Cd.
Victoria.- Tiendo a pensar que una abrumadora
mayoría de nuestros soldados y marinos ejerce su responsabilidad con rectitud, valentía,
patriotismo y un alto sentido del deber.
Sin embargo, cuando las excepciones
ocurren y la tropa se desentiende de un episodio criminal, las consecuencias
son devastadoras.
La razón es muy clara. Las fuerzas
armadas son la última defensa que le queda a la gente pacífica frente al terror
delictivo.
En San Fernando (2011) como en Ayotzinapa
(2014) se observan dos casos algo semejantes de este mutismo castrense.
Esa rara inacción de quienes solo testifican
sin intervenir, alegando ausencia de indicaciones y plantándose en la espera de
órdenes que (por cierto) nunca llegan.
Observe usted que el 27 batallón de
infantería en Iguala es tan numeroso, profesional y bien pertrechado como el 77
de Ciudad Victoria.
Los jenízaros de JOSE LUIS ABARCA difícilmente
habrían podido secuestrar a medio centenar de normalistas sin la pasividad federal.
Con tiempo suficiente, desde el monitor
del C4 guerrerense, los verdes supieron del movimiento y la llegada de
autobuses a Iguala. Al igual que la Marina, la Policía Federal, doña PGR y el
mismísimo CISEN.
Imposible no enterarse del ataque. Ante
sus ojos se desplegó el operativo municipal, la agresión artera, las ráfagas, la
detención temporal de los estudiantes en la cárcel preventiva y el posterior
acarreo en camionetas de redilas hacia su destino final, en Cocula. Nada hicieron.
RARA
INACCION
De San Fernando se cuentan tantas cosas.
Algunas ya han sido referidas aquí, se han desgranado en otros espacios. Otras
saldrán con el tiempo.
Disculpe usted si soy repetitivo. La
gente que lograba sobrevivir al retén delictivo de Las Norias encontraba kilómetros
adelante una revisión militar por completo desentendida del asunto.
Y cuando los aterrorizados viajeros
urgían a los soldados para que acudieran al punto cercano donde se suscitaban
los asaltos, la respuesta era tajante: “no podemos intervenir, presente su
denuncia.”
Faltaba más, ¡desde luego que podían intervenir!...
Habiendo flagrancia, ante hechos que ocurrían frente a sus ojos (Ayotzinapa) o
en un paraje cercano (San Fernando) su deber era actuar de inmediato.
La prensa chilanga, como es costumbre, se
contentó con linchar a los gobernadores de ambas entidades. Aunque nada dijo de
la actitud contemplativa observada no sólo por la milicia, también por la
Policía Federal acantonada en la zona.
No pasa nada, en efecto, fue la frase
oprobiosa de aquellos años que la opinión pública puso en boca de autoridades
locales. Aunque se antoja más cercana a la actitud de las corporaciones
nacionales.
Dejar hacer, dejar pasar. Esa extraña
mansedumbre forma parte de las historias oscuras, inéditas, aún pendientes de
contar, en Guerrero y Tamaulipas.
LUZ
AL PROBLEMA
Tiene importancia el deslinde, porque
PACO CABEZA y su equipo van a cruzar la línea que transforma a los opositores en
gobernantes.
El umbral que los consagra como figuras principales
del nuevo partido oficial en Tamaulipas, el PAN.
Cabe el refrán campirano. No es lo mismo
ser borracho que cantinero. Estar en uno o en otro lado del mostrador modifica
de manera sustantiva la interpretación de cualquier problema.
Las broncas que surjan ahora en el difícil
ámbito de la seguridad dejarán de ser argumentos de crítica para convertirse en
responsabilidades de gobierno.
De ahí la necesidad del diagnóstico
riguroso. Deslindar bien las tareas que corresponden a los niveles federal,
estatal y municipal, ante una delincuencia fuerte, próspera, suficientemente
armada y entrenada.
Si bien la meta de alcanzar el poder significó
para el PAN un esfuerzo magno, el desafío que viene ahora es todavía mayor. El
tigre de la rifa.