Cd.
Victoria, Tam. – Los procesos en
marcha contra dos exgobernadores tamaulipecos están siendo valorados por un
sector importante de la comunidad regional que entiende la lucha anticorrupción
en términos de castigo.
Intensa la fe en el condicionamiento
conductual. Se piensa en la sanción a manera de escarmiento que desalentaría la
tentación de futuros ilícitos. Tanto como propinar un zape a un infante cuando
mete la mano donde no debe.
Y bueno, al tiempo que avanzan (y se
multiplican) las acciones de orden punitivo, habría que pensar en el mediano y
largo plazos, en términos de prevención. El mejor ilícito es el que no se
comete.
Como bien lo saben los profesionales de
la salud, la prevención se ejerce cada día, es permanente. En tiempo real.
Al momento en que se concursa una obra,
se otorga una proveeduría, es nombrado un nuevo funcionario, no solo los partidos,
la ciudadanía llana debe hacer de la curiosidad un hábito y zambullirse en los
detalles.
A quién beneficia tal o cual adjudicación,
que antecedentes tiene el particular asignado y qué funcionarios serían directamente
responsables.
Detección temprana y oportuna, le llaman
también, aunque en este caso no sería para descubrir una enfermedad sino el mal
uso de los dineros públicos.
Ya vimos que partidos y cámaras son
insuficientes. Lo mismo si hablamos de endeudamiento, obras mal concursadas o
agujeros presupuestales, todo pasa por los congresos.
Aunque no es tarea solamente de legisladores
y organismos partidistas. Involucra necesariamente a la sociedad civil.
De tan sabido suena redundante, el que
calla otorga, cualquier voto de confianza exige un seguimiento puntual de
resultados.
Rendición de cuentas, en efecto, pero incesante.
Nunca, en la historia de la humanidad, las sociedades contaron con herramientas
tan poderosas como las que aporta hoy la tecnología digital.
Desde las iniciativas de ley o decreto
en los ámbitos legislativos, intervenciones, minutas, posicionamientos, hasta el
desglose de presupuestos, cada día hay más información disponible para consulta
ciudadana vía Internet.
Cultura de la legalidad todavía
incipiente. Se teoriza al respecto, ofrecen conferencias, pero no logran
aterrizarla en una práctica regular, sostenida, habitual, pacífica, compartida.
Es bueno que haya fiscalías anticorrupción,
pero es mejor si la fiscalización cotidiana nace de la sociedad civil. Alguien
debe vigilar a los vigilantes.
Y no es una, sino miles las espadas de
DAMOCLES que deben pender sobre quienes ejercen recursos del erario. La
administración pública es algo demasiado importante para depositarlo
(únicamente) en sus responsables formales.
Es necesario el monitoreo ciudadano para
evitar que cada seis años (o cada tres) haya necesidad de castigar, entre
denuncias y espanto, tragedias, llanto y periodicazos.
Ha sido desgarrador el espectáculo que nos
ha tocado atestiguar desde las últimas décadas del siglo veinte a la fecha.
El señor LÓPEZ PORTILLO encarcelando a
los echeverriístas, DE LA MADRID persiguiendo a los lopezportillistas, SALINAS atizando
hogueras por todo el país y, finalmente, el doctor ZEDILLO convertido en azote feroz
del salinismo.
¿Acabó ello con la corrupción?...
Definitivamente no. Entre otras razones porque el castigo resulta insuficiente
si no se promueve una cultura ciudadana de la fiscalización, plenamente
instalada en la mentalidad colectiva.
Una sociedad inquisitiva y preguntona, que
nunca se canse de indagar, investigar, exigir información, demandar claridad en
los entresijos donde se incuba el huevo de la serpiente y que además sepa
desactivarlos a tiempo.
Castigar es apenas el prólogo del nuevo (y
esplendoroso) libreto que los mexicanos tienen de tarea escribir en los años
venideros.