Cd.
Victoria, Tam. – En el viejo sistema
de partido único, un dicho común sugería a los gobernadores tamaulipecos evitar,
hasta donde fuera posible, la expresión abierta de sus simpatías por algún
aspirante presidencial.
Razonamiento lógico. De poco servía definir
preferencias mientras la sucesión descansó en el capricho unipersonal conocido
como dedazo.
Amén del alto riesgo de equivocarse, quedar
apestado con el presidente entrante, recibir poco apoyo de la nueva
administración o, incluso, ser depuesto.
Pero eran las reglas del antiguo régimen
que ya solo operan de manera parcial y muy relativa en el PRI.
A partir del dos mil, con la nueva etapa
de la alternancia y la mayor competencia por el poder, los gobernadores
adquirieron un notable margen de autonomía.
Por razones fáciles de entender, su
extracción plural los libró de la “obediencia debida” que antes se imponía
desde Los Pinos, a rajatabla.
Y aún con el retorno del PRI a Palacio
Nacional en 2012, la regla ha perdido su carácter implacable. En primer lugar,
por estar circunscrita a los gobernantes tricolores.
Que esa disciplina se mantenga hoy en día
obedece más a la costumbre que al temor. Los mandatarios esperan la decisión
final, listos para brindar su asistencia al parto, apoltronados en su nicho de
comodidad.
En el PAN el mecanismo es muy diferente
por existir una tradición de contiendas internas que permite a cualquier
gobernador, alcalde, diputado, senador o funcionario del nivel que sea, asumir de
manera clara sus simpatías, sin que nadie lo tome a mal.
Esto hace que sean perfectamente
identificables los partidarios principales de MARGARITA ZAVALA, RICARDO ANAYA o
RAFAEL MORENO VALLE.
¿Y
TAMAULIPAS?
Aunque justo sea decir que tampoco es
obligación tomar partido. Finalmente, son decisiones que cada quien deberá
adoptar cuando le parezca conveniente.
En el caso del tamaulipeco FRANCISCO
GARCÍA CABEZA DE VACA, aunque inicialmente mostró un acercamiento con el
poblano MORENO VALLE, después se fue moviendo hacia una posición neutral y de equitativa
diplomacia con todos los aspirantes.
Solo que, a diferencia de sus colegas
priístas que aguardan pacientemente el alumbramiento, CABEZA DE VACA tendrá
oportunidad de definirse cuando el PAN y los partidos coaligados formalicen el
método para elegir su candidatura común.
Hasta entonces podrá CDV destapar su
carta. Mientras el menú de opciones esté incompleto y las reglas del juego no
se clarifiquen dentro del Frente Ciudadano, cualquier espera está plenamente
justificada.
Aquí es donde encaja eso que llaman
diseño de escenarios, tanto en su fuero íntimo como entre su equipo de
asesores.
El necesario abanico de opciones (plan
A, plan B, plan C) ante un proceso como el de 2018 que sigue siendo un acertijo
para los observadores de adentro y afuera.
Incluyendo aquí la posibilidad de que el
Frente se desintegre y el PAN deba elegir candidato propio mediante competencia
similar a las de hace seis y doce años.
Faltando menos de 10 meses para los
comicios, buena parte de las variables que darán perfil a la contienda presidencial
permanecen en la penumbra. Hay demasiados hilos sueltos, todavía.
Por citar un ejemplo, el panorama será
muy distinto si MARGARITA ZAVALA (1) gana la nominación, (2) pierde y acepta su
derrota o bien (3) pierde, pero decide buscar el cargo de manera independiente.
Y las tres opciones anteriores aplican igual
en el caso de MIGUEL ANGEL MANCERA. Ganar, perder, sumarse, acatar, rebelarse, negociar,
inconformarse, abrir un frente propio, buscar el cargo por fuera, con partido,
sin partido.
Lo único seguro es la candidatura de AMLO
y que el PRI se irá por dedazo. Fuera de ello, la oscuridad reina a lo largo y
ancho de nuestro atribulado horizonte electoral.