Cd.
Victoria.- Desde los días previos a la reciente
elección se escuchaba el mismo diagnóstico en los equipos que operaron las
campañas del PRI a los ayuntamientos.
“El adversario es CABEZA”, decían, en
referencia al impacto que el entonces candidato panista a la gubernatura
tendría en las urnas vecinas, de alcaldías y diputaciones.
A la inversa, en voz bajita solían añadir
que el abanderado del PRI BALTAZAR HINOJOSA iba a necesitar la ayuda de los aspirantes
a presidentes municipales, quienes tendrían la misión extra de jalar votos para
la urna estatal.
Hoy, en torno a la derrota, las
explicaciones abundan, algunas más creíbles que otras. Aflora un esfuerzo por
identificar fallas y eso podría ser bueno si se funda en una revisión crítica,
profesional, objetiva.
Aunque igual resultaría lesivo si se dejan
llevar por tesis conspirativas que pretendan reducirlo todo a una sola
variable, a personas específicas.
Quien metió zancadilla, quien escamoteó el
apoyo, quienes se quedaron con dinero sin ejercer, cuáles de los estrategas
negociaron a escondidas con emisarios azules y tantos etcéteras como la
imaginación lo permita.
SINERGIA
NEGATIVA
En verdad, la derrota del PRI en Tamaulipas
es multifactorial y hasta es probable que las hipótesis señaladas como causas, lejos
de competir se complementen.
La falla es general y atañe a un desgaste
que acaso tenga por principal culpable al padre tiempo.
Por bien que se gobierne, el ejercicio de
poder desgasta y cuando se ha sustentado por tantos años en manos de un solo
partido no se requiere mucho para derribarlo.
Solo alguien con la suficiente paciencia,
capaz de tejer las alianzas necesarias, trabajar a ritmo sostenido y no bajar
la guardia.
Otra cosa que los priístas deben saber es
que la derrota no significa extinción, ni desaparición. No es el fin del mundo.
Y esto lo supo DULCE SAURI cuando su
candidato PANCHO LABASTIDA fue derrotado por VICENTE FOX en 2000.
Como también lo supo GUSTAVO MADERO luego
de que su abanderada JOSEFINA VÁZQUEZ fuera arrollada por PEÑA NIETO y el
propio AMLO en 2012.
La cultura de la alternancia implica eso,
precisamente. Percibir la política como una rueda de la fortuna donde lo
natural es el cambio y resulta anormal la ilusión de permanecer arriba siempre.
Aceptar la derrota sin desintegrarse será
el primer reto del PRI estatal, hasta hoy a cargo de RAFAEL GONZÁLEZ, acaso
pronto con otra rienda.
El que asuma, en todo caso, llega a
levantar los pedazos, a realizar el delicado pero indispensable control de
daños, como lo hicieron ROBERTO MADRAZO, CÉSAR AUGUSTO SANTIAGO, MARIANO
PALACIOS y BEATRIZ PAREDES bajo el foxismo.
ETAPA
ÁRIDA
La diferencia al cambiar de partido oficial
a opositor es que se tienen recursos más limitados, hay menos puertas que tocar
y el margen de acción se estrecha.
Por otra parte es clara y manifiesta la
voluntad del gobernador electo CABEZA DE VACA cuando invita a ciudadanos de
todas las corrientes para que se sumen a su proyecto.
Estamos viendo (y veremos más) priístas encaminados
en este propósito. Cabe recordar que FOX mismo preservó (o, incluso, encumbró)
a personajes del anterior régimen.
Decir que la competencia acabó implica
muchas cosas. Entre otras que CABEZA ya no es la carta de un partido sino que
tiene en sus manos el aval jurídico para representar a todo el estado.
Lo cuál incluye al medio millón de
ciudadanos que votaron por otras opciones, los de BALTAZAR, GUSTAVO y el resto,
incluyendo los nulos.
Lo anormal sería que el PRI se quedase en
el pasmo, sin hacer nada. Desde luego, esto no va a suceder. Existe incluso la
posibilidad de que el ajuste postelectoral no solamente refresque a los mandos
estatales.
Que la renovación llegue hasta Insurgentes
norte.