martes, 31 de octubre de 2017

Indulto a la mafia

Cd. Victoria, Tam. – Razón les sobra a simpatizantes, miembros y dirigentes de MORENA cuando se quejan de que los medios sobrerreaccionan a los casos de corrupción que involucran a este partido.
Ello, mientras dejan pasar o atienden con ligereza atrocidades mayores descubiertas en gobiernos y personeros de otras trincheras políticas.
Esa ingrata predisposición de los informadores para escandalizar por la entrega de dinero turbio a operadoras de MORENA en Veracruz y las tropelías cometidas por jefes delegacionales en la capital mexicana.
La prisa en redes sociales para denostar al obradorismo, mientras desatienden saqueos gubernamentales del PRI, el PAN, el PVEM o el PRD.
Es cierto todo, aunque la culpa ¿recae en los comunicadores?
Acaso la raíz del fenómeno se encuentre en cierta particularidad que distingue al discurso de AMLO. Sus reiterados baños de pureza.
Esa redundante, machacona, sistemática argumentación que divide al mundo entre honestos y corruptos. Tajante maniqueísmo con que cataloga a partidos, gobernantes, empresarios, editores y (por supuesto) periodistas.
Por ello sobresale de inmediato cualquier “manchita” que la prensa descubra en el blanquísimo ropaje de quien se pasea por el mundo como depositario único de la honestidad absoluta.
Religioso el deslinde, o conmigo o contra mí. Dicho en sus propias palabras: “o están con MORENA o con la mafia del poder.”
Esa “mafia del poder” cuyo nacimiento sitúa con el ascenso de CARLOS SALINAS DE GORTARI (1988) su respectivo programa de privatizaciones y la camada de multimillonarios que se formó en aquel sexenio.
Razonamiento impecable, innegable, justo. Salvo que tan severo moralista olvida a todos los regímenes previos, donde se cometieron tropelías similares. La única diferencia es que entonces AMLO era priísta, tenía trabajo, mando y tribuna.
Cabría preguntar, entonces, ¿Cuándo se echó a perder el sistema, según la ferviente prédica de ANDRES MANUEL?
Muy sencillo, cuando quedó cesante. Al terminar el régimen de su padrino ENRIQUE GONZÁLEZ PEDRERO, en Tabasco, a finales del lamadridato (1987).
Por eso las corruptelas y claudicaciones de MMH no están en la lista de reclamos que enarbola AMLO contra el sistema. Porque era su jefe político.
Para LÓPEZ OBRADOR, el infierno empieza con SALINAS. De la misma manera como CÁRDENAS y MUÑOZ LEDO dicen que la revolución mexicana extravió el rumbo cuando se fue LÓPEZ PORTILLO.
Y en ninguno de los casos miran más allá. Por citar algunos nombres: ¿no había mafia del poder en la época dorada del charrismo sindical, con JONGUITUD, BARRAGÁN, la QUINA?
¿O no fueron traidores a la revolución aquellos caciques de horca y cuchillo como GONZALO N. SANTOS y MAXIMINO ÁVILA CAMACHO?, ¿presidentes represivos como el mismo ECHEVERRÍA, sanguinarios como DÍAZ ORDAZ y saqueadores como ALEMÁN VALDEZ?
Bajo esa lógica, también serían santitos caídos del cielo aquellos sátrapas regionales como RUBEN FIGUEROA en Guerrero, PÁRMANES ESCOBEDO en Oaxaca y OSCAR FLORES TAPIA en Coahuila.
Otro detalle curioso en su catálogo de ángeles y demonios, es la ubicación mutante de dichos personajes, según convenga a los tiempos electorales. Siempre a su capricho.
Los empresarios televisivos a quienes deturpaba en 2006 como el “duopolio” al servicio de la multicitada mafia (RICARDO SALINAS, EMILIO AZCÁRRAGA) hoy son “empresarios honestos”, según el dicho del mismo AMLO durante la entrevista concedida a RENE DELGADO de diario REFORMA, en julio pasado.
Y la novedad más reciente. El perdón al feroz cacique minero NAPOLEÓN GÓMEZ URRUTIA, a quien concede rango de perseguido político, prometiendo repatriarlo impune, si triunfa MORENA en 2018.
Desmemoria artera la suya, desvergonzada acaso, encima exige obediencia, sometimiento, aplauso.