Cd.
Victoria.- Interesante reto a la imaginación, la
tarea de proyectar el tipo de gobierno que presida DONALD TRUMP a partir del 20
de enero próximo.
Y no será por la estrategia económica republicana
que conocimos bien en la era REAGAN y con los señores BUSH. Recortes a
subvenciones sociales y también a los impuestos que pagan los ricos, incremento
al gasto militar y de seguridad nacional.
Amén de esa doble moral que solo entiende
el libre comercio de manera unívoca, del centro a la periferia, pero
obstaculiza las importaciones con medidas de proteccionismo disfrazado.
Lo novedoso serán sus promesas sobre el
tema migratorio, la mano dura contra la criminalidad que buscará centrar sus
acciones sobre la población hispana, su actitud beligerante contra el mundo
islámico.
El pavor mundial está perfectamente
justificado sin observamos que un hombre de perfil altanero, impulsivo,
irracional, será comandante en jefe de la primera potencia nuclear del orbe.
Con la salvedad de que ni Rusia ni China
tienen destacamentos fuera de sus territorios, mientras que Estados Unidos cuenta
con 800 bases militares desperdigadas en los cinco continentes (el dato es de DAVID
VINE, “Base Nation”, Metropolitan Books, 2015).
OFENSA
MAYOR
Y, desde luego, esa gran tapia que deberá
cubrir los 3 mil 118 kilómetros lineales entre Brownsville y San Isidro, de
Matamoros a Tijuana.
Fuente de estupefacción en principio,
pasmo que devino en burla, la muralla de TRUMP (que, según dice, pagaremos los
mexicanos) es uno de esos absurdos cuyo solo enunciado resulta vejatorio.
Peor todavía si buscará financiarlo con
impuestos expropiatorios a las remesas en dólares que mandan los paisanos a sus
familias. Agresión salvaje, por principio, contra los destinatarios de dichas
remesas, al sur del río Bravo.
Aunque la polémica mayor es la viabilidad
del cobro, si recordamos que buena parte de sus remitentes han dejado de ser
indocumentados para convertirse en residentes, incluso en ciudadanos americanos.
Un eventual manotazo contra dicho flujo
de recursos violentaría intereses y conculcaría derechos a núcleos de población
urbana y educada que nada tienen que ver con la pizca del algodón y del tomate.
Afectaría de paso a numerosa población
anglosajona. Los caucásicos blancos y rubios que votaron por él. Los amparos legales
se contarían por miles, decenas de miles.
Mire usted, la mentalidad racista que dio
vida al fenómeno TRUMP no distingue entre indocumentados y latinos de
nacionalidad estadounidense.
Al periodista JORGE RAMOS, conductor
estelar de UNIVISIÓN, un guardaespaldas de TRUMP le dijo “Vete de mi país”
(“Get out of my country”) durante aquella infortunada conferencia de prensa en
la ciudad de Dubuque, Iowa (agosto de 2015) a lo cuál RAMOS replicó diciendo
“soy ciudadano norteamericano” (“I am a U.S citizen”).
El incidente refleja bien la óptica de
los supremacistas blancos. Por encima de la ley está el desprecio al color de
piel, el odio al migrante oriundo de naciones pobres.
LOS
PROFETAS
Y, bueno, se puso de moda el capítulo
aquel de la familia SIMPSON (“BART to de future”, marzo del 2000) ubicado hipotéticamente
en una etapa posterior a la presidencia de TRUMP que habría dejado por saldo
las finanzas quebradas.
Aunque se insiste mucho en que dicha
previsión (hace 16 años) tuvo alguna suerte de carácter profético, se trató
solamente de una broma macabra.
Algo semejante a la película también
futurista “Demolition man” (1996) donde el personaje interpretado por SYLVESTER
STALLONE descubre que ARNOLD SCHWARZENEGGER ya fue presidente de Estados
Unidos.
Humor negro y nada más, aunque ello no
impidió que ARNOLD fuera gobernador de California siete años después (2003).
Pesadilla autocumplida, acaso.