Cd.
Victoria.- De interés para Tamaulipas, el PRI
espera dos reemplazos importantes, uno nacional y otro estatal. El primero ya voló,
el segundo no tarda en hacerlo. Se fue MANLIO, sigue RAFAEL.
Primordial en cada caso la identidad del relevo. Los perfiles idóneos, más allá de las
frases sobadas de trayectoria, militancia o emoción social.
Y además subrayar los perfiles
inconvenientes. Aquellos cuyas ambiciones y planes contaminarían cualquier
tarea al frente del CDE tamaulipeco y el CEN nacional.
En el ámbito regional, el trabajo de
reconstrucción es de tal magnitud y complejidad que quien llegue estaría urgido
de recomponer el tejido interno de sectores, organizaciones y comités
municipales.
El riesgo es que la silla de GONZÁLEZ
BENAVIDES se convierta en botín. En trampolín político al servicio del interés individual.
Gente que aterrice sin mayor ánimo de
reconstrucción y solamente (como bien señaló el colega MARCO VÁZQUEZ hace días)
con la avidez de administrar prerrogativas y regentear la vendimia de
candidaturas.
De ocurrir esto, la maquinaria tricolor no
sería reparada sino rematada por kilo, como fierro viejo.
Necesario es decir que quienes menos tienen
autoridad moral para reclamar la silla son los precandidatos fallidos a la
gubernatura, en buena medida responsables de la debacle sufrida el 5 de junio.
Sus erráticas precampañas, su arrogancia mediática,
cara y aparatosa, contribuyeron de manera significativa a la división y derrota
del PRI.
Ellos abonaron la tierra, calentaron los ánimos y pusieron
a correr la liebre que después alcanzó el PAN.
Buena parte de la gente que enrolaron en sus filas
y después abandonaron a su suerte, acabó trabajando para la trinchera albiazul,
incluyendo aquí simpatizantes, operadores y hasta familiares cercanos.
DIRIGENCIA
NACIONAL
Para el CEN habría igualmente un
“antiperfil”. Sería problemático que el sucesor de BELTRONES fuera otro
presidenciable. Tanto como una invitación abierta al fuego amigo.
Habría muchos interesados en meterle
zancadilla y provocar su fracaso en los entrantes comicios de 2017, previos al
presidencial del 2018.
Al respecto, hay al menos dos historias. La
primera sería de 1980, cuando JOSÉ LÓPEZ PORTILLO comete la indiscreción de revelar
su plan sucesorio entre sus íntimos.
Lo había concebido en dos vertientes, según
el escenario que predominase al momento del destape. Dos fantasmas, sus
principales temores.
(1) Si el problema era de inconformidad
política, elegiría al jalisciense JAVIER GARCÍA PANIAGUA, hombre al que reconocía
colmillo para concertar y rienda firme para meter orden.
(2) Si, en cambio, la crisis económica empeoraba,
designaría a MIGUEL DE LA MADRID, cuyas dotes de administrador decía respetar.
Craso error. Cuando esta prospectiva se filtró,
los estrategas de MMH entendieron bien lo que tenían que hacer para torcer la
decisión en su favor.
Fabricaron la tormenta perfecta y con ella
el escenario de bancarrota que dejó fuera a GARCIA PANIAGUA y empoderó a DE LA
MADRID.
El otro caso data de 1968 cuando GUSTAVO
DÍAZ ORDAZ involucra a un presidenciable, EMILIO MARTÍNEZ MANAUTOU, en la
comisión gubernamental que negociaba la paz con los estudiantes en huelga.
De triunfar sus gestiones, los bonos del
tamaulipeco se catapultarían hasta convertirlo en favorito indiscutible. Por
eso hubo quien le apostó a su tropiezo.
Desde Gobernación se habría orquestado el
plan que mandó francotiradores a las azoteas de la Unidad Tlatelolco para
disparar contra el ejército y provocar su respuesta violenta hacia la multitud.
La masacre enterró cualquier acción pacificadora
y con ello las esperanzas del doctor EMILIO, pero consolidó en la carrera al
artífice de la represión y la mano dura, LUIS ECHEVERRÍA ALVAREZ.