Cd.
Victoria.- Se atribuye al presidente FRANKLIN DELANO
ROOSEVELT el argumento que fijó en pocas palabras la postura de la justicia estadounidense
ante los excesos cometidos por sus aliados en cualquier parte del mundo.
Y lo hizo en defensa de un dictador
sanguinario y voraz, el nicaragüense ANASTASIO SOMOZA, tras su ascenso en 1937.
-“SOMOZA será un hijo de puta, pero es
nuestro hijo de puta.”
Ahí quedó resuelto el dilema. La diplomacia
de los intereses está antes y por encima de la diplomacia de los principios.
Punto.
Y mire usted que quien lo estableció es uno
de los mandatarios más carismáticos que han pasado por la Casa Blanca, de los mejor
recordados y queridos.
El demócrata ROOSEVELT, quien reinventó el
estado benefactor, el nuevo trato, la ayuda a los pobres, huérfanos y ancianos.
El que impuso ese “look” hollywoodense y cierto
estilo bondadoso de ejercer la política que luego adoptarían los hermanos KENNEDY.
Medio siglo después (1979), una figura del
partido contrario, la diplomática republicana JEANE KIRKPATRICK, recordaría
dicho paradigma para convencer al presidente REAGAN de apoyar a las dictaduras del
tercer mundo cercanas al ánimo americano, sin importar las atrocidades que
cometieran con sus pueblos.
Interesante que en ello coincidan ambos
partidos. La diferencia es que ella usaba el plural: “son nuestros hijos de
puta.”
Encubrimiento sistemático a gobiernos y fuerzas
políticas susceptibles de establecer una relación económica conveniente para
Estados Unidos. Dureza contra quienes no llenen total o parcialmente las
expectativas.
AMBIGÜEDAD
DELIBERADA
Hipocresía, en efecto, visible hoy en las
tormentas que de tiempo en tiempo desata el gobierno de Estados Unidos contra
la clase política mexicana, cuando revela nexos con el narcotráfico, corrupción
y lavado de dinero.
Aún dando por ciertas las acusaciones
contra destacados miembros del partido tricolor, lo extraño es que jamás
señalen nada de gente involucrada con el PAN.
Merecería atención especial por parte de
los observadores nacionales esa duplicidad de la justicia estadounidense.
Doble rasero para medir quienes merecen la
atención de sus grandes luminarias periodísticas y quienes oficialmente no
existen.
Todo va siempre contra un mismo partido al
que parecen haber seleccionado como objetivo prioritario de sus escándalos.
Y esto, a pesar de que un personaje como
GENARO GARCÍA LUNA ha sido denunciado por colusión con el narcotráfico en
medios nacionales como el semanario PROCESO o el equipo de REPORTE INDIGO.
Amen de señalamientos amplios elaborados
por la periodista ANABEL HERNÁNDEZ en su libro “Los Señores del Narco”
(Grijalbo, 2010).
El ingeniero GARCÍA LUNA fue director de la
AFI con VICENTE FOX y secretario de Seguridad Pública bajo el gobierno de
CALDERÓN.
Tampoco veo empresarios albiazules, las
grandes fortunas amasadas durante esos dos sexenios, incluyendo a esos proveedores
y contratistas que convirtieron a PEMEX en queso gruyere durante los 12 años
del PAN.
De esto último dan cuenta dos libros, (1)
“Camisas azules, manos negras” de ANA LILIA PÉREZ (Grijalbo, 2010), prologado
por MIGUEL ANGEL GRANADOS CHAPA y (2) otro intitulado “Impunidad” de JULIO
SCHERER IBARRA (Grijalbo, 2009).
Curiosamente, por documentadas que estén
las investigaciones mexicanas, nada de ello interesa (hasta ahora) al vecino país
del norte.
Parecería que la especialidad de sus
agencias antilavado, jueces, grandes jurados, su gran prensa y los reportajes
televisivos de alto impacto, son los políticos de un solo partido: el PRI.
Lo cuál se antoja tan parcial como la
estrategia antidroga emprendida por los dos sexenios panistas, que golpeaban a
unos pero protegían a otros.