lunes, 23 de octubre de 2017

Crueldad y jactancia

Cd. Victoria, Tam. – Imbuido acaso en alguna experiencia mística, el exalcalde de Victoria ARTURO DIEZ GUTIERREZ se refería a sí mismo como uno de los mejores jefes edilicios del mundo y (más grave todavía) estaba convencido de ello.
Eso fue en el verano de 2010, aunque en julio de 2013, VICENTE FOX declaró algo peor a Milenio TV, cuando hizo suyo el título del “mejor presidente de México”, con aquel desparpajo de sobra conocido: “me los llevo de calle a todos, incluido JUÁREZ”.
Los cuestionamientos posteriores, lamentos, gritos y ditirambos de la opinión pública sirvieron de poco o nada. Ante consultas sucesivas de la misma prensa, los referidos personajes abundaban en lo mismo.
Ni por asomo observaron la menor intención de enmendar o, al menos, matizar lo dicho, con algún sentido autocrítico.
Comprensible, como mecanismo de defensa. El roedor extasiado ante la imagen que le devuelve el espejo, cree estar observando un león y nada le hará modificar su postura. Cualquier duda ofende.
En fin, la nota internacional de este domingo incluye gráficas y videos donde los expresidentes norteamericanos CARTER, CLINTON, OBAMA y los dos BUSH, unen fuerzas para ayudar a los damnificados por los huracanes.
Que se anime cada cuál a salir de su cubil de manera simultánea revela, sin duda, la gravedad del asunto. Y algo más importante.
La absoluta inoperancia de DONALD TRUMP, cuyo alarmante desapego hacia el sufrimiento humano profundiza la duda sobre su salud mental, emocional.
En particular, por ahí de las tres de la mañana cuando se le va el sueño, enciende el móvil y activa el Twitter, en cualquiera de sus dos cuentas. La voz de alerta cunde en su cuarto de guerra y el equipo de control de daños empieza a trabajar.
Y bueno, para fines de este comentario, lo que equipara a TRUMP con los personajes arriba mencionados es un fenómeno llamado corrupción del lenguaje.
Lo cual empieza con la absoluta incapacidad para aceptar errores, a menudo expresando lo contrario, con un aplomo que en verdad asusta.
De todas las entidades dañadas por los desastres climáticos de este año en la Unión Americana, la más afectada fue Puerto Rico. Peor que Houston, que ya es mucho decir.
La alerta se propagó al tiempo que el huracán “María” tocó tierra. Devastación cuantiosa, incontables muertos, heridos, desaparecidos, gente desplazada, familias sin hogar, ciudades deshechas, carreteras, escuelas, hospitales, redes de agua potable.
Sonó muchas veces la voz de alarma entre gobernantes y alcaldes con dedicatoria al presidente TRUMP, no encontrando más respuesta que expresiones de desprecio minimizando los daños.
O, peor aún, haciendo mofa de la alcaldesa de la capital, San Juan, CARMEN YULÍN CRUZ, cuando esta acudía a los medios para protestar por la insensibilidad federal.
Más atento al rating que al dolor popular, DONALD solamente reaccionó cuando le avisaron que sus niveles de aceptación empezaban a resentir alguna suerte de menoscabo por la brutal indiferencia hacia Puerto Rico.
Entonces dijo ocuparse de ello y lo arregló todo a su manera. Se tomó fotos, repitió hacia los lugareños las fórmulas de halago ya conocidas (wonderful people!) y remató diciendo que su ayuda había sido maravillosa.
Ya apoltronado en la Casa Blanca, soltó la bufonada siniestra de que su intervención en Puerto Rico merecería calificación de diez.
¡Chico de diez!, ¿dónde hemos escuchado eso?
Broma macabra, como tantas que caracterizan a la vida política en todo el mundo. El que alguien ponga etiqueta de “excelencia” a la peor y más ruin de las carencias.
Como quienes dejaron a una ciudad en ruinas o un país temblando, pero se retiran diciendo “he sido el mejor” que cualquiera en el mundo o entre sus antecesores.
Corrupción del lenguaje, en efecto.