Cd.
Victoria.- En dos años más los mexicanos elegirán
presidente. Sin duda, la más atractiva de las cuatro contiendas bien
diferenciadas que se acostumbran en Tamaulipas: (1) presidencial, (2) federal
intermedia, (3) gubernamental y (4) estatal intermedia.
Y subrayo “en Tamaulipas” porque hay estados
donde el número de fechas se reduce al coincidir las votaciones nacionales y
locales.
En otros rincones del país vemos coincidir cada
elección federal (presidencial o intermedia) con un puñado de comicios
regionales, gubernamentales o medieros.
La contienda presidencial sería entonces el
siguiente reto que asuman todos los partidos en tierras tamaulipecas, sus
comités estatales, activistas, militantes y simpatizantes.
Se renueva todo el Congreso de la Unión,
ambas cámaras, 500 diputados, 128 senadores y el sillón principal de los Pinos.
Antes, en 2017, habrá un bocadillo previo.
La disputa por las gubernaturas de Coahuila, Nayarit y Estado de México, el 4 de
junio, en manos del PRI las tres.
Se diría incluso que la cuenta regresiva
para el 2018 ya empezó o debiera haber empezado en la entidad. Aunque todo es
suspenso ahora.
EL
MARASMO
Esto lo puede constatar cualquiera que se tome
la molestia de encaminar sus pasos por el boulevard Praxedis Balboa de esta
capital.
Si además se anima a bajar en dirección
oriente por la margen norte del río San Marcos, para detenerse a la altura de
las calles Mártires de Chicago y Mártires de Río Blanco.
Encontrará un edificio que es hoy la imagen
viva de la desolación. Es el Comité Directivo Estatal del PRI que aún no digiere
ni asimila el impacto de la derrota.
Dentro del viejo cuartel de guerra, el
fantasma de los candidatos perdedores aún deambula por esos pasillos hoy
terrosos donde el desaliño y la nostalgia corren paralelos.
Añoranza de tiempos idos, cuando el partido
aplanadora refrendaba su músculo elección tras elección, anunciando triunfos
contundentes, inapelables, de ABRAHAM RUBIO a ERNESTO GUAJARDO, de CHUY VEGA a
RICARDO GAMUNDI.
Sus espectros aún revolotean cuando alguna
racha de viento sacude aquí y allá las ventanas, vuelan los sobrantes de
propaganda, algún folleto que jamás llegó a su destino, el machote de un
discurso enmohecido.
Una gorra de BHO que se quedó para muestra,
un recorte de periódico donde encuestas felices vaticinaban triunfos
arrolladores que jamás llegaron.
Así debió sentirse el ambiente en el
edificio tricolor de Insurgentes Norte tras las derrotas de LABASTIDA en 2000 y
MADRAZO en 2006.
Cabe pensar que así se experimentó el
fracaso de JOSEFINA en Avenida Coyoacán, el santuario albiazul de la colonia
del Valle, en 2012.
CONTRACORRIENTE
En el ámbito local se vive un descalabro de
proporciones inesperadas. Si por lo menos hubieran perdido con poquito, piensan
algunos. Si al menos pudieran conservar el control legislativo, arguyen.
Habría territorios aún para la disputa en
la butaquería del Congreso, en los forcejeos por los presupuestos, ingresos,
egresos, cuentas públicas.
Pero las características de la derrota
parecen restar ánimos y espacios a la imaginación creadora, a la impostergable
labor de reconstrucción que deberá emprender el partido.
El reparto de culpas se esparce como
murmullo. Es deporte cotidiano entre el escaso personal empeñado en ocupar
escritorios que parecen más viejos, entre archiveros retacados de papelería
inservible, sillas desvencijadas.
Demasiados padres, padrinos y coadyuvantes
tiene la victoria. Aunque el fracaso es páramo solitario donde cuesta trabajo
encontrar quien plante cara y asuma compromisos.
Puesta a disposición del partido la
renuncia de RAFAEL GONZÁLEZ BENAVIDES, el perfil de su relevo parece marcado por
la complejidad del reto.
Hay muchos nombres, conviene esperar.