miércoles, 2 de noviembre de 2016

La mano del vecino

Cd. Victoria.- De aspecto saludable, con algunos kilos menos, el exjefe de gobierno capitalino MARCELO EBRARD está de regreso y en campaña, aunque no (todavía) por la presidencia de México sino por el sillón principal de la Casa Blanca.
Hace activismo entre la población hispana promoviendo el apoyo a la candidata demócrata HILLARY CLINTON.
El hombre había desaparecido de los medios en los dos primeros tercios de la administración peñista.
Poco se sabía de él salvo que se dedicaba a restañar heridas tras el escándalo de corrupción (o, más que nada, de ineficiencia brutal) que representó la línea 12 del metro.
Recordará el lector que en 2011 MARCELO tuvo un gesto de rara nobleza al declinar la candidatura a favor de su antiguo jefe LÓPEZ OBRADOR. Hombre agradecido, EBRARD demostró además su voluntad de no dividir a la izquierda.
Ambos habían acordado desde 2006 que quien tuviera los mejores números sería el candidato de la coalición PRD-PT-MC.
Hoy sabemos que las cifras finales de dicha encuesta fueron prudentemente guardadas para no debilitar la candidatura de AMLO y hasta los seguidores del tabasqueño se atrevieron a decir que había ganado la interna.
La historia real fue, sin embargo, muy distinta. Las palabras cuentan y a veces dicen mucho. Al momento definitorio, quedó claro que EBRARD no fue derrotado sino que declinó.
Y si lo hizo (oiga usted) es porque le había sacado ventaja sustantiva a LÓPEZ OBRADOR. De haberse cumplido el trato, MARCELO habría sido el abanderado.
No ocurrió así porque en la reunión privada que ambos sostuvieron antes de anunciar el resultado, AMLO hizo uso de toda su capacidad persuasiva y prácticamente le rogó a EBRARD que lo dejara pasar y (como es historia conocida) así ocurrió.

CRUZANDO LA LÍNEA
No es EBRARD el primer mexicano que cruza la línea para involucrarse en la elección norteamericana. Sus afanes coinciden con las intervenciones de personajes de bigote y caballo como VICENTE FOX y VICENTE FERNÁNDEZ.
No deja (por cierto) de encerrar un contrasentido interesante esa naturalidad con que los mexicanos recorren la Unión Americana, asisten a mítines del ala demócrata, hacen posicionamientos abiertos y sin tapujos.
Cabe preguntar qué ocurriría si el próximo 2018, figuras de la vida política norteamericana (o estrellas de Hollywood) manifestaran abiertamente su simpatías por algún candidato del PRI, PAN, PRD o MORENA.
Desde luego, la opinión pública nacional y buena parte de nuestros líderes pegarían un respingo formidable. Rasgarían sus vestiduras.
Lo tomaríamos como un gesto intervencionista, una injerencia odiosa del tío SAM y un abuso del imperialismo yanqui contra la soberanía electoral mexicana.
Aún así, cabe entender la actitud mexicana en esta elección del 2016 si consideramos que la campaña del magnate republicano DONALD TRUMP ha girado en torno a propuestas que amenazan con afectar la economía de nuestro país.
Aunque una cosa es opinar desde México para defendernos de esos ataques y otra muy distinta el tomar parte activa en las campañas dentro del propio territorio norteamericano.
Cabe insistir: ¿Permitiríamos una participación equivalente pero en dirección inversa para la contienda presidencial del 2018?, ¿Qué haríamos si TRUMP cruza el rió Bravo y viene a ofrecer su apoyo a MARGARITA (o al PEJE, ya no sabe uno)?
Son dos culturas políticas, definitivamente. A ellos no parece molestarles mucho que mexicanos hagan campaña en esa tierra, acaso porque históricamente ha sido definida como “nación de emigrantes”.
Aún así, menester es recordar aquella frase evangélica, por igual atribuida 500 años atrás al maestro CONFUCIO: “no hagas a otro lo que no quieras que te hagan a ti.”