Río de Janeiro, nada nuevo si recordamos las competencias anteriores.
Tampoco es novedad la respuesta en redes sociales donde la amargura y el autoflagelo son los colores dominantes.
Amén del inevitable clamor por la venganza. Arrebato colectivo que hoy pretende crucificar al titular de CONADE, ALFREDO CASTILLO, exprocurador mexiquense, extitular de PROFECO y excomisionado en Michoacán.
Como cada cuatro años, al final de la fiesta, cuando la exaltación del patriotismo deportivo ya dejó los suficientes dividendos, los medios dispondrán su tradicional quema de chamucos, liturgia de carnaval.
Puntuales preguntarán (ya lo hacen ahora): ¿Cuánto gastó el gobierno en cada deportista?, ¿cuántos de ellos tenían nivel competitivo para participar? y (la más insistente, al final): ¿cuánto le costó al erario nacional cada medalla?

MAL DEL ALMA
En un clásico del tema (“Perfil del hombre y la cultura en México”) el filósofo SAMUEL RAMOS (escritor, profesor de la UNAM) advertía desde 1934 sobre nuestra vulnerable fragilidad frente al concierto universal de la cultura.
“Los mexicanos”, decía, “han imitado mucho tiempo, sin darse cuenta de que estaban imitando.”
Para añadir que “el mimetismo ha sido un fenómeno inconsciente”, aunque “no es la vanidad de aparentar una cultura lo que ha determinado la imitación” sino la tendencia inconciente a “ocultar no sólo de la mirada ajena, sino aun de la propia, la incultura.”
Continuador de RAMOS (cuyas ideas mastica sin darle mucho crédito) OCTAVIO PAZ escribiría en 1950 (El laberinto de la soledad) en términos cercanos:
-“La extrañeza que provoca nuestro hermetismo ha creado la leyenda del mexicano, ser insondable. Nuestro recelo provoca el ajeno. Si nuestra cortesía atrae, nuestra reserva hiela.”
Ya en el campo de la psicología, estudios posteriores definen nuestro temperamento como “meditativo, reservado y vacilante”, con “muy poca capacidad de adaptación” a circunstancias nuevas. (Díaz y Elizalde, Rasgos psicológicos dominantes en el mexicano, 1989)

LO VISIBLE
Y bueno, si algo llama la atención al autor de esta columna es que el medallero nacional provenga de disciplinas deportivas fincadas en la mística individual.
A la inversa, los resultados son dolorosamente pobres en aquellas competencias que exigen eficacia grupal, trabajo en equipo.
Y no exagero, mire usted. Sin incluir todavía las cifras de Río 2016 (pendientes), contando solo nuestro medallero acumulado en 22 olimpiadas consecutivas, de Paris (1924) a Londres (2012), la cosecha histórica es de 62 preseas, entre 13 de oro, 21 de plata y 28 de bronce.
El dominio de los deportes individualistas es abrumador. Menciono lo relevante, en orden de logros, de mayor a menor:
Nuestra disciplina más productiva son los clavados con 13 medallas, 20.9% del total. Conquista solitaria siempre, ¡nadie se lanza en grupo!...
Le sigue (¿Alguien lo duda?) el boxeo con 12. Mérito propio, por antonomasia.
Luego viene el atletismo (10 medallas) donde el esfuerzo personal (jabalina, disco, bala, caminata, salto, velocidad) prevalece sobre las tareas de equipo (relevos).
Después aparecen las ecuestres (7) y Taekwondo (6), hazañas de individuos, en ambos casos.
De ahí para bajo (con 2 y con 1) andarían las prácticas de natación, arco, ciclismo, polo, pesas, futbol, esgrima, lucha grecorromana, tiro y básquet.
En efecto, son mayores los frutos de la introversión, diría a la distancia el doctor JUNG, citado por SAMUEL RAMOS.